martes, 30 de junio de 2020

"La canción del pastor feliz" - William Butler Yeats

Los bosques de la Arcadia yacen muertos,
su lejana alegría ya no existe;
de sueños se nutría el mundo antiguo;
hoy es verdad gris su juego de colores
pero aún vuelve su rostro intranquilo:
con todo, oh hijos hastiados del mundo,
de las incontables cosas que mudan
siguiendo la cascada melodía
que Cronos canturrea, solamente
las palabras son un bien indudable.
¿Dónde están ya los reyes aguerridos
que del Verbo se burlaban? Por Dios,
¿dónde están ya los reyes aguerridos?
Una palabra vana es hoy su gloria
dicha por el colegial balbuciente
que lee alguna historia enrevesada:
los reyes de antaño ahora están muertos;
incluso la errante tierra puede ser
sólo una palabra que breve luce,
casi inaudible en el sonoro espacio,
y perturba el ensueño interminable.

No adores, pues, hazañas polvorientas
ni quieras –pues esto es cierto también–
ansiar intensamente la verdad,
no sea que tus afanes alimenten
sueños y sueños: la verdad no existe
sino en tu propio corazón. No busques
el vano conocer de esos ilusos
que con sus cristales ópticos siguen
las sendas rotatorias de los astros.
Ni busques, pues esto es cierto también
palabra alguna de ellos. La ruina
de una estrella rompió sus corazones:
muerta está toda su verdad humana.
Ve y coge junto al bullente mar
una concha espiral que abrigue un eco,
y narra junto a sus labios tu historia,
pues ellos te podrán reconfortar
con arte melodioso repitiendo
tus palabras de queja unos instantes
hasta que el canto compasivo acabe
y una fraternidad de nácar muera.
Sólo las palabras son un bien cierto:
canta entonces, que esto es cierto también.

Tengo que marchar: hay una sepultura
en la que ondean narcisos y lirios,
quisiera complacer al pobre fauno
que yace bajo el suelo soñoliento
con cantos de alegría antes del alba.
Coronó el gozo sus ruidosos días
y todavía sueño que huella el césped
caminando espectral sobre el rocío,
penetrado de mi alegre cantar,
mis canciones de aquella juventud
soñadora de la ya anciana tierra:
pero ¡ah! ya ella no sueña. ¡Sueña tú!
Bellas son las amapolas en la cumbre.
Sueña, sueña, que esto es cierto también.

De "Crossways" (1889).

Traducción de Antonio Rivero Taravilla.



«The song of the happy shepherd»

The woods of Arcady are dead,
and over is their antique joy;
of old the world on dreaming fed;
grey truth is now her painted toy;
yet still she turns her restless head:
but O, sick children of the world,
of all the many changing things
in dreary dancing past us whirled,
to the cracked tune that Chronos sings,
words alone are certain good.
Where are now the warring kings?
An idle word is now their glory,
by the stammering schoolboy said,
reading some entangles story:
the kings of the old time are dead;
the wandering earth herself may be
only a sudden flaming word,
in clanging space a moment heard,
troubling the endless reverie.

Then nowisse worship dusty deeds,
nor seek, for this is also sooth,
to hunger fiercely after truth,
lest all thy toiling only breeds
new dreams, new dreams; there is no truth
saving in thine own heart. Seek, then,
no learning from the starry men,
who follow with the optic glass
the whirling ways of stars that pass―
seek, then, for this is also sooth,
no word of theirs―the cold star-bane
has cloven and rent their human truth.
Go gather by the humming sea
some twisted, echo-harbouring shell,
and to its lips thy story tell,
and they their comforters will be,
rewording in melodious guile
thy fretful words a little while,
till they shall singing fade in ruth
and die a pearly brotherhood;
for words alone are certain good:
sing, then, for this is also sooth.

