(Febrero de 2002)
Los cohetes incendiaron las rocosas praderas, transformaron
la piedra en lava, la pradera en carbón, el agua en vapor, la arena y la sílice
en un vidrio verde que reflejaba y multiplicaba la invasión, como espejos
hechos trizas. Los cohetes vinieron como langostas y se posaron como enjambres
envueltos en rosadas flores de humo. Y de los cohetes salieron de prisa los
hombres armados de martillos, con las bocas orladas de clavos como animales
feroces de dientes de acero, y dispuestos a dar a aquel mundo extraño una forma
familiar, dispuestos a derribar todo lo insólito, escupieron los clavos en las
manos activas, levantaron a martillazos las casas de madera, clavaron
rápidamente los techos que suprimirían el imponente cielo estrellado e
instalaron unas persianas verdes que ocultarían la noche. Y cuando los
carpinteros terminaron su trabajo, llegaron las mujeres con tiestos de flores y
telas de algodón y cacerolas, y el ruido de las vajillas, cubrió el silencio de
Marte, que esperaba detrás de puertas y ventanas.
En seis meses surgieron doce pueblos en el planeta desierto,
con una luminosa algarabía de tubos de neón y amarillos bulbos eléctricos. En
total, unas noventa mil personas llegaron a Marte, y otras más en la Tierra
preparaban las maletas...
(2004-2005)
Llegaron a las extrañas tierras azules y les pusieron sus
nombres: ensenada Hinkston, cantera Lusting, río Black, bosque Driscoll,
montaña de los Peregrinos, ciudad Wilder, nombres todos de gente y de las
hazañas de gente. En el lugar donde los marcianos mataron a los primeros
terrestres, había un pueblo Rojo, en recuerdo de la sangre de esos hombres. El
lugar donde fue destruida la segunda expedición se llamaba Segunda Tentativa.
En todos los sitios donde los hombres de los cohetes quemaban el suelo con
calderos ardientes, quedaban como cenizas los nombres. Y, naturalmente, había
una colina Spender y una ciudad Nathaniel York...
Los antiguos nombres marcianos eran nombres de agua, de aire
y de colinas. Nombres de nieves que descendían por los canales de piedra hacia
los mares vacíos. Nombres de hechiceros sepultados en ataúdes herméticos y
torres y obeliscos. Y los cohetes golpearon como martillos esos nombres,
rompieron los mármoles, destruyeron los mojones de arcilla que nombraban a los
pueblos antiguos, y levantaron entre los escombros grandes pilones con los
nuevos nombres: Pueblo Hierro, Pueblo Acero, Ciudad Aluminio, Aldea Eléctrica,
Pueblo Maíz, Villa Cereal, Detroit II, y otros nombres mecánicos, y otros
nombres de metales terrestres.
Y después de construir y bautizar los pueblos, construyeron
y bautizaron los cementerios: colina Verde, pueblo Musgo, colina Bota, y los
primeros muertos bajaron a las sepulturas...
Y cuando todo estuvo perfectamente catalogado, cuando se
eliminó la enfermedad y la incertidumbre, y se inauguraron las ciudades y se
suprimió la soledad, los sofisticados llegaron de la Tierra. Llegaron en
grupos, de vacaciones, para comprar recuerdos de Marte, sacar fotografías o
conocer el ambiente; llegaron para estudiar y aplicar leyes sociológicas; llegaron
con estrellas e insignias y normas y reglamentos, trayendo consigo parte del
papeleo que había invadido la Tierra como una mala hierba, y que ahora crecía
en Marte casi con la misma abundancia. Comenzaron a organizar la vida de las
gentes, sus bibliotecas, sus escuelas; comenzaron a empujar a las mismas
personas que habían venido a Marte escapando de las escuelas, los reglamentos y
los empujones.
Era por lo tanto inevitable que algunas de esas personas
replicaran también con empujones...
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