Así se crean mundos:
a
curva detenida,
a
travesía desplomada.
¡Hierve,
aire!
Mientras
canto como puedo
la
gracia de tu aérea maniobra,
menea
esas alas anchas,
quedándo
y yéndote
al
mismo tiempo.
Aquí,
en
penumbra de aurora
tuvimos
la ternura al alcance de las manos
y
los pies,
acortamos
a fuerza de pasos la distancia
y
espigamos mediodía a medianoche.
Sobró
silencio.
Callé
tanto tiempo
Callé
al aullido
que
despedazó la nada,
callé
los fuegos
que
consumaban el día
callé
vergüenzas
callé
espantos
callé
lo que detiene los pies de los pasos.
Aprendí
el idioma celeste
a
ver si me acercaba una centésima de decimal
a
tu lengua de pájaro nuevo,
a
tus palabras de pleamar sin cerrazón.
Sabiendo
que no se borra la sed con agua,
insistí
en el naufragio
y
celebré la hinchazón de mis pulmones
con
la fragilidad de la lluvia.
Anotaba,
descoyuntado,
cuanta
palabra caía a mi alcance
-
vocales violetas, como ánima Omega -
para
coserlas a un aroma desconsolado,
para
conjurar una ventana abierta de par en par al bautismo del viento.
Desperté,
sacudido
por un ángel eléctrico
recién
caído del cielo
caído
bajo el calor del verano.
¡Belleza
de caparazón!
Gloria
nativa de alcoba
febril
bermejo enredo.
Olores
predilectos
dopamínica
espalda
sin
fuego se enciende.
Mi
palabra se trastoca,
mi
boca besa otra boca
la
ilustre cavidad resbalosa
entre
juego y ajetreo
víctima
del delicado y despiadado
ardid,
primaveral como el nombre.
Año
luz recorrido
hormona
volátil
el
peso del minuto
visto
en el verso justo.
Aún
no encontré
placer
ni pena
que
oxigene los inmóviles rincones
de
la secuencia de tactos conexos,
sexíprocos,
radiantes, devastadores.
Miro
de afuera, ahora.
No
conté los sueños ni sus noches
y
robé y robé y robé,
creyendo
que me quedaba una moneda
y
corrí y corrí y corrí
hasta
donde no existía la muerte,
o
por lo menos donde tenía menos chances.
Hace
mucho no sé nada del sol
ni
de tu nombre.
gotas
centinelas del frío
estrellas
simplifican el deleite
cae
la lluvia como si fuera la última
cae
exhausta la mañana.
Me
convenzo mil veces
que
son fantasía tus cabellos en llamas
iluminando
la caverna
del
último Ciego.
Me
abrazo a la seguridad
de
que tu brillo es mentira,
que
no desquiciaste las puertas de mi casa
y
dejaste un sendero donde había un laberinto.
Buscaré
entonces
en
el vacío nuestro de cada día
otra
sombra que resuene
con
los decibeles de tus pasos.
Llegará
cuanto antes
con
pausa, sin prisa
con
viento a favor
o
en contra, como si me importara.
Ahora
es solo un descanso,
ya
tomaré mis cosas:
un
libro de Carver
y
un disco de los Doors para el camino.
Como
la luz de cada día
como
las nueve de la mañana
como
la muerte, amor, como la muerte
así
de inevitable.













