domingo, 24 de julio de 2016

Monólogo de Victor en "The Rules Of Attraction" (Roger Avary, 2002)



Tomé un charter en un DC10 hasta Londres. Aterricé en Heathrow. Tomé un taxi al centro. No dejes que te mientan: los hostels son para los feos. Me quedo en Home House, el hotel más hermoso del mundo. Llamé a un amigo del colegio que vende hash, pero no estaba. Conocí a un par de inglesas que me llevaron, con todos los lugares posibles, a Camden Street. Franeleo un poco en el mega local de Virgin Records, compro algunos cds, persigo a unas chicas de pelo rosado.  Vagabundeo un poco a ver si consigo coger, hasta que empieza a llover y vuelvo al hotel. El Ministry Of Sound está muerto, así que voy a Remform pero es noche de gays. Encuentro a la única chica hetero en el boliche y nos fregamos en la pista. Taxi de vuelta al hotel. Le saco la ropa, le chupo los dedos de los pies y cogemos. Paseo durante cuatro o cinco días. Conozco al mejor DJ del mundo, Paul Oakenfold. Me sigo perdiendo el cambio de guardia. Le escribí una postal a mi madre que nunca mandé. Le compré merca a un drogadicto italiano que intentaba vender una bici robada. Fumé un montón de hash que tenía mucho tabaco. Vi la galería Tate. Vi el Big Ben. Mucha comida inglesa rara. Llovió mucho, es muy caro y ando fisurado. Así que me las tomé a Amsterdam. Todos los holandeses hablan inglés, así que no tengo que hablar holandés y es un alivio. Atravieso el distrito rojo. Visito un show de sexo. Visito un museo del sexo. Fumo un montón de hash. Conocí a una actriz de TV holandesa y bebimos Ajenjo en bar llamado Ajenjo. Los museos estaban buenos, creo. Varios Van Goghs y los Vermeers eran intensos. Vagabundeo. Compré pasteles. Comí unos waffles intensos. Compro merca y paseo por el distrito rojo hasta que me encuentro a una rubia tetona que me recuerda a Lara. Le doy cien florines. Me voy con ella y le acabo entre las tetas usando condón. Conversamos sobre el SIDA, su fiolo marroquí y sobre ella misma. Me despierta un borracho cantando. Son las 8 AM y hace un calor de locos. Finjo patinar en Central Station mientras alguien toca el sax. Intercambio canciones con una holandesa. Me las tomo a Paris en tren. Crucé por los Champs Elysses. Subí a la torre Eiffel y me cobraron solo siete francos porque la máquina estaba rota. Me colgué en el metro, anduve por todas partes. Fui a una fiesta de modelos de Ford y me enganché una rumana llamada Karina. Me agarra la verga en el Marriot de Champs Elysses y está bueno. Jugamos al billar, fuimos al shopping. Creo que me contagió mononucleosis. Conduje un Ferrari que perteneció a un miembro de la familia real Saudita. Apreté a una modelo holandesa frente al Louvre. Vi el Arco del Triunfo y casi me matan al cruzar la calle. Oakenfold me invitó a Dublin, así que me tomo un Aer Lingus y me quedo en el hotel Morrison. Dublin la rompe. Oakenfold me deja pasar algunos discos. Las irlandesas son pequeñas como duendes. Me chuponeo con una borracha. Después de tantearme los abdominals y llamarme “Señor L.A” se desnuda para mí en el baño del boliche. Me cuelo en la fábrica de Guiness y robo una stout tan buena que se me para la verga. Vuelo a Barcelona, que está en una burbuja inmobiliaria. Muchos estudiantes gordos yanquis. El mercado de la carne es lamentable. Tomé ácido en la Sagrada Familia, tremendo viaje. Atravesé hasta la costa para ir al museo Gala Dali, me quedé sin tripa y no estuvo bueno. Una chica de Camden me llama al celular y la hago oír las campanas de Cadaques. Santa Cruz es hermoso pero no hay mujeres, así que me fui a Suiza donde, irónicamente, no encontré a quien me dijera la hora. Tomé el expreso Glaciar hasta el Schilthorn, es hermoso en una manera que no alcanzo a describir. Usé el Euro Pass hasta Italia y terminé en Venecia, donde conozco a una chica hermosa que se parece a Rachel Leigh Cook y habla mejor inglés que yo. Está viviendo un año con cinco dólares al día. Paseamos en góndola, compramos unas máscaras. Piensa que soy un capitalista, una noche en mi hotel cuesta más que lo que ella está gastando en su viaje entero. Pero eso no parece importarle mucho cuando pago las cuentas. La abandono y me voy con una pareja que claramente pretende hacer un trío. Mucha tensión y el idiota se ofrece a llevarme a Roma, oferta que acepto. El tráfico es una mierda y no nos movemos durante horas. La esposa resulta ser una demente. El tipo se me tira encina. Parece un film de Polanski. Nos detenemos un rato en Florencia, donde veo una especie de gran domo. Una bomba explota y me pierdo a los raros, seguro fue lo mejor. Llego a Roma, que es enorme, calurosa y sucia. Fue como estar en L.A; pero con ruinas. Fui al Vaticano, ridículamente opulento. Hice fila dos horas para entrar a la capilla Sixtina, que restaurada se ve falsa. Conozco a dos menores italianas a las que intento convencer de que se acuesten entre ellas mientras me masturbo. Me aburro y tomo un helado. En el hotel hay gimnasio, hago ejercicio. Me encuentro a un tipo de Camden que dice que me conoce, pero estoy seguro de que es marica y lo pierdo. Me tiré un pedo y me cagué en los pantalones. De vuelta en el hotel, me pajeo y me duele la ingle. Esa noche soñé con una chica hermosa, medio sumergida, estirando su cuerpo. Me pregunta si me gusta y dice que sabe limpiar bien el pescado. No sé qué significa, pero me levanto bien descansado, me pajeo en la ducha y hago el check out. Vuelvo a Londres y paseo por Picadilly Circus. Humm, ¿Palakon? Cambio remeras con una engreída de Cambridge. La suya es una Angus B, la mía una Costume Nationale. Se hace la superada y orgullosa, pero debajo de todo eso es una zarpada. Al día siguiente tomo tripa y me pierdo en el subte todo el día y no encuentro como salir. Conocí una ricura que me deja pajearme sobre ella mientras no le acabe en su abrigo diseñado por Paul Smith. Nos drogamos escuchando discos de Michael Jackson y me despierto al otro día hablando solo. Tengo un huevo en la cabeza por moverme dormido. Junto mis cosas y apenas llego a mi vuelo de regreso a Estados Unidos. Ya no sé quién soy y me siento como el fantasma de un completo extraño.


