sábado, 3 de abril de 2021

"El sermón del fuego" - T.S. Eliot (La tierra baldía, 1922)

 III. EL SERMÓN DEL FUEGO [39]

 

El dosel del río se ha roto; los últimos dedos de follaje

tratan de agarrarse y se hunden en la orilla húmeda. El viento

atraviesa desoído la tierra parda. Las ninfas se han ido.

Fluye suave, dulce Támesis, hasta que mi canción acabe[40].

El río ya no lleva botellas vacías, papel de bocadillo,

pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas

ni otros testigos de noches de verano. Las ninfas se han ido.

Y sus amigos, vagos herederos de ejecutivos de la City[41]

—se han ido y no han dejado señas.

En la orilla del Leman me senté y lloré[42]…

Fluye suave, dulce Támesis, hasta que mi canción acabe,

fluye suave, dulce Támesis, pues no hablo alto ni extenso.

Pero a mi espalda en un golpe frío oigo[43]

un estallido de risa muda y la percusión de huesos.


Una rata se deslizó en la vegetación

fregando el vientre viscoso en la orilla

mientras estaba yo pescando en el canal sombrío

una tarde de invierno ahí tras la fábrica de gas

pensando en el naufragio de mi hermano el rey

y en la muerte de mi padre el rey antes de él[44].

Blancos cuerpos desnudos en el suelo bajo y húmedo

y huesos echados en un desván seco y exiguo

cada año revueltos por pasos de rata tan solo.

Pero a mi espalda de vez en cuando oigo[45]

el fragor de bocinas y motores, que en primavera[46]

llevarán a Sweeney[47] con Mrs. Porter.

Cómo brillaba la luna en Mrs. Porter[48]

y en su hija

los pies se lavaban con agua de soda

Et O ces voix d’enfants, chantant dans la coupole[49]!

 

Twit twit twit[50]

Yag yag yag yag yag yag

Tan brutalmente forzada.

Tereo

 

Ciudad irreal

bajo la neblina sepia de un mediodía de invierno

Mr. Eugenides, el mercader de Esmirna

sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas[51]

(C.i.f[52]. Londres: documentos a la vista),

me propuso en un francés demótico

comer en el Cannon Street Hotel

y pasar luego un fin de semana en el Metropole.

 

En la hora violeta, cuando los ojos y la espalda

se levantan de la mesa, cuando el motor humano aguarda

como un taxi resollando en espera,

yo, Tiresias, aunque ciego, resollando entre dos vidas[53],

viejo con arrugados pechos de mujer, puedo ver,

en la hora violeta, la hora del atardecer que se afana

hacia casa, y a casa devuelve del mar al marinero[54],

a casa la secretaria para el té, que prepara el desayuno, enciende

el fogón y saca comida enlatada.

En la ventana se tienden peligrosas

sus combinaciones, secándose con el último sol,

se apilan en el diván (cama, de noche)

medias, zapatillas, camisas y sujetadores.

Yo, Tiresias, viejo de arrugadas tetas,

contemplé la escena y predije el resto

—aguardaba también al huésped anunciado.

Él, joven forunculoso, llega,

empleado de una pequeña agencia, con mirada altiva,

uno de esos advenedizos tan arrogantes

como un sombrero de copa en un nuevo rico de Bradford.

El momento es ya propicio, imagina,

la cena terminada, ella aburrida y cansada,

intenta atraerla con caricias

que si bien no desea, aún no rechaza.

Sofocado y decidido, se abalanza de golpe;

las manos exploran sin obstáculo,

su vanidad no requiere respuesta

y acepta con gusto la indiferencia.

(Y yo Tiresias todo lo he sufrido de antemano,

todo lo ocurrido en esta cama o diván,

yo que me senté a los pies del muro de Tebas

y caminé entre los muertos más profundos).

Concede un último e indulgente beso,

busca a tientas la puerta, no hay luz en el rellano…

 

Ella se vuelve y se mira un momento en el espejo,

apenas consciente del amante que se aleja;

su mente consiente medio pensamiento:

«Bueno, ya está: me alegro de que haya pasado».

