Oothoon esperó en silencio el día entero y la noche.
Al despuntar el alba reanudó sus lamentos y las Hijas de
Albión escucharon la expresión de su miseria e hicieron eco a sus suspiros.
¡Urizen, creador de los hombres, confundido demonio del
cielo! ¡Lágrimas son tus dichas! Vano es tu esfuerzo de crear hombres según tu
imagen. ¿Cómo podría una dicha absorber a otra? ¿No existen acaso alegrías
distintas, santas, eternas, infinitas? Y cada una es un Amor.
¿No ríe grande la boca ante el obsequio? ¿Los finos párpados
se mofan del trabajo que supera todo pago y vas a elegir al simio como consejero?
¿Al perro como maestro de tus hijos? Quien desdeña la pobreza y quien se aparta
con aborrecimiento de la usura ¿sienten idéntica pasión? ¿Se conmueven del mismo
modo?
¿Cómo podría el dador de regalos experimentar las delicias del
mercader? ¿Cómo el ciudadano industrioso, los dolores del campesino? ¡Qué
diferentes son ambos del engordado mercenario de vacuo tambor, que reduce los campos
y granos a la esterilidad y canta en el zarzal! ¡Cómo difieren sus ojos y sus
oídos! ¡Qué diferente es para los dos el mundo! ¿Con qué propósito exige el
sacerdote al campesino su trabajo? ¿Cuáles son sus redes, sus redes y trampas?
Le envuelve de fríos diluvios abstractos y de bosques de soledad para que
levante castillos y torres en que reyes y sacerdotes habrán de morar.
La que rebosa de juventud y carece de destino cierto se ve
unida por artilugios legales a quien aborrece ¿ha de arrastrar la cadena de la
vida con anhelo cansado? ¿Han de oscurecer sus criminales pensamientos el claro
cielo de su eterna primavera? ¿Engendrará la ira invernal de un implacable
terror que lleva a la locura al verse sujeta al cetro que todo el día pesa
sobre sus encogidos hombros? ¿Pasará sus noches dando vueltas a la rueda del
falso deseo y a los anhelos que despiertan su seno al aborrecido nacimiento de
querubines con forma humana, que viven una enfermedad, mueren como el meteoro y
desaparecen?
El niño vive con quien odia y realiza hechos que le
repugnan; usando su fuerza, el azote impuro planta su semilla, que dará lugar
al nacimiento prematuro para que sus ojos por siempre puedan contemplar las
flechas del día.
¿Venera el cachalote tus umbrales como el perro hambriento? ¿Husmea
la presa de la montaña con la boca entera sumida en el océano? ¿Disciernen sus
ojos la nube fugitiva como los ojos del cuervo? ¿Mide los espacios como el halcón?
¿Puede la araña móvil contemplar los acantilados del águila, ocultos a sus
pequeños? ¿Se regocija la mosca porque llega la cosecha? ¿Acaso el águila no
desprecia la tierra y desecha los tesoros que cubre? Pero el topo sabe lo que
allí hay y el gusano ya te lo dirá: ¿no erige él una columna para que no vaya a
desmontarse el cementerio y un palacio eterno ante las quijadas de la tumba
voraz?
Sobre su pórtico constan estas palabras: ¡Aprovechen la
bendición, hombres, que dulces serán sus paladares y dulces sus renovadas alegrías
infantiles! ¡Infancia intrépida, lujuriosa y dichosa que anida en regazos
placenteros buscando placer! ¡Inocencia! Sincera, abierta, curiosa de probar
las alegrías de la luz matinal; abierta a la bendición virginal que te enseño
la modestia, la sutil modestia. Hija de la noche y el sueño ¿Fingiste al
despertar desconocer tus alegrías secretas o dormías al revelarse ese misterio?