I must be gone: there is a grave
where daffodil and lily wave;
and I would please the hapless faun,
buried under the sleepy ground,
with mirthful songs before the dawn.
His shouting days with mirth were crowned;
and still I dream he treads the lawn;
walking ghostly in the dew,
pierced by my glad singing through,
my songs of old earth’s dreamy youth:
but ah! she dreams not now, dream thou!
For fair are poppies on the brow:
dream, dream, for this is also sooth.

domingo, 28 de junio de 2020

"Arrabal" - Guillaume Apollinaire

Al final estás cansado de este mundo antiguo

Pastora oh torre Eiffel el rebaño de los puentes bala esta mañana

Estás harto de vivir en la antigüedad griega y romana

Aquí hasta los automóviles parecen antiguos
sólo la religión se mantuvo nueva la religión
se mantuvo simple como los hangares de Port-Aviation

Sólo tú no eres antiguo en Europa oh cristianismo
el europeo más moderno es usted papa Pío X
y a ti las ventanas te observan la vergüenza no te deja
entrar en una iglesia y confesarte esta mañana
lees prospectos catálogos carteles que cantan muy alto
ahí está la poesía esta mañana y para prosa están los diarios
están las entregas a 25 centavos llenas de aventuras policiales
retratos de grandes hombres y mil títulos varios
Esta mañana vi una linda calle cuyo nombre olvidé
nueva y limpia del sol ella era el clarín
los directores los obreros y las bellas mecanógrafas
de lunes a sábado pasan cuatro veces por día
de mañana tres veces gime la sirena
una campana rabiosa ladra al mediodía
las inscripciones de los letreros y de los paredones
las placas los avisos a manera de loros gritones
me gusta la gracia de esta calle industrial
situada en París entre la calle Aumont-Thiéville y la avenida des Ternes

Ahí está la calle joven y eres apenas un niño
tu madre sólo te viste de azul y de blanco
eres muy devoto y con el más antiguo de tus compañeros René Dalize
nada les gusta más que las pompas de la Iglesia
son las nueve la luz de gas es tenue muy azul salen del dormitorio a escondidas
rezan toda la noche en la capilla del colegio
mientras que eterna y adorable profundidad amatista
gira por siempre la gloria ardiente de Cristo
es el lirio hermoso que todos cultivamos
es la antorcha pelirroja que no apaga el viento
es el hijo pálido y bermejo de la madre dolorosa
es el árbol frondoso de todos los rezos
es la doble horca del honor y de la eternidad
es la estrella de seis picos
es Dios que muere el viernes y resucita el domingo
es Cristo que sube al cielo mejor que los aviadores
detenta el récord mundial de la altura 

Pupila Cristo del ojo
vigésima pupila de los siglos él sabe cómo hacerlo
y vuelto pájaro este siglo como Jesús sube en el aire
los diablos en los abismos levantan la cabeza para verlo
dicen que imita a Simón Mago en Judea
gritan si sabe volar llámenlo volado
los ángeles revolotean alrededor del lindo volatinero
Ícaro Enoch Elías Apolonio de Tiana
flotan alrededor del primer aeroplano
a veces se apartan para dejar pasar a los que lleva la Santa Eucaristía
esos sacerdotes que suben eternamente levantando la hostia
al fin sin cerrar sus alas el avión aterriza
y el cielo se llena de un millón de golondrinas
a todo vuelo vienen halcones búhos cuervos
llegan de África ibis marabúes flamencos
el ave Roc cantada por narradores y poetas
planea llevando en sus garras el cráneo de Adán la primera cabeza
el águila se lanza dando un grito
y de América viene un colibrí chiquito
de China vinieron los pihis ligeros y largos
que sólo tienen un ala y vuelan apareados
y aquí está la paloma espíritu inmaculado
que escoltan el ave lira y el pavo ocelado
el fénix esa hoguera que se engendra a sí misma
por un instante vela todo con su ardiente ceniza
las sirenas dejaron los estrechos peligrosos
y llegan cantando las tres algo hermoso
y todos fénix águila y pihis de China
con la máquina que vuela fraternizan 

Ahora caminas por París muy solo entre la masa
rebaños de autobuses mugiendo cerca pasan
la angustia del amor te aprieta la garganta
como si nunca más fueran a amarte
si vivieras en los tiempos antiguos entrarías en un monasterio
se avergüenzan cuando se sorprenden rezando
te burlas de ti y como el fuego del Infierno tu risa chisporrotea
las chispas de tu risa doran el fondo de tu vida
es un cuadro colgado en un museo sombrío
y a veces vas a mirarlo de cerca

