viernes, 2 de abril de 2021

"Una partida de ajedrez" - T.S. Eliot (La tierra baldía, 1922)

 II. UNA PARTIDA DE AJEDREZ [24]


El sitial en que ella se sentaba, cual trono bruñido[25],

resplandecía en el mármol, donde el espejo

con soportes labrados de racimos de uva

entre los que asomaba un dorado Cupido

(tras su ala escondía otro sus ojos)

duplicaba las llamas de un candelabro de siete brazos

que reflejaba una luz en la mesa

a cuyo encuentro emergía el fulgor de sus joyas

en rica profusión vertidas con estuches de raso.

En frascos de marfil y cristal policromo,

destapados, fluían sus extraños perfumes sintéticos,

ungüentos, en polvo o líquidos; turbando, confundiendo

y ahogando los sentidos en aromas que ascendían

removidos por el frescor de la ventana,

aumentando las largas llamas de las velas

cuyo humo elevaban hasta el artesonado[26,

conmoviendo el dibujo de los techos encofrados.

Enormes troncos marinos llenos de cobre

ardían en verde y naranja, enmarcados por la coloreada piedra

en cuya triste luz un labrado delfín nadaba.

Como una ventana que diera a la escena silvestre,

sobre la repisa antigua se contemplaba[27]

la mutación de Filomela[28], por el rey bárbaro

tan brutalmente forzada; pero allí el ruiseñor[29]

llenaba el desierto con voz inviolable

y aún gritaba ella y aún busca el mundo,

«yag, yag» a oídos sucios[30].

Y de otros podridos tocones de tiempo

se hablaba en las paredes; formas que miran,

sobresalen, se inclinan, silencian la estancia cercada.

Rumor de pasos en la escalera.

Bajo la luz del fuego, bajo el cepillo, su cabello

transido de puntos ardientes

resplandecía en las palabras, luego salvaje se aquietaba.


      «Estoy mal de los nervios esta noche. Sí, mal. No te vayas.

      Di algo. ¿Por qué no hablas nunca? Di.

         ¿En qué estás pensando? ¿Qué piensas? ¿Qué?

      Nunca sé qué piensas. Piensa».


      Pienso que estamos en el callejón de las ratas[31]

donde los muertos perdieron los huesos.


      «¿Qué es ese ruido?»

                              El viento en la puerta[32].

«¿Y este otro ruido? ¿Qué hace el viento?»

                              Nada otra vez nada[33].

                                                                                                                                                               «¿No sabes nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas

nada?»


Recuerdo

son perlas lo que eran sus ojos antes.  

«¿Estás vivo o muerto? ¿No tienes nada en la cabeza?»[34].

                                                                                          Pero

Oh oh oh oh ese Rag shakesperiano[35]…

Es tan elegante

tan inteligente

«¿Qué hago yo ahora? ¿Qué voy a hacer?

Saldré así y caminaré por la calle

con el pelo suelto, así. ¿Qué vamos a hacer mañana?

¿Qué haremos a partir de ahora?»

                                                       Agua caliente a las diez.

Y si llueve, un coche con capota a las cuatro.

Y jugaremos una partida de ajedrez,

apretando los ojos sin párpados y esperando que llamen a la puerta[36].

 

Cuando desmovilizaron al marido de Lil, le dije,

no tengo pelos en la lengua, se lo dije yo misma,

RÁPIDO POR FAVOR ES LA HORA[37]

Ahora que Albert va a volver, arréglate un poco.

Querrá saber qué has hecho con el dinero que te dio

para que te pusieras dientes. Sí lo hizo, yo lo vi.

Te los quitas todos, Lil, y te pones una bonita dentadura.

Lo dijo, lo juro, no soporto mirarte.

Yo tampoco, le dije, y piensa en el pobre Albert,

ha sido soldado cuatro años, querrá pasárselo bien,

y si tú no se lo das, habrá otras, le dije.

¿Otras?, dijo. Probablemente, le dije.

Pues ya sabré a quién darle las gracias, me dijo, y se quedó mirándome.

RÁPIDO POR FAVOR ES LA HORA

Si no te gusta te aguantas, le dije.

Otras tienen dónde elegir si tú no puedes.

Pero si Albert se larga, no será porque yo no te haya avisado.

Debería darte vergüenza, le dije, verte tan ajada.

(Y sólo tiene treinta y un años).