Cuando bella mujer pierde la cabeza[55]

y pasea luego por su cuarto a solas,

se alisa el pelo sin darse cuenta

y pone un disco en la gramola.

 

«Me seguía esa música sobre las aguas[56]»

y a lo largo del Strand, Queen Victoria Street arriba.

Oh, ciudad, ciudad, oigo a veces

al lado de un pub en Lower Thames Street

el dulce lamento de una mandolina

y el ruido y la cháchara adentro

donde los pescaderos se distraen a mediodía: donde los muros

de Magnus Martyr albergan[57]

un misterioso esplendor de jónicos blanco y oro.

 

                        El río suda[58]

                        aceite y brea

                        las barcas derivan

                        con el cambio de marea

                        velas rojas

                        grandes

                        a sotavento, ríen en el mástil.

                        Las barcas barren

                        troncos flotantes

                        Greenwich Reach abajo

                        la Isle of Dogs pasada.

                                     Weialala leia

                                     Wallala leialala

 

                        Elizabeth y Leicester[59]

                        batiendo remos

                        la popa formaba

                        una concha dorada

                        rojo y oro

                        el agua picada

                        en las ribas olea

                        viento del sudoeste

                        corriente abajo engolfaba

                        el repique de campanas

                        torres blancas

                                               Weialala leia

                                               Wallala leialala

 

«Tranvías y sucias ramas.

Highbury me alumbró. Richmond and Kew[60]

me deshizo. En Richmond me alcé de rodillas

supina en el fondo de una estrecha canoa».

 

«Tengo los pies en Moorgate y el corazón

bajo los pies. Tras el suceso

él lloró y prometió “un nuevo comienzo”.

No hice ningún comentario. ¿A qué reprochárselo?»

«En Margate Sands.

No puedo conectar

nada con nada.

Las uñas rotas de manos sucias.

Mi gente sencilla gente que no espera

nada».

         la la

 

Vine entonces a Cartago[61]

 

Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo[62]

Oh Señor tú me arrancas[63]

Oh Señor tú arrancas

 

Ardiendo


(Traducción de Agustí Bartra i Lleonart, 1977)


NOTAS

[39] El título, como indica Eliot en su nota al verso 308, procede de un sermón de Buda con el mismo título.

[40] Véase Spenser, «Prothalamion». (N. del A.)

Eliot concreta el origen de este verso en el «Prothalamion» (1596) del poeta isabelino Edmund Spenser (1552-1599), un epitalamio —un canto nupcial— donde se reitera «Sweet Themmes run softly, till I end my Song» («Dulce Támesis, fluye suave, hasta que mi canción acabe.»).

[41] La City es el distrito financiero de Londres, de ahí que deje la denominación original.

[42] Probablemente un eco del Salmo 137:

junto a los ríos de Babel

estábamos sentados y llorando, recordando a Sión.

[43] Según indica Eliot en su nota al verso 196, esta imagen procede del poema «To His Coy Mistress» («A su recatada amante») del poeta metafísico Andrew Marvell:

But at my back I always hear

Time’s winged charriot hurrying near.

 

Que puede traducirse como:

Tero a mi espalda no dejo de oír

cómo el alado carro del tiempo acecha.

[44] Compárese con La tempestad, I, ii. (N. del A.)

Eliot señala de nuevo La tempestad, ahora el momento en que Fernando (I, ii, 388-393) oye por primera vez las canciones de Ariel y piensa en el naufragio de su padre Alonso, rey de Nápoles:

Where should this music be? I’ the’air or th’ earth?

It sounds no more; and sure it waits upon

Some god o’ th’ island. Sitting on a bank,

Weeping again the King my father’s wrack

This music crept by me upon the waters,

Allaying both their fury and my passion

With its sweet air.