Hoy caminas por París las mujeres están ensangrentadas
era y quisiera no acordarme era la decadencia de la belleza
Rodeada de llamas fervientes Notre-Dame me miró en Chartres
la sangre del Sacré-Coeur de ustedes me inundó en Montmartre
estoy enfermo de oír las palabras bienaventuradas
el amor del que sufro es una enfermedad silenciada
y la imagen que te posee te hace sobrevivir en el insomnio y en la angustia
está siempre cerca tuyo esa imagen que pasa 

Ahora estás a la orilla del Mediterráneo
bajo los limoneros que florecen todo el año
con tus amigos paseas en barco
uno es nizardo hay un mentoniano y dos turbiascos
miramos los pulpos de las profundidades con horror
y entre las algas nadan peces imágenes del Salvador 

Estás en el jardín de una posada en las afueras de Praga
te sientes feliz hay una rosa sobre la mesa
y observas en vez de escribir tu cuento en prosa
la cetonia que duerme en el centro de la rosa

Despavorido te ves dibujado en las ágatas de Saint-Vit
estabas triste a morir el día que te viste ahí
pareces Lázaro trastornado por la luz
las agujas del reloj del barrio judío giran al revés
y tú también retrocedes en tu vida lentamente
subiendo al Hradchin y de noche escuchando
cantar canciones checas en las borracherías

Aquí estás en Marsella entre sandías 

Aquí estás en Coblenza en el hotel del Gigante

Aquí estás en Roma sentado bajo un níspero

Aquí estás en Ámsterdam con una chica que te parece linda y que es fea
debe casarse con un estudiante de Leiden
se alquilan cuartos en latín Cubicula locanda
me acuerdo pasé tres días ahí y tres en Gouda

Estás en París ante el juez de instrucción
como a un criminal te encierran en la prisión 

Hiciste viajes dolorosos y gozosos
antes de darte cuenta de la mentira y de la edad
sufriste de amor a los veinte y a los treinta años
viví como un loco y perdí mi tiempo
ya no te atreves a mirarte las manos y a cada rato yo quisiera sollozar
por ti por la que amo por todo lo que te horrorizó

Miras con ojos llenos de lágrimas a esos pobres emigrantes
creen en Dios rezan las mujeres amamantan a los hijos
llenan con su olor el hall de la estación Saint-Lazare
tienen fe en su estrella como los reyes magos
esperan ganar plata en Argentina
y volver a su país después de haber hecho fortuna
una familia lleva un edredón rojo como ustedes llevan su corazón
ese edredón y nuestros sueños son igual de irreales
algunos de esos emigrantes se quedan aquí y se alojan
en las calles des Rosiers o des Écouffes en pocilgas
suelo verlos de tarde salen a tomar aire
se mueven raramente como piezas de ajedrez
hay sobre todo judíos sus mujeres usan pelucas
y se quedan sentadas exangües en el fondo de los negocios

Estás de pie ante el estaño de un bar crapuloso
tomas por diez centavos un café entre desgraciados

Estás de noche en un gran restaurante

Esas mujeres no son malas tienen preocupaciones no obstante
todas hasta la más fea hizo sufrir a su amante

Ella es hija de un sargento de policía de Jersey

Yo no había visto sus manos que son duras y se tuercen

Siento una inmensa piedad por las costuras de su vientre 

Ahora humillo a una pobre muchacha de risa horrible mi boca 

Estás solo la mañana va a llegar
los lecheros hacen tintinear sus jarros en las calles
la noche se aleja como una mestiza hermosa
es Ferdine la falsa o Léa la mimosa 

Y bebes ese alcohol ardiente como tu vida
tu vida que bebes como un aguardiente

Caminas hacia Auteuil quieres ir a tu casa a pie
dormir entre tus fetiches de Oceanía y de Guinea
son Cristos de otra creencia y con otras figuras
son los Cristos inferiores de esperanzas oscuras 

Adiós Adiós 

Sol cuello cortado

(Traducción de Mariano Fiszman)

"Retrato de Guillaume Apollinaire"; Pablo Picasso; 1913.