No puedo evitarlo, dijo, con cara larga,

son las pastillas que tomé para expulsarlo, me dijo.

(Ya ha tenido cinco y casi se murió del pequeño George).

El farmacéutico dijo que no pasaba nada, pero no he vuelto a ser la misma.

Eres tonta de remate, le dije.

Bueno, si Albert no te deja tranquila, a eso vamos, le dije,

¿para qué te casaste si no quieres niños?

RÁPIDO POR FAVOR ES LA HORA

Bien, ese domingo Albert ya estaba en casa, hicieron jamón cocido,

y me invitaron a cenar para que probara lo bueno que estaba.

RÁPIDO POR FAVOR ES LA HORA

RÁPIDO POR FAVOR ES LA HORA

Buenas noches Bill. Buenas noches Lou. Buenas noches May. Buenas noches.

Ala. Buenas noches. Buenas noches.

Buenas noches, señoras, buenas noches, dulces damas, buenas noches, buenas noches.[38]


(Traducción de Agustí Bartra i Lleonart, 1977)


NOTAS

[24] Como el propio Eliot indica en su nota al verso 138, el título procede de una escena de Women Beware Women (Las mujeres vigilan a las mujeres, 1624?) de Thomas Middleton (1580-1627), otro de los dramaturgos isabelinos menores a los que dedicó especial atención. En esa escena, en cuyo detalle no merece la pena detenerse, la partida de ajedrez funciona como metáfora de la seducción o incluso la violación de una mujer.

Para el tono elevado y aun pomposo, evidentemente irónico, de la primera estrofa, Eliot, según indica en su nota al verso 77, utilizó como modelo una tirada de Antonio y Cleopatra de Shakespeare (II, ii, 190) en la que Enobarbo narra cómo Cleopatra navegaba en el río Cidno rumbo a su primer y fatídico encuentro con Marco Antonio:

The barge she sat in, like a burnished throne,

Burned on the water: the poop was beaten gold;

Purple the sails, and so perfumed that

The winds were lovesick with them; the oars were silver,

Which to the tune of flutes kept stroke, and made

The water which they beat to follow faster,

As amorous of their strokes. For her own person,

It beggared all description: she did lie

In her pavilion, cloth-of-gold of tissue,

O’erpicturing that Venus where we see

The fancy outwork nature. On each side her

Stood pretty dimpled boys, like smiling Cupids,

With divers-coloured fans, whose wind did seem

To glow the delicate cheeks which they did cool,

And what they undid did.

 

Doy la versión de María Enriqueta González Padilla en Shakespeare, Obra completa II, Tragedias, Barcelona, Debolsillo, 2012, p. 802:

La barca en que iba sentada, cual bruñido trono,

resplandecía sobre el agua; la popa era de oro batido,

las velas, de púrpura, y tan perfumadas,

que los vientos languidecían de amor por ellas;

los remos eran de plata y se movían al compás

de la armonía de las flautas,

haciendo que el agua que golpeaban

los siguiera más aprisa, como enamorada de sus golpes.

En cuanto a su persona, toda descripción se queda corta.

Reclinada en su pabellón, hecho de brocado de oro,

excedía la pintura de esa Venus

donde vemos que la imaginación

sobrepuja a la naturaleza.

A cada lado de ella

había hermosos niños con hoyuelos,

cual sonrientes cupidos,

que agitaban abanicos de variados colores.

Su viento parecía dar brillo

a las delicadas mejillas que iban refrescando,

y hacer lo que ellos deshacían.br>

[25] Compárese con Antonio y Cleopatra, II, ii, v. 190. (N. del A.)

[26] Laquearia. Véase Eneida, I, 726:

dependent lychni laquearibus aureis

incensi et noctem flammis funalia vincunt. (N. del A.)

En el original, Eliot utiliza el término latino laquearia (plural de laquear), que significa «artesonado». Para ello, remite a unos versos de la Eneida, I, 726-727:

cuelgan de los dorados artesonados fanales encendidos

y las llamas de la antorcha a la noche vencen.

[27] La escena silvestre. V. Milton, El paraíso perdido, IV, 140. (N. del A.)

