miércoles, 12 de agosto de 2020

"Visiones de las hijas de Albión" - William Blake

(sección final)

Oothoon esperó en silencio el día entero y la noche.
Al despuntar el alba reanudó sus lamentos y las Hijas de Albión escucharon la expresión de su miseria e hicieron eco a sus suspiros.
¡Urizen, creador de los hombres, confundido demonio del cielo! ¡Lágrimas son tus dichas! Vano es tu esfuerzo de crear hombres según tu imagen. ¿Cómo podría una dicha absorber a otra? ¿No existen acaso alegrías distintas, santas, eternas, infinitas? Y cada una es un Amor.
¿No ríe grande la boca ante el obsequio? ¿Los finos párpados se mofan del trabajo que supera todo pago y vas a elegir al simio como consejero? ¿Al perro como maestro de tus hijos? Quien desdeña la pobreza y quien se aparta con aborrecimiento de la usura ¿sienten idéntica pasión? ¿Se conmueven del mismo modo?
¿Cómo podría el dador de regalos experimentar las delicias del mercader? ¿Cómo el ciudadano industrioso, los dolores del campesino? ¡Qué diferentes son ambos del engordado mercenario de vacuo tambor, que reduce los campos y granos a la esterilidad y canta en el zarzal! ¡Cómo difieren sus ojos y sus oídos! ¡Qué diferente es para los dos el mundo! ¿Con qué propósito exige el sacerdote al campesino su trabajo? ¿Cuáles son sus redes, sus redes y trampas? Le envuelve de fríos diluvios abstractos y de bosques de soledad para que levante castillos y torres en que reyes y sacerdotes habrán de morar.
La que rebosa de juventud y carece de destino cierto se ve unida por artilugios legales a quien aborrece ¿ha de arrastrar la cadena de la vida con anhelo cansado? ¿Han de oscurecer sus criminales pensamientos el claro cielo de su eterna primavera? ¿Engendrará la ira invernal de un implacable terror que lleva a la locura al verse sujeta al cetro que todo el día pesa sobre sus encogidos hombros? ¿Pasará sus noches dando vueltas a la rueda del falso deseo y a los anhelos que despiertan su seno al aborrecido nacimiento de querubines con forma humana, que viven una enfermedad, mueren como el meteoro y desaparecen?
El niño vive con quien odia y realiza hechos que le repugnan; usando su fuerza, el azote impuro planta su semilla, que dará lugar al nacimiento prematuro para que sus ojos por siempre puedan contemplar las flechas del día.
¿Venera el cachalote tus umbrales como el perro hambriento? ¿Husmea la presa de la montaña con la boca entera sumida en el océano? ¿Disciernen sus ojos la nube fugitiva como los ojos del cuervo? ¿Mide los espacios como el halcón? ¿Puede la araña móvil contemplar los acantilados del águila, ocultos a sus pequeños? ¿Se regocija la mosca porque llega la cosecha? ¿Acaso el águila no desprecia la tierra y desecha los tesoros que cubre? Pero el topo sabe lo que allí hay y el gusano ya te lo dirá: ¿no erige él una columna para que no vaya a desmontarse el cementerio y un palacio eterno ante las quijadas de la tumba voraz?
Sobre su pórtico constan estas palabras: ¡Aprovechen la bendición, hombres, que dulces serán sus paladares y dulces sus renovadas alegrías infantiles! ¡Infancia intrépida, lujuriosa y dichosa que anida en regazos placenteros buscando placer! ¡Inocencia! Sincera, abierta, curiosa de probar las alegrías de la luz matinal; abierta a la bendición virginal que te enseño la modestia, la sutil modestia. Hija de la noche y el sueño ¿Fingiste al despertar desconocer tus alegrías secretas o dormías al revelarse ese misterio?