martes, 23 de junio de 2020

"Adiós" - Arthur Rimbaud

¡El otoño ya! — Pero por qué añorar un sol eterno, si estamos empeñados en el descubrimiento de la claridad divina — lejos de las gentes que mueren a lo largo de las estaciones.
El otoño. Nuestra barca erguida en las brumas inmóviles vira hacia el puerto de la miseria, la ciudad enorme bajo el cielo manchado de fuego y de lodo. ¡Ah!, ¡los harapos podridos, el pan mojado por la lluvia, la embriaguez, los mil amores que me crucificaron! ¡Jamás terminará por tanto esta vampiro reina de millones de almas y de cuerpos muertos y que serán juzgados! Vuelvo a mirar mi piel roída por la suciedad y la peste, los cabellos y las axilas llenos de gusanos y gusanos más grandes todavía en el corazón, disperso entre los desconocidos sin edad, sin sentimiento... Hubiera podido morirme de eso... ¡Horrorosa evocación! Execro la miseria.
¡Y temo el invierno porque es la estación del confort!
— A veces veo en el cielo playas sin fin, cubiertas de blancas naciones jubilosas. Un gran navío de oro, por encima de mí, agita sus banderas multicolores bajo las brisas de la mañana. Yo creé todas las fiestas, todos los triunfos todos los dramas. Traté de inventar flores nuevas, nuevos astros, nuevas carnes, nuevos idiomas. Creí poder adquirir poderes sobrenaturales. ¡Y bien!, ¡debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos! ¡Una hermosa gloria de artista y de narrador apasionado!
¡Yo!, ¡yo que me llamé mago o ángel, dispensado de toda moral, soy devuelto a la tierra, con un deber que buscar y la realidad rugosa por abarcar! ¡Campesino!
¿Me engaño? ¿La caridad será para mí hermana de la muerte?
En fin, pediré perdón por haberme sustentado de mentiras. Y sigamos.
¡Pero ni una mano amiga! ¿Y dónde encontrar ayuda?
——————
Sí, la hora nueva es por lo menos muy severa.
Porque puedo decir que la victoria me ha sido dada: el rechinar de dientes, los silbidos de fuego, los suspiros pestilentes se moderan. Todos los recuerdos inmundos se borran. Mis últimas añoranzas se esfuman —celos de los mendigos, de los bandoleros, los amigos de la muerte, los retrasados de toda laya—. Condenados, ¡si yo me vengase!
Es necesario ser absolutamente moderno.
Nada de cánticos: mantener el terreno ganado. ¡Dura noche! La sangre seca humea sobre mi rostro, ¡y detrás de mí sólo tengo este horrible arbolito!... El combate espiritual es tan brutal como la batalla de los hombres, pero la visión de la justicia es únicamente el placer de Dios.
Mientras tanto, es la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y de real ternura. Y en la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades.
¡Qué hablaba yo de mano amiga! Una buena ventaja es poder reírse de los viejos amores engañosos, y cubrir de vergüenza esas parejas mentirosas —vi el infierno de las mujeres allá—; y me será posible poseer la verdad en un alma y un cuerpo.

(Une saison en enfer, 1873.)
Traducción de Raúl Gustavo Aguirre


(Recita: Julien Le Gargasson)

domingo, 21 de junio de 2020

Cae la lluvia como si fuera la última

Cae la lluvia como si fuera la última,
una lluvia nunca vista,
cae la lluvia como si fuera la última,
poco importa en este pueblo o el siguiente,
cae la lluvia como si fuera la última,
no bendice los campos porque no es esa su función,
moja
moja
moja
y seguimos sin llegar a destino
ni a ninguna parte
cae la lluvia como si fuera la última
negamos el desconcierto del camino
porque nos recordaba el propio
y el caminante anhela el destino,
no el andar;
cae la lluvia como si fuera la última,
como si pudiera enfriar un poco más la noche
las gotas son centinelas del frío
las estrellas simplifican el deleite
cae la lluvia como si fuera la última
cae exhausta la mañana.