 

Doy la versión de Marcelo Cohen y Graciela Speranza en Shakespeare, Obra completa IV, Romances, Debolsillo, Barcelona, 2012, p. 621:

¿De dónde viene esta música? ¿De la tierra

o el aire? No se oye más; y seguramente sirve

a un dios de la isla. Sentado en un ribazo,

llorando el naufragio de mi padre, el rey,

esta música onduló por las olas hasta mí,

mitigando a un tiempo con dulzura

su furia y mi pasión.

[45] Compárese con Marvell, «Το His Coy Mistress». (N. del A.)

[46] Compárese con Day, Parliament of Bees:

Cuando atento escuches de pronto

un ruido de cuernos y caza, que traerá

a Acteon con Diana en primavera,

cuando todos verán su piel desnuda…(N. del A.)

En su nota a este verso, Eliot nos remite al poema The Parliament of Bees (El parlamento de las abejas, 1641) del poeta isabelino John Day (1574-1640).

[47] Sweeney es uno de los personajes cómico-sórdidos, habitual de los prostíbulos, de la poesía anterior de Eliot, en concreto aparece en «Sweeney Erect» y «Sweeney Among the Nightingales» (Poems, 1920, un libro intermedio entre Prufrock y La tierra baldía). Aquí la relación de Sweeney con Mrs. Porter, probablemente dueña de un prostíbulo, parece una actualización irónica del mito de Diana y Acteón, aludido en el poema de Day. Acteón espió a Diana cuando se bañaba desnuda en un bosque y, como castigo, la diosa lo convirtió en ciervo y lo persiguió con una jauría de perros hasta despedazarlo. Lo cuenta Ovidio en las Metamorfosis (III, 198-252).

[48] No conozco el origen de la balada de la que proceden estos versos: me la refirieron como procedente de Sidney, Australia. (N. del A.)

[49] Véase Verlaine, Parsifal (N. del A.)

Como indica Eliot, se trata del último verso del soneto de Paul Verlaine titulado «Parsifal» (1886) y se puede traducir como: «Ah y esas voces de niños cantando bajo la cúpula».

El poema hace referencia a Parsifal (1882), la ópera de Richard Wagner basada en el poema épico de Wolfram von Eschenbach sobre el mito artúrico del caballero Perceval y el Rey Pescador. Véase al respecto la nota sobre el título del poema.

[50] Eliot vuelve a recordar el canto del ruiseñor y la violación de Filomela. El término inglés twit, que se refiere al piar o al gorjeo de un ave, está suficientemente extendido en nuestra época como para tener que traducirlo por un embarazoso «pío pío» o «chui chui».

[51] El precio de las pasas incluía «coste, seguro y transporte hasta Londres»; y el conocimiento de embarque, etcétera, se daba al comprador después del pago de un giro a la vista. (N. del A.)

[52] C.i.f. es el acrónimo inglés de «cost, insurance and freight» (coste, seguro y cargamento), utilizado para el transporte de bienes.

[53] Tiresias, aunque es un mero espectador y no propiamente un protagonista, es no obstante el personaje más importante del poema y el que vertebra a todos los demás. Del mismo modo que el mercader tuerto, vendedor de pasas, se confunde con el marinero fenicio, y éste no se diferencia del todo de Fernando, príncipe de Nápoles, todas las mujeres son una sola mujer y ambos sexos se reúnen en Tiresias. Lo que ve Tiresias es, de hecho, la sustancia del poema. El pasaje entero de Ovidio tiene un gran interés antropológico:

… Cum lunone iocos et «maior vestra prefecto est

Quarn quae contingit maribus», dixisse, «voluptas».

Illa negat; placuit quae sit sententia docti

Quarere Tiresiae: Venus huic erat utraque nota.

Nam dúo magnorum viridi coeuntia silva

Corpora serpentum baculi violaverat ictu

Deque viro factus, mirabile, femina septem

Egerat autumnos; octavo rursus eosdem

Vidit et «est vestrae si tanta potentia plagae»,

Dixit «ut auctoris sortem in contraria mutet,

Nunc quoque vos feriam!» percussis anguibus isdem

Forma prior rediit genetivaque venit imago.

