domingo, 14 de agosto de 2016

Elogio al infierno de una dama

I

Ahora, solo me queda 
imaginarme que te inventé,
afirmaré con certeza suprema
que te abriste paso
hasta el fondo del mar.

Me convenzo mil veces
que son fantasía tus cabellos en llamas
iluminando la caverna
del último Ciego.

Me abrazo a la seguridad
de que tu brillo es mentira,
que no desquiciaste las puertas de mi casa
y dejaste un sendero donde había un laberinto.

Desactivo el mareo de la sábana
y apago el eco de tu nombre
nunca fatigado de taladrar,
de ensordecer, de percutir, de hechizar.

Me obligo a ignorar
la moraleja de tus quejidos,
la metafísica de tus pantorrillas,
la hermenéutica de tus ronquidos,
la alegoría de nuestro sudor.

Buscaré entonces
en el vacío nuestro de cada día
otra sombra que resuene 
con los decibeles de tus pasos.

Encontraré al fin
esa nueva versión del olvido
para desbaratar el diseño de tus ojos
que importune de una vez
(con la precisión de la lluvia sobre el océano)
la estridencia grabada a fuego
de tu nunca fortuita
y siempre esperada aparición.



II

Pienso tu sexo
la ilustre cavidad resbalosa
víctima del delicado y despiadado
ardid, primaveral como el nombre.

Año luz recorrido
hormona volátil
el peso del minuto
visto en el verso justo.

Aún no encontré 
placer ni pena
que oxigene los inmóviles rincones
-inmóviles-
de la secuencia de tactos conexos,
tóxicos, radiantes, devastadores.

Recordá acordarte:
turbulencia glandular
primera sangre
aire pulmón
creciendo sin piedad ni lentitud
olvidá blindajes
esos pequeños peligros sensatos*.

*"racionales" en el original.



POEMA ORIGINAL DE DONDE EL TÍTULO FUE BURDAMENTE PLAGIADO 

ELOGIO AL INFIERNO DE UNA DAMA 

Algunos perros que duermen a la noche
deben soñar con huesos
y yo recuerdo tus huesos 
en la carne
o mejor
en ese vestido verde oscuro
y esos zapatos de tacón alto negros y brillantes;
siempre puteabas cuando estabas borracha,
tu pelo se resbalaba de tu oreja
querías explotar de lo que te atrapaba:
recuerdos podridos de un pasado podrido,
y al final escapaste,
 muriendo,
dejándome con el presente podrido.
hace veintiocho años que estás muerta
y sin embargo te recuerdo
mejor que a cualquiera de las otras
fuiste la única que comprendió
la ligereza del arreglo con la vida.
las demás sólo estaban incómodas con
segmentos triviales,
criticaban absurdamente lo pequeñito:
Jane, te asesinaron por saber demasiado.
vaya un trago por tus huesos
con los que este viejo perro
sueña todavía.

Charles Bukowski.


El viejo Hank



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