Leonard Cohen "Songs of love and hate", 1971.


sábado, 20 de junio de 2020

"Ascensión; Mayakovski en el cielo; regreso; a los siglos; final" - Vladimir Mayakovski

Ascensión de Mayacovski

Soy poeta.
Enseñen a los niños que el sol se levanta
detrás de los pilares del Este.
En el tálamo de amor aparece la cabeza
querida con sus pocos pelitos.
Lancé a lo alto una flecha de desafío.
¡Quítate esa sonrisa!
Mi corazón busca el balazo, y la garganta
delira con una navaja.
Es la pesadilla deshilvanada del demonio
en la que crece mi angustia.
Me persigue,
me atrae con su abismo el agua del mar.
Me arrojaría también desde cualquier techo.
Las nieves me rodean.
Las nieves me cubren,
crecen, hacen espuma, caen
de nuevo en el hielo cae una esmeralda escarchada.
Tiembla mi alma.
Entre los hielos está ella aprisionada,
y no puede salir.
Así embrujado,
iré caminando por las orillas del Neva.
Doy un paso,
y nuevamente estoy en el mismo lugar.
Corro,
pero es en vano.

De pronto me encontré ante un edificio.
Se alzó detrás de las ventanas de hielo,
en un amanecer redondo.
Allá voy.

Maulló un gato.
Arde la luz nocturna
de la farmacia de turno.
Toco el timbre.
¡Boticario!
¡Boticario!
Esperé colgado de mis propios hombros.

Crecieron,
se turbaron mis pensamientos,
crecieron enredados
como cuernos de ciervos.
Manché el piso de llanto.
Me hinqué de rodillas,
llorando mi paraíso perdido.

¡Boticario!
¡Boticario!
¡Boticario!
¡Déme de beber algo!
¿Cómo puedo hacer,
para beberme hasta el fin la angustia del corazón?
¿Habrá en el cielo virgen, infinito,
o en el Sahara delirante,
o en un desierto enloquecido,
un asilo para celosos?

Detrás de los frascos y las probetas
hay tantos secretos.
Tú conoces la más alta justicia.
¡Boticario!
Ayúdame para que sin dolor,
emigre mi alma al cielo.

Me extiende un frasco,
veo un cráneo.
"Veneno"
debajo dos huesos cruzados.

¿A quién se lo da?
Si yo soy inmortal,
tu huésped es extraordinario.
Los ojos ya no ven.
Estoy mudo,
cierro la puerta detrás de él,
y bien:
¿qué hacer ahora?
¡No faltaba más,
con un veneno perecer intoxicado!

Una turbia suposición
cruzó la mente del tonto boticario.
En las ventanas, los curiosos.
Se oyen voces.

Y de pronto,
asciendo a los aires,
pasando los mostradores.
El techo se abre solo, sin dificultad.

Chillidos.
Ruido.
¡Sobre la casa hay uno colgado!
Ya estoy sobre la casa. ¡Paso!
Veo la iglesia al atardecer,
la cruz iluminada. ¡Paso!
La cima de los árboles y el bosque.
Graznan los cuervos. ¡Paso!

¡Estudiantes!
Todo lo que aprendimos es un cuento.
Y también todo lo que enseñamos.
La Física, la Química y la Astronomía,
son un cuento.

Si se me antoja volar,
vuelo por las nubes.
Y voy a todas partes,
y puedo estar donde quiero,
asombrando la rutina de todas las baladas poéticas.

Canten ahora al nuevo demonio con alas,
de saco americano,
y brillo en sus zapatos amarillos.

Mayakovski en el cielo

¡Alto!
Tiro sobre las nubes
las cosas pesadas
de mi cuerpo cansado.
No hay muchos lugares cómodos.
Hasta ahora, por aquí no estuve.

Observo.
¿Y esa superficie lamida
es el tan decantado cielo?

Veamos, veamos.

Brillaba,
centelleaba,
se deslizaba,
un rumor de nubes,
silenciosas,
incorpóreas,
“la donna é móbile
cual piuma al vento”.
¿Aquí,
en estas blanduras celestiales,
también escuchan la música de Verdi?

Veo en las nubes una ventana.
Miro.
Están cantando los ángeles.
Los ángeles viven bien.
Están acomodados.
Uno de ellos se acerca,
y muy amable,
rompe mi sueño mudo.
“¿Qué tal, cómo le va,
Vladimiro Vladimirovich,
le gusta este abismo celeste?”
Y yo le contesto en el mismo tono:
“un abismo espléndido,
un abismo admirable”.