La escena silvestre de John Milton (1608-1674), según referencia Eliot en su nota, es la descripción del Edén, en El paraíso perdido (IV, 140), vista por Satán mientras se acerca para tentar a Eva, otra imagen presuntamente alegórica que nos prepara para el cambio de tono que tendrá lugar en la siguiente estrofa. La descripción de Milton, dicho sea como anécdota, se considera en Inglaterra la primera definición de un jardín inglés:

So on he fares, and to the border comes

Of Eden, where delicious Paradise,

Now nearer, Crowns with her enclosure Green,

As with a rural mound the Champaign head

Of a steep wilderness, whose hairy sides

With thicket overgrown, grotesque and wild,

Access denie’d; and over head up grew

Insuperable highth of loftiest shade,

Cedar, and Pine, and Fir, and branching Palm,

A Silvan Scene, and as the ranks ascend

Shade above shade, a woody Theatre

Of Stateliest view.

 

Que se puede traducir así:

Va caminando y llega al término

del Edén, donde al delicioso Paraíso,

ahora más cerca, corona con su cercado verdor,

como una colina la campestre cabeza

de un escarpado vergel, cuyos velludos costados

frondosos, cavernosos y salvajes,

la entrada impiden; y en su cumbre crecen

a insuperable altura de elevada sombra,

el cedro y el pino y el abeto y la palma,

una escena silvestre, y como las hileras suben

sombra con sombra, forman un teatro boscoso

de panorámica vista.

[28] Véase Ovidio, Metamorfosis, VI, Filomela. (N. del A.)

[29] Compárese con parte III, v. 204. (N. del A.)

[30] Eliot nos remite a las Metamorfosis de Ovidio (VI, 424-676) donde se cuenta el mito de Filomela, hermana de Procne, casada con Tereo, héroe de Tracia. Tereo y Procne tenían un hijo llamado Itis. Procne echaba mucho de menos a su hermana Filomela y convenció a su marido para que la trajera de Atenas a Tracia. A su llegada, Tereo sucumbió a la belleza de Filomela y la violó; luego le cortó la lengua para que no pudiera acusarlo y la abandonó en el bosque. Tereo le dijo a su mujer que su hermana había muerto. Desde su prisión, Filomela tejió en un lienzo blanco su historia, que hizo llegar a Proene, quien, indignada, planeó venganza. Rescató a su hermana y las dos decidieron matar a Itis, el hijo que Proene había tenido con Tereo, desollaron su cadáver, lo cocinaron y se lo hicieron comer a su padre. Cuando Tereo hubo terminado, Filomela apareció con la cabeza de Itis y le hicieron saber que se lo había comido. Tereo persiguió a las asesinas, pero los dioses decidieron convertir a los tres humanos en aves. Tereo se transformó en abubilla, Filomela en ruiseñor y Proene en golondrina.

Eliot, siguiendo una tradición, representa el canto del ruiseñor con un «jug, jug», entendido como un resto aún de la queja de la violada contra el agresor y también como un eco sexual (de ahí «oídos sucios») y que apenas modifico fonéticamente por un «yag, yag».

[31] Compárese con parte III, v. 195. (N. del A.)

[32] Compárese con Webster: «¿Está el viento en esa puerta aún?». (N. del A.)

Eliot, en una nota un tanto solipsista, nos recuerda otra obra de John Webster (véase la nota al verso 74), en concreto The Devil’s Law Case (La causa del diablo, III, ii, 148).

[33] Aunque Eliot no lo comenta en sus notas, es muy posible que en esta repetición de la palabra «nada» estuviera pensando en otra obra de Shakespeare, en concreto El rey Lear (1606), donde, desde el primer hasta el último acto, la palabra «nada» funciona como detonante de toda la tragedia. De hecho, el recuerdo de la música de la canción de Ariel en el verso 125 (véase al respecto la nota al verso 48) parece salvar momentáneamente al personaje de la desolación conyugal que le rodea, de esa «nada» que es la imposibilidad de elevación y de comunicación. En la edición facsímil del manuscrito editada por Valerie Eliot pueden rastrearse referencias evidentes a El rey Lear.

[34] Compárese con parte I, v. 37, 48. (N. del A.)

[35] El ragtime al que hace referencia es una canción popular de 1912, con letra de Gene Buck y Herman Ruby y música de David Stamper.

[36] Compárese con la partida de ajedrez en Women Beware Women de Middleton. (N. del A.)

[37] Se trata de una frase formular, se entiende que dicha por un camarero en el pub, a punto de cerrar y donde tiene lugar la conversación.

[38] Este último verso evoca unas palabras de Ofelia, enloquecida tras cantar una canción y poco antes de ahogarse, en Hamlet, IV, v.

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