Arbiter hic igitur sumptus de lite iocosa

Dicta lovis firmat; gravius Saturnia iusto

Nec pro materia fertur doluisse suique

ludicis aeterna damnavit lumina nocte,

At pater omnipotens (neque enim licet imita cuiquam

Facta deifecisse deo) pro lumine adempto

Scire futura dedit poenamque levavit honore. (N. del A.)

Según quiere la leyenda, un día Tiresias vio a unas serpientes apareándose, las golpeó para apartarlas y de pronto se convirtió en mujer. Siete años más tarde hizo lo mismo con otras serpientes y volvió a ser un varón. Al haber encarnado los dos sexos, fue solicitado para mediar en una discusión entre Hera y Zeus —Juno y Jove en Roma— acerca de quién gozaba más, si el hombre o la mujer. Tiresias contestó que la mujer sentía mucho más placer. Hera, indignada, le dejó ciego, pero Zeus le compensó otorgándole el don de la profecía. Desde entonces, Tiresias es un mediador entre los sexos, entre dioses y hombres y entre muertos y vivos.

En su nota, Eliot da la versión de Ovidio en las Metamorfosis (III, 316-338), que podemos traducir así:

… divirtiéndose con juno: «Vuestro placer es mayor

que el que sentimos nosotros los varones», le dijo.

Ella lo niega y acuerdan pedir el juicio al docto

Tiresias, conocedor de una y otra Venus.

Pues había visto a dos grandes serpientes acopladas

en el bosque y con el bastón las golpeó

y, oh maravilla, de hombre se hizo mujer

durante siete otoños, al octavo las volvió a ver

y dijo: «Si es tanta la fuerza de vuestro poder

como para revertir la suerte del ejecutor,

ahora también os hiero». Golpeadas las serpientes,

recuperó la forma primera y cobró la imagen nativa.

Elegido pues como árbitro de la lid jocosa,

aprueba lo dicho por Jove; demasiado se dolió Saturnia

y fuera de medida condenó al juez a una noche eterna.

El padre omnipotente (no siendo lícito que los hechos

de un dios los deshaga otro) por la luz perdida

le da la visión del futuro y con la gloria alivia la pena.

[54] Quizás esto no corresponda exactamente a los versos de Safo, pero yo tenía en mente al pescador de bajura o de bote que regresa al anochecer. (N. del A.)

En su nota, Elíot se refiere a un fragmento (104.a L-P) de Safo. Doy la versión de Joan Ferraté en Líricos griegos arcaicos, Barcelona, Seix Barral, 1968:

Estrella de la tarde, que a casa

llevas cuanto dispersó la Aurora clara:

llevas a casa a la oveja,

llevas a casa a la cabra,

y de la madre a la hija separas.

Puestos a encontrar asociaciones, hay también en esos versos algo que recuerda al final del poema «Requiem» (1887) de Robert Louis Stevenson:

Here he lies where he longed to be;

Home is the sailor, home from the sea,

And the hunter home from the hill.

Yace aquí donde quería estar;

vuelve a casa el marinero, a casa del mar

y a casa vuelve el cazador de la colina.

[55] Véase Goldsmith, la canción en El vicario de Wakefield. (N. del A.) Eliot nos remite a una canción que sale en El vicario de Wakefield (1762), la novela de Oliver Goldsmith (1730-1774):

When lovely woman stoops to folly,

And finds too late that men betray,

What charm can soothe her melancholy

What art can wash her guilt away?


[Cuando bella mujer pierde la cabeza

y tarde sabe que los hombres traicionan,

¿qué magia puede calmar su tristeza,

qué arte puede lavar su culpa?]

En la traducción, he intentado mantener ese giro irónico hacia la canción que el oído detecta en el original inglés.

[56] Véanse las notas a los versos 191-192.