Al principio me irritaba todo.
No hay un solo rincón cómodo.
No hay diarios, ni té.
Después, me fui acostumbrando al cielo,
paulatinamente.
Salgo a ver lo que pasa,
por si han llegado otros después de mi.
“¿Usted también aquí?”
Lo abracé alegremente.
“¡Salud, Vladimir Vladimirovich!”
“¿Qué tal, cómo se suicidó?
¿Ahora está bien?
¿Está mejor?”

¡Con que esas bromitas tenemos!

Me gustó.
Me puse de pie en la entrada.
Y si llegaba algún muerto,
algún conocido,
lo acompañaba,
para mostrarle las luces estelares
de la grandiosidad del escenario universal.

La estación central de los sucesos
tenía un embrollo de cables y enchufes,
palancas y manijas.
-Aquí,
detienen su holganza los mundos- dicen.
Aquí
dan vuelta más rápido la manija del tiempo,
“más rápido” piden
para que se muera el mundo más pronto.
Me río de tanto apuro.
Si quieren, riegan la tierra de sangre.
¡Qué les importa!
“Al diablo con ellos,
que rieguen,
¡qué importa!”

Aquí está –dicen
el depósito principal de rayos de luz.
-Aquí,
el depósito de estrellas muertas
desde el cual se arrojan al espacio.
-Por aquí un viejo plano,
no se sabe de quién,
el primer dibujo frustrado de una ballena.

Todos están ocupados en serio.
Alguien remienda las nubes.
Otro agrega calor a la chimenea del sol.
Todo en tremendo orden.
Tranquilos, jerárquicos.
No se empujan entre sí.
Por otra parte, no hay necesidad.
Al principio se enojaban,
anda sin hacer nada.
Yo estoy aquí por el corazón.
¿Pero aquí dónde está
si no tenemos cuerpo?
Les propuse:
“si quieren,
me acostaré sobre las nubes
y me ocuparé de contemplar a todos”.
“¡No!” –me dicen. “No nos conviene”.
“¿No les conviene? Como quieran.
Yo les propongo”.

Los fuelles del tiempo aprietan los instantes,
y el Año Nuevo ya está listo.
-Desde aquí
se arroja y desciende tronando,
cada Año en el terrible tobogán del tiempo.

Yo no llevo la cuenta de las semanas.
Nosotros,
conservados en los marcos del tiempo,
no dividimos el amor en días,
no cambiamos los nombres de los seres amados.

Me calmé.
Me acosté en las arenas,
iluminado por los rayos de la luna,
serenándome en el mar agitado de los sueños.
Como si una playa del sur,
recién muda y silenciosa,
avanzara y me cubriese la eternidad del mar,
cruzándome de caricias.

Regreso de Mayakovski

¡Pasaron uno, dos, cuatro, ocho, dieciséis, mil millones de horas!
¡Levántate,
suficiente!

Ya salió el sol,
hasta cuando vas a estar tirado y mudo.
Murmuro entre sueños:
“¿Por qué gritan?
¿Quién se atreve a hacer ruido,
dentro de mi corazón?”

Es de día o de noche.
Sigue igual,
la luz blanquecina de los sueños.

¿Cuántos siglos habrán pasado?
Los días se pierden, en la lejanía,
y pienso,
mirando la vía láctea:
¿No será esa mi barba blanca,
canosa, extendida?

Caen las estrellas.
Empiezo a mirar,
y veo más allá,
como caen vertiginosamente sobre la tierra.

En el corazón se despertaron
envidias olvidadas,
y el cerebro ocioso
construyó su fantasía.
-Ahora en la tierra
debe haber novedades.
Colgaron en las aldeas
las primaveras perfumadas.
Cada ciudad debe estar iluminada.
Canta la cofradía
de los alegres de mejillas sanas.

La angustia reaparece,
cada vez más tajante.

Una nube suntuosa se alza,
a lo lejos se ilumina otra,
pero continuamente me obsesiona
la proximidad
de no sé que rostro terrenal.

Esforzándome
busco la tierra entre otros puntos lejanos.

¡Allí está!
Distingo los mares,
y las montañas con sus picos de cóndores.

