La luz roja que parpadeaba en el
centro de la consola solo podía significar una cosa: fuego. En ese momento la
nave comercial GC 309 estaba a cargo del cadete Jor. Joven e inexperiente, se
inmutó muy poco y con calma revisó el manual para identificar con claridad el
desperfecto que, según él, no debía ser más grave que una variación en la
temperatura de la carga o un exceso de velocidad debido a la inercia de algún
planeta cercano.
Fue más serio de lo
que se imaginaba: la luz titilante informaba que el motor número tres de los
seis que tenía la nave se estaba incendiando. Aterrado, Jor sólo atinó a llamar
al capitán Anika que descansaba en su camarote.
El capitán despertó
de un sueño intranquilo al sonar el intercomunicador. Inició el diálogo con un
insulto fuerte; había dado órdenes expresas de no ser molestado.
-¡Capitán! –gritó el
joven cadete-. El motor número tres se está incendiando y el fuego se puede
extender hasta el número cuatro. ¡Venga rápido, por favor!
Enseguida
estuvo junto a Jor, y segundos después, el puente de control bullía de órdenes,
contraórdenes; consejos y especulaciones. El diagnóstico no se hizo esperar; la
falla se debía a una fisura en el filtro de combustible, que había generado una
explosión. Ahora el motor número tres estaba inutilizado y el número cuatro se
encontraba a punto de estallar.
El pánico fue
general: todos sabían que los seis motores compartían las tuberías de
combustible, y que si el fuego se seguía expandiendo la nave quedaría
inutilizada. Además del miedo a una muerte terrible, también la idea de la
salvación atemorizaba, pues se encontraban en un sistema prácticamente
desconocido y sin muchas esperanzas de regresar.
Los ingenieros de a
bordo planearon un procedimiento desesperado: provocar una explosión que
desprendería los motores descompuestos para que los otros no se vieran
perjudicados. Rápidamente todos trabajaban con sus tareas bien definidas: los
obreros colocando cargas explosivas en los motores y los técnicos haciendo los
arreglos informáticos necesarios. Todo estuvo listo en menos del tiempo
planeado.
Una explosión
estremeció la nave. Los tripulantes observan. Algo salió mal, colocaron
demasiadas cargas. Al vacío espacial caen los motores número tres, cuatro y
cinco. Con ellos, la carga entera de minerales que transportaba la nave.
La tripulación sabía
que esto podía valerles un juicio al llegar, pues la pérdida de la carga podía
hacer pensar en un intento de fraude al seguro. El capitán Anika debió
convencer a sus hombres y calmarlos prometiendo hacerse cargo de las
explicaciones al llegar y diciendo que sin la carga, la nave más ligera
tardaría menos tiempo en llegar a destino porque la potencia de los motores
restantes era más que suficiente. Quería tranquilizarlos y también reducir la
posibilidad de un motín. Habló de la importancia del trabajo en equipo y del
valor de la vida por sobre lo material. Una nube de aplausos epilogó sus
palabras.
Mientras tanto, la
carga y los motores defectuosos de la nave se friccionaban e incendiaban entrando
en la atmósfera de un pequeño planeta azul que pronto dejaron atrás.
Desde la tierra, en
un pesebre, un hombre mira el cielo. Su hijo acaba de nacer. Crédulo, se dirige
a su esposa.
-María, nos han
enviado una señal.
Junio de 2000.
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