[57] El interior de Saint Magnus Martyr es a mi juicio uno de los mejores interiores de Wren. Véase The Proposed Demolition of Nineteen City Churches (P. S. King & Son Ltd.). (N. del A.)

Sir Christopher Wren (1632-1723) fue un arquitecto y científico inglés, recordado sobre todo por su trabajo de reconstrucción de muchas iglesias de Londres tras el gran incendio de 1666, entre ellas la de Saint Magnus Martyr.

[58] La canción de las (tres) hijas del Támesis empieza aquí. Desde el verso 292 hasta el 306 incluido hablan por turnos. Véase Götterdämmerung, III, i: las hijas del Rin. (N. del A.)

Según dice Eliot en su nota, éstas son las canciones de las tres hijas del Támesis, que no sabemos quiénes son y que el propio Eliot compara con las ondinas de El crepúsculo de los dioses (1876) de Richard Wagner, cuyo canto es ese «weialala leía» que se repite en estos versos.

[59] Véase Froude, Elizabeth, vol. I, cap. IV, carta de De Quadra al rey Felipe de España:

Por la tarde estábamos en un barca, mirando los juegos en el río. [La reina] estaba sola con lord Robert y conmigo en la popa, cuando empezaron a decir tonterías, hasta tal punto que lord Robert al fin dijo que, puesto que yo estaba ahí, no había ninguna razón para que no se casaran si a la reina le placía. (N. del A.)

La obra a la que hace referencia Eliot en su nota es History of England from the Fall of Wolsey to the Death of Elizabeth (Historia de Inglaterra desde la caída de Wolsey hasta la muerte de Isabel, 1856-1870) del historiador James Anthony Froude (1818-1894), en concreto al volumen titulado Reign of Elizabeth (Reinado de Isabel, 1863). Se trata de la reina Isabel I Tudor (1533-1603), llamada la reina virgen porque nunca se casó. Uno de sus muchos pretendientes fue Robert Dudley, primer conde de Leicester.

[60] Compárese con Purgatorio, v. 133:

Ricorditi di me, che son la Pia;

Siena mi fe’, disfecemi Maremma.(N. del A.)

Eliot nos remite de nuevo a Dante, al canto V del Purgatorio (vv. 130-136), a un célebre parlamento de una mujer llamada Pia dei Tolomei, a quien su marido, en el sur de la Toscana, encarceló, torturó y envenenó:

«Deh, quando tu sarai tornato al mondo,

e riposato della lunga via»,

seguitó il terzo spirito al secondo,

«ricorditi di me che son la Pia:

Siena mi fé; disfecemi Maremma:

salsi colui che ’nnanellata pria

disposando m’avea con la sua gemma».

 

Que podemos traducir como:

[«Cuando hayas vuelto al mundo

y descansado del largo viaje»,

siguió el tercer espíritu al segundo,

«acuérdate de mí que soy Pia:

Sienna me alumbró, me deshizo Maremma,

lo sabe aquel que me desposó

anillándome con su gema».]

[61] Véase san Agustín, Confesiones: «Vine entonces a Cartago, donde un hervidero de amores profanos me cantaba en los oídos». (N. del A.)

El pasaje de las Confesiones de san Agustín que cita aquí Eliot (III, i, I) trata básicamente sobre la satisfacción del deseo sexual.

[62] El texto completo del Sermón del Fuego de Buda (que equivale en importancia al Sermón de la Montaña) del que provienen estas palabras, está traducido en el libro del difunto Henry Clarke Warren Buddhism in Translation (Harvard Oriental Series). Mr. Warren fue uno de los grandes pioneros del estudio del budismo en Occidente. (N. del A.)

Eliot cita El Sermón del Fuego de Buda según la versión inglesa de Henry Clarke Warren (1854-1899) en Buddhism in Translation (Budismo en traducción, Cambridge, Harvard University Press, 1896).

[63] Otra vez de las Confesiones de san Agustín. La ubicación de estos dos representantes del ascetismo oriental y occidental, así como la culminación de esta parte del poema, no es casual. (N. del A.)

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