A mi lado está mi padre.
Tal como era,
únicamente el uniforme de guardabosque
un poco más ajustado,
y algo gastado en los codos.

Está irritado.
También está mirando la tierra.
Y me dice en voz baja:
“en el Cáucaso,
seguramente empieza la primavera”.

Pasa un grupo incorpóreo
que aburrimiento produce.

Se revela la maldad del apache.

-“Padre”, -le digo.
Me aburro.
Me aburro, padre.
A los poetas imbéciles
los conquistan con la promesa del cielo.
En fila aparecen
las condecoraciones de estrellas.

¡Sol!
¿Para qué extiendes tu manto?
¿Crees que eres un cardenal?
Sígueme,
igual no tienen pies en el cielo,
no van a ensuciar los caminos,
no les hacen falta las galochas
como en el barro de la tierra.

¡Estrellas!
Dejen de trenzar la corona de espinas
del martirio de toda la tierra.
Se fueron con el aire enrojecido.
¿Quién resplandece
con sus alas en las inmensidades de la tierra?
¡Es el amanecer!
¡Alto!
Que vamos por el mismo camino.

A veces me extiendo como un arco iris
y otras veces sigo con la cola enroscada de un cometa.
¿Para qué voy a jugar más,
asqueándome tanto?
¿Qué horrores guardo en secreto?

Estoy mostrando al mundo
varios números de entretenimiento
con rapidez inverosímil.
El alma de los deshabitados
hace tiempo está llena
con los recuerdos del pasado.
Veo un puñado de mundos
ciudades repartidos sobre ellos.

El oído alcanza a distinguir voces.

¡Me lancé en vuelo!
¡Abajo! ¡Llegué!

“¡Salud, viejita!
Resbalé en el asfalto,
ya me levanto”.

Todos se asombran.
No es de sus medidas
este viajero de los cielos.

Voces:
“¡Miren:
debe ser el pintor del techo!
¡Cayó bien!
Es duro ganarse así el pan de la vida”.

Y de nuevo la multitud
siguió detrás de sus asuntos
rodando con las voces del día.

¡Oh, si la garganta pudiese
lanzar un alarido más fuerte
que el ruido de las ciudades más altas!
¿Quién se apoderará de las calles, sublevadas?
¿Quién podrá desenredar
millares de enredos?
¿Quién detendrá
en el aire y el humo
horadando con los aviones el hollín del cielo?

Desde las cumbres del Ecuador
pasando por Chicago
hasta cruzar la ciudad de Tambov
ruedan los rublos.
Estirándose
corren todos
horadando con su cuerpo
las montañas
los mares y las calles.

Aquel mismo con calvicie
conduce de manera invisible
como principal maestro de baile
el can-can universal.
A veces con el aspecto de una idea,
otras con la pinta del diablo
y muchas otras con el resplandor de dios
que está detrás de las nubes.

Más despacio, filósofos.
Yo sé,
no discutan
sobre las fuentes de la vida.
Para qué romper y arruinar los días
como si fueran las hojas del calendario.
¿Debemos tenerles lástima?
¿Y a mi quién me tiene?
Los parques se tragaron los bulevares,
los jardines y los suburbios.

¡Anticuario!
Muéstreme, quiero comprar un puñal.
¡Qué dulce es sentir
que estoy en vísperas de mi venganza!

Mayakovski a los siglos

¿Adónde voy?
¿Para qué?
Corro por centésima vez,
por las calles zumbando como un colmenar.

Los ojos vuelan con su mirada por cien ventanas,
y veo, es penosa,
absurda
y mezquina
la intimidad ajena.
La ciudad apaga
sus vitrinas y ventanas.
Estoy cansado, abrumado.

Únicamente las nubes
desentrañas sus moles,
bajo el crepúsculo
verdugo-sangriento.

Veo un puente feérico.
Subo
y en terrible inquietud,
contemplo todo desde allá.
Recuerdo,
estuve de pie sobre el puente.
Ese brillo
se llamaba entonces, el neva.

Aquí hubo una ciudad,
una ciudad absurda,
arrancada del humo,
de un bosque de chimeneas.
En esta misma ciudad
comenzaron las noches
brumosas, blancas, brumosas.

