Nacimiento de
Mayakovski
Que aprendan los contemporáneos a escribir
y también los historiadores imbéciles.
"Un notable poeta vivió una vida mezquina y
sin interés."
Yo sé,
no pronunciarán mi nombre los pecadores
asfixiándose en el infierno.
Mi telón en el Gólgota
no se bajará con el aplauso de los popes.
Mejor
me beberé mi café por la mañana
en este espléndido parque de verano.
En el día de mi llegada
en el cielo de Belén,
no encenderán ninguna señal.
Nadie molestó las tumbas
donde duermen los magos de pelo rizado.
El día de mi llegada
fue como todos los días,
absolutamente igual,
igual hasta las náuseas.
Y nadie intentó señalar
a la lejana estrella inoportuna.
Estrella,
¿no le da pereza brillar en vano?
¿Si no es
en el día del nacimiento de un hombre,
para qué diablos debo adorar a esa estrella?
Juzguen ustedes mismos:
pescaremos el pez hablador
con los hilos de la fantasía
y cantaremos,
cantaremos,
la suerte dorada de los pescadores.
Cómo no he de cantarme a mí mismo
si yo,
todo entero,
soy un absoluto prodigio,
si cada uno de mis movimientos
es un inmenso e inexplicable milagro.
¡Mírenme de ambos costados,
asómbrense!
Estas estrellas de cinco puntas
se llaman "manos".
Un par de espléndidas manos.
Observen:
puedo elegir el mejor cuello
y rodearlo con una sola mano.
Abran el cofre del cráneo
y saldrán chispas de su inteligencia.
¿Hay acaso algo que yo no pueda hacer?
¿Quieren?
Puedo inventar un nuevo animal
que camine con tres patas y dos colas.
¿Quieren?
Me pueden besar.
El que me ha besado
dirá si hay jugo más dulce que mi saliva.
Y envuelta en ella se encuentra
mi espléndida lengua roja.
"¡Oh - oh - oh!"
Puedo alzar la voz muy alto.
"¡Ah - ah - ah!"
Puedo bajar blandamente la voz.
No puedo calcularlo todo.
Pero por último,
puedo cambiar el invierno en verano
y el agua en vino.
Si alguien me tocara el pecho,
bajo la lana de mi chaleco
palpita un puño extraordinario.
Si golpea a la derecha,
es un casamiento.
Si golpea a la izquierda,
se estremecen los espejismos.
¿Qué prodigios podría hacer con mi amor?
¿Quién se acostará ebrio en las noches festivas?
Una lavandería.
Las lavanderías.
Todo mojado.
Podría alegrarme de ver tantas pompas de jabón.
Miren
cómo desaparecen tornasoladas.
¿Quiénes son
las hijas del cielo y de la aurora?
Una panadería.
El panadero.
Hizo el pan.
¿Quién es el panadero?
Con harina dibuja un círculo y resulta una rosca.
Y de pronto
los panes
arquean sus lomos crocantes.
Él juega con los panes.
Todo en él es amor.
Una zapatería.
El zapatero.
Entra un mendigo y un canalla.
Les hace falta algún remiendo.
Miro
y a los guelles de las botas les hace falta un detalle.
Ya está coronado.
Es un príncipe,
alegre y hábil.
Soy yo que despliego el corazón como una bandera
y hago milagros en el increíble siglo XX.
Los peregrinos abandonaron su camino a la tumba del Señor.
Quedó desierta la antigua Meca de los fieles.
La vida de Mayakovski
Inquietos por el llanto de banqueros,
señores y señoras en su cubil
salieron,
haciendo sonar el oro.
"Si el corazón es todo en la vida,
para qué,
para qué se junta el dinero."
¿Cómo se atreven a cantar?
¿Quién les ha dado el derecho?
¿Quién les ordenó intimar con los días?
¡Encierren el cielo en cañerías!
¡Tuerzan la tierra en sinuosas calles!
Yo me vanagloriaba,
tengo manos.
Debería tomar el fusil
y no perder el tiempo con las caricias del verano.
¡Entonces no tiene remedio!
Así quedaré brusco y tajante como un erizo.
¡Lengua, escupe los chismes!
Acorralado en un rincón terrestre
arrastro mi yugo cotidiano
y en el cerebro suena implacable:
"la ley",
y en el corazón otra cadena:
"la religión".
La mitad de mi vida ya ha pasado y ahora no me libraré
de los mil ojos de la vigilancia del carcelero,
linternas, linternas, linternas...