Luego te adelantaste, modesta virgen que sabes disimular, llevando redes que bajo tu almohada hallaste para cazar con ella la virginal felicidad y marcarla con fuego como prostituta para venderla en la noche silenciosa que no deja escapar ni un susurro y que en apariencia duerme. Sueños religiosos y santas vísperas encienden tus fuegos humeantes. En otros tiempos tus fuegos fueron hinchados por los ojos de la honesta mañana ¡y mi Theotormón busca tan hipócrita modestia! ¡Tan enterada, astuta, secreta, temerosa, prudente y temblorosa hipócrita! iDe modo que Oothoon es en verdad una prostituta! ¡Y todas las dichas virginales de la vida son cosa de meretriz! Theotormón apenas es el sueño del enfermo y Oothoon la mañosa esclava de la egoísta beatitud. Pero no: Oothoon no es eso, sino una virgen plena en virginales fantasías dada a la alegría y a la delicia, en cuanto aparece la belleza. Sí en el sol de la mañana la hallo, a ella se adhieren mis ojos en feliz cópula. Y si la encuentro en el tibio atardecer, cansada del trabajo; me siento en un banco para gozar los placeres que me otorga esta dicha que libre ha nacido.
¡El momento del deseo! ¡El momento del deseo! La virgen que anhela un hombre, abrirá su seno a inmensos goces en las sombras secretas de su estancia y el joven apartado del sensual placer olvidará generar y crear una amorosa imagen a la sombra de sus cortinas y entre los pliegues de su almohada silenciosa. ¿No son estos los lugares de la religión y las recompensas de la continencia? ¿Las propias delicias de la propia negación? ¿Por qué buscas la religión?
¿Es porque los actos no son bellos y buscaste la soledad donde la horrible penumbra queda marcada con los reflejos del deseo? ¡Padre de los Cielos, que la tierra te maldiga! ¿Por qué has enseñado a Theotormón algo tan condenable? Hasta que la belleza se desvanezca que mis hombros sombríos y expulsados, una solitaria sombra llorará en la ribera de la falta de identidad. Exclamo: ¡Amor! ¡Amor! ¡Amor, felicísimo amor, libre como el viento de la montaña! ¿Puede ser amor esto de beberse a otro como la esponja absorbe agua? ¿Esto, que nubla con celos sus noches y con llantos el día entero? ¿Lo que causa tejer una red de edades a su alrededor?
¿Gris y cano? ¡Oscuro!
Hasta que sus ojos se emborrachan con el fruto que sale ante la vista. ¡Así es el amor de sí mismo que todo lo envidia! Es un reptante esqueleto de ojos como lámparas, que vigila el tieso lecho matrimonial. Pero sedosas mallas y trampas de cortejos sembrará Oothoon para atrapar muchachas de dulce plata o de furioso oro y ofrecértelas en un cascabel, a tu lado me tumbaré para presenciar sus desenfrenados juegos, sus encantadoras cópulas, bendición sobre bendición, con Theotormón. Roja cono la rosada mañana, voluptuosa como el primer rayo del día, Oothoon verá sus preciosas delicias, que ya no cubrirá la nube celosa, llegar al cielo del generoso amor, libre de la plaga egoísta.
¿Pasea el sol vestido en gloria por el suelo secreto donde el frío avaro extiende su oro? ¿Se posa la nube refulgente ante su pétreo umbral? ¿Pueden sus ojos contemplar el rayo que aporta expansión al ojo piadoso? ¿Se atará a si mismo, junto al buey ante tu frío surco? ¿Acaso el cálido rayo no mancha al murciélago, al búho, al tigre resplandeciente, monarca de la noche?
El ave marina aprovecha la bocanada de aire invernal para cubrirse con ella y la serpiente salvaje, el lodo pestilente para engalanarse con gemas y oro Árboles, pájaros, bestias y hombres contemplan sus goces imperecederos. ¡Incorpórense, altas sesgadas, y canten su alegría infantil! ¡Incorpórense para beber su bendición, que todo cuanto existe es sagrado! Así es como cada mañana se lamenta Oothoon. Pero Theotormón permanece inmóvil junto al océano, conversando con las horrendas sombras. Las Hijas de Albión escuchan los lamentos de Oothoon y devuelven en eco sus suspiros...

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