Fue a fines de Julio.
Encendido por el insomnio
deliraba murmurando algo,
a veces veía la cruz roja
del camión de la asistencia pública,
otras veces me perseguía el estampido de un balazo.

Callaba y volvía.
Yo sé.
Al que es como yo
se calienta fácilmente,
desde luego, pero sin embargo,
es algo salvaje
ver continuamente el mismo rostro
en cada farol, en cada objeto.
¿Quién tuvo una obsesión semejante?

Y veo sobre la casa
cómo bajas tú por un arriesgado declive
y los rayos del sol los juntas en haces.
Me acerco a través de la bruma
y desapareces en mis propias narices.
De nuevo estoy de pie, mudo y absorto.

Los trasnochadores de la ciudad
ya se debandan.
Siento su voz,
hasta su respiración,
hasta el olor de su piel
y creo que es un fantasma,
pero está viva.
Avanza de pronto,
surge del aire.
Le es poco estar sola.
Viene con un cortejo
y mi corazón revive,
y vuelve a caer pesado.
De nuevo renacen en mí
todos los tormentos terrenales.
De nuevo,
¡viva mi sublime locura!

Los faroles están en medio de la calle.

Las calles se parecen
y como si fuera desde un nicho
sale la cabeza modelada de un caballo.
-¿Oiga,
esta es la calle Yukovsky?

Me miran como los niños miran a un esqueleto.
Los ojos grandes eluden la mirada.

Por ella anduvo Mayakovski mil años.

“Aquí se suicidó
en la puerta de su amada”.
¿Quién?
¿Yo me suicidé?
¡Cuentos!
Corazón, modélate de nuevo,
con alegría resplandeciente.
Vuelo hacia su ventana.
Estoy acostumbrado al cielo.
¡Es tan alto!

Subo piso por piso.
Me paso y vuelvo.
Entro. Miro detrás de la cortina.
Está todo igual.
El dormitorio es el mismo.

Pasaron miles de años
y ella está igual, juvenil.
Está acostada.
El cabello suelto.
La luna azulada.
Un instante…
no era la luna,
era la calvicie del marido a su lado.

¡Los encontré!

Ahora que duermen,
mi mano aprieta el puñal,
me aproximo cauteloso, observando.
Y de nuevo
siento que amo.
Retrocedo,
voy cediendo al amor, a la compasión.

¡Buenos días!
Encendieron las luces.
Veo dos ojos salientes.
“-¿Quién es usted?”
“-Yo, Nicoláev, el ingeniero.
Esta es mi casa.
¿Y usted quién es?
¿Por qué se mete con mi mujer?”

La habitación es ajena.
Tembló la mañana,
con un tic en la comisura de los labios.
Me miraba una mujer,
ajena y desnuda.

Salgo corriendo,
destrozado de sombras,
enorme, desmelenado.
Camino por la pared
cubierta por la luna.
Los vecinos salen de sus cuartos
ajustando los batones.
Paso golpeando con los tacos.
A golpes echo al portero a un rincón.
“-¿La del 42,
a dónde se ha ido?”
“-El cartelito dice:
entraron por la ventana
y estaban todos tirados,
cuerpo sobre cuerpo”.

¿Y ahora a dónde voy?
¡A donde mis ojos me lleven!
¿Al campo?
¡Al campo!
¡Tra-la-la-la-la-lá!
¡Tra-la-la-la-la-lá!

La cuerda ajusta su nudo en mi garganta.
Me quemaré en este verano abrasador.
Suenan los grilletes en mis manos
de este amor de poder milenario.

Se acabará el mundo,
desaparecerán todos,
y entonces aquel,
que mueve la vida,
me iluminará sobre la oscuridad del planeta
usando su último rayo de sol
y estaré yo, de pie,
solo con mi dolor,
agudo y rodeado de fuego,
de la fogata inapagable
de este absurdo amor.

Final

Recibe en tu inmenso seno,
nuevamente,
a este desamparado.
¿Y ahora cómo está el cielo?
¿Cuál es mi estrella?
Miles de iglesias
bajo mis pies
elevaron su voz
y entonaron en el mundo:
“¡descansa en paz!”

(Traducción de Lila Guerrero).