Estoy prisionero.
¡No tengo salvación!
Prisionero de la tierra maldita.
A todos los bañaría con mi amor.
Y mi casa sería un Océano.
Grito...
y nada.
Suena el llavero.
Aparece la mueca del carcelero.
Arroja por la mirilla
un pedazo de carne podrida.
Lanzo una exclamación y luego una carcajada.
Delirio con delirio febril.
Suena encadenado a mis pies
el peso del globo terrestre.
Cerraron mis ojos,
con llave de oro.
No les hace falta un ciego.
Para siempre
estoy encerrado
en la oscuridad de esta novela sin sentido.
¡Abajo la carga pesada,
de las falsas invenciones!
¡Viva la rebelión de las musas condenadas!
Los que creen en los pavos reales,
si no son más que un invento de Brehem.
Los que creen en las rosas,
si son inventadas por ociosos botánicos,
transmitan de generación en generación
mi descripción impecable de la tierra.
Rompiendo el arco de los meridianos,
y de las latitudes del atlas,
cruzan espumantes
los francos
los rublos
los dólares
los yenes
y los marcos,
sonando su oro cambiante.
Se hunden los genios, los caballos, las gallinas,
se hunden los elefantes, los violines.
Las cosas pequeñas y grandes.
Y oigo el sonido pegajoso
en el oído,
en la garganta,
en la nariz, en todas partes:
"¡Socorro!"
Nadie oye este gemido inaccesible.
En el centro
de una alfombra rodeada de un fleco impasible,
cual una isla de flores,
está él,
el Vencedor Todopoderoso,
mi rival,
mi enemigo invencible.
De elegante pantalón rayado de seda,
con lunares delicados en sus finas medias,
la corbata de colores,
y el chaleco cruzado
por una cadena.
Todos se rinden a su alrededor.
Pero como en el cielo,
en honor de su raza claman:
¡Bra-a-vo!
¡Vi-i-va-a!
¡Urra-ah!
¡Ban-Zey!
¡Hoj!
¡Hip-hip!
¡Vive!
¡Osanna!
A los profetas los acusan de un poder atronador.
Son imbéciles.
Es que él lee a Locke.
Le gusta.
Sacude la barriga a fuerza de carcajadas,
y echan luces los dijes de su cadena de oro.
Quedamos mudos
escuchando de pie
la historia de Grecia.
Pensamos,
¿será posible,
dónde,
cuándo?
Pero al finado Fidias le ordenaron:
-¡Quiero,
mujeres corpulentas de mármol!
Son las cuatro,
es un buen pretexto:
-"Esclavos,
quiero almorzar de nuevo."
Y Dios, su fiel cocinero,
inventa faisanes de arcilla.
Se estira
y continúa la labor.
Modela una hembra hecha para el amor.
-"¿Quieres conseguir la estrella
más valiosa del firmamento?"
Y he aquí, para él,
una legión de Galileos asciende
a las estrellas por los ojos de los telescopios.
Se estremece el cuerpo de las revoluciones,
cambian los arrieros de nuevas tropillas humanas,
pero a ti dueño de corazones sin coronar,
no te arrasa ningún motín.
La pasión de
Mayakovski
¿Escuchan?
¿Oyen el relincho de los caballos?
¿Oyen?
¿Oyen las bocinas de los automóviles?
Son los ciudadanos
que van de compras en el reinado de la abundancia.
Hay un desborde de gente
y yo voy perdido entre la multitud,
afligido y sollozante,
trato de mantener los frenos.
Pero me prendo de faldas y polleras.
¿Qué es eso?
¿Eres tú?
mientes fingiéndote una santulona.
Siento mi ojo enrojecido
como un farol rosado de una casa pública.
-¿Para qué te hago falta?
¡Espera!
Yo conozco alegrías más dulces.
Bajas con orgullo el bosque de tus pestañas.
¡Espera!
Te fuiste...
Allá, por encima de las cabezas está Él.
Le brilla el cráneo.
Tiene la calvicie lustrosa.
Brilla con resplandor.
En el dedo meñique
lleva en la última falange
un brillante sobre el dedo velludo.
Son tres pelos.
Ella se acercó,
se inclinó sobre su mano,
besándola con los labios,
murmurando:
"A un pelito lo llamaron "la flautita",
a otro le decían "la nubecita",
y al tercero, con resplandor increíble,
le bautizaron con otro nombre
recién inventado por mí."
(Traducción de Lila Guerrero).
(Traducción de Lila Guerrero).
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