Luego te adelantaste, modesta virgen que sabes disimular,
llevando redes que bajo tu almohada hallaste para cazar con ella la virginal
felicidad y marcarla con fuego como prostituta para venderla en la noche
silenciosa que no deja escapar ni un susurro y que en apariencia duerme. Sueños
religiosos y santas vísperas encienden tus fuegos humeantes. En otros tiempos
tus fuegos fueron hinchados por los ojos de la honesta mañana ¡y mi Theotormón
busca tan hipócrita modestia! ¡Tan enterada, astuta, secreta, temerosa,
prudente y temblorosa hipócrita! iDe modo que Oothoon es en verdad una
prostituta! ¡Y todas las dichas virginales de la vida son cosa de meretriz!
Theotormón apenas es el sueño del enfermo y Oothoon la mañosa esclava de la
egoísta beatitud. Pero no: Oothoon no es eso, sino una virgen plena en
virginales fantasías dada a la alegría y a la delicia, en cuanto aparece la
belleza. Sí en el sol de la mañana la hallo, a ella se adhieren mis ojos en
feliz cópula. Y si la encuentro en el tibio atardecer, cansada del trabajo; me
siento en un banco para gozar los placeres que me otorga esta dicha que libre
ha nacido.
¡El momento del deseo! ¡El momento del deseo! La virgen que
anhela un hombre, abrirá su seno a inmensos goces en las sombras secretas de su
estancia y el joven apartado del sensual placer olvidará generar y crear una
amorosa imagen a la sombra de sus cortinas y entre los pliegues de su almohada
silenciosa. ¿No son estos los lugares de la religión y las recompensas de la
continencia? ¿Las propias delicias de la propia negación? ¿Por qué buscas la
religión?
¿Es porque los actos no son bellos y buscaste la soledad donde
la horrible penumbra queda marcada con los reflejos del deseo? ¡Padre de los
Cielos, que la tierra te maldiga! ¿Por qué has enseñado a Theotormón algo tan
condenable? Hasta que la belleza se desvanezca que mis hombros sombríos y expulsados,
una solitaria sombra llorará en la ribera de la falta de identidad. Exclamo:
¡Amor! ¡Amor! ¡Amor, felicísimo amor, libre como el viento de la montaña! ¿Puede
ser amor esto de beberse a otro como la esponja absorbe agua? ¿Esto, que nubla
con celos sus noches y con llantos el día entero? ¿Lo que causa tejer una red
de edades a su alrededor?
¿Gris y cano? ¡Oscuro!
Hasta que sus ojos se emborrachan con el fruto que sale ante
la vista. ¡Así es el amor de sí mismo que todo lo envidia! Es un reptante esqueleto
de ojos como lámparas, que vigila el tieso lecho matrimonial. Pero sedosas
mallas y trampas de cortejos sembrará Oothoon para atrapar muchachas de dulce
plata o de furioso oro y ofrecértelas en un cascabel, a tu lado me tumbaré para
presenciar sus desenfrenados juegos, sus encantadoras cópulas, bendición sobre
bendición, con Theotormón. Roja cono la rosada mañana, voluptuosa como el
primer rayo del día, Oothoon verá sus preciosas delicias, que ya no cubrirá la
nube celosa, llegar al cielo del generoso amor, libre de la plaga egoísta.
¿Pasea el sol vestido en gloria por el suelo secreto donde
el frío avaro extiende su oro? ¿Se posa la nube refulgente ante su pétreo
umbral? ¿Pueden sus ojos contemplar el rayo que aporta expansión al ojo piadoso?
¿Se atará a si mismo, junto al buey ante tu frío surco? ¿Acaso el cálido rayo
no mancha al murciélago, al búho, al tigre resplandeciente, monarca de la
noche?
El ave marina aprovecha la bocanada de aire invernal para cubrirse
con ella y la serpiente salvaje, el lodo pestilente para engalanarse con gemas
y oro Árboles, pájaros, bestias y hombres contemplan sus goces imperecederos. ¡Incorpórense,
altas sesgadas, y canten su alegría infantil! ¡Incorpórense para beber su
bendición, que todo cuanto existe es sagrado! Así es como cada mañana se
lamenta Oothoon. Pero Theotormón permanece inmóvil junto al océano, conversando
con las horrendas sombras. Las Hijas de Albión escuchan los lamentos de Oothoon
y devuelven en eco sus suspiros...
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