Canto ajeno III

En marzo bajó a la tierra un cristo lobo
el pelo de la nuca erizado,
tormento eléctrico, la noche de cualquier parte del mundo
silencio sin eco, sueño de muerte, último lecho,
el invierno depravado hundió las vigas del techo,
los senderos, la piedra, el barro.
El apretón de manos del señor Alcabú
cuando cerramos el negocio por las tierras,
la madrugada de la botella de whisky
la vela que disparó el incendio, mi hermano muerto
calles de un pueblo del interior, un patio con aljibe,
Francesca golpeando la puerta, forzando el picaporte
el portero del edificio le preguntó si yo estaba bien
no la vi tomarse ese taxi, tampoco las fotos de su boda.
No tengo fantasmas, tengo muertos recientes.
Volver a nacer en la capital, tuve hambre una o dos noches al principio,
con el abismo en la memoria mordí sin parpadear,
el miedo quedó sin esquinas, ni peso ni volumen:
ahora suena lejano, como esas noticias de manuscritos hallados en botellas
caminé dos años, el zarpazo del tiempo no me alcanzó,
la virgen cornada prestó un rezo a la tormenta.


sábado, 23 de julio de 2016

Luz del cielo

       La luz roja que parpadeaba en el centro de la consola solo podía significar una cosa: fuego. En ese momento la nave comercial GC 309 estaba a cargo del cadete Jor. Joven e inexperiente, se inmutó muy poco y con calma revisó el manual para identificar con claridad el desperfecto que, según él, no debía ser más grave que una variación en la temperatura de la carga o un exceso de velocidad debido a la inercia de algún planeta cercano.
Fue más serio de lo que se imaginaba: la luz titilante informaba que el motor número tres de los seis que tenía la nave se estaba incendiando. Aterrado, Jor sólo atinó a llamar al capitán Anika que descansaba en su camarote.
El capitán despertó de un sueño intranquilo al sonar el intercomunicador. Inició el diálogo con un insulto fuerte; había dado órdenes expresas de no ser molestado.
-¡Capitán! –gritó el joven cadete-. El motor número tres se está incendiando y el fuego se puede extender hasta el número cuatro. ¡Venga rápido, por favor!
Enseguida estuvo junto a Jor, y segundos después, el puente de control bullía de órdenes, contraórdenes; consejos y especulaciones. El diagnóstico no se hizo esperar; la falla se debía a una fisura en el filtro de combustible, que había generado una explosión. Ahora el motor número tres estaba inutilizado y el número cuatro se encontraba a punto de estallar.
El pánico fue general: todos sabían que los seis motores compartían las tuberías de combustible, y que si el fuego se seguía expandiendo la nave quedaría inutilizada. Además del miedo a una muerte terrible, también la idea de la salvación atemorizaba, pues se encontraban en un sistema prácticamente desconocido y sin muchas esperanzas de regresar.
Los ingenieros de a bordo planearon un procedimiento desesperado: provocar una explosión que desprendería los motores descompuestos para que los otros no se vieran perjudicados. Rápidamente todos trabajaban con sus tareas bien definidas: los obreros colocando cargas explosivas en los motores y los técnicos haciendo los arreglos informáticos necesarios. Todo estuvo listo en menos del tiempo planeado.
Una explosión estremeció la nave. Los tripulantes observan. Algo salió mal, colocaron demasiadas cargas. Al vacío espacial caen los motores número tres, cuatro y cinco. Con ellos, la carga entera de minerales que transportaba la nave.
La tripulación sabía que esto podía valerles un juicio al llegar, pues la pérdida de la carga podía hacer pensar en un intento de fraude al seguro. El capitán Anika debió convencer a sus hombres y calmarlos prometiendo hacerse cargo de las explicaciones al llegar y diciendo que sin la carga, la nave más ligera tardaría menos tiempo en llegar a destino porque la potencia de los motores restantes era más que suficiente. Quería tranquilizarlos y también reducir la posibilidad de un motín. Habló de la importancia del trabajo en equipo y del valor de la vida por sobre lo material. Una nube de aplausos epilogó sus palabras.
Mientras tanto, la carga y los motores defectuosos de la nave se friccionaban e incendiaban entrando en la atmósfera de un pequeño planeta azul que pronto dejaron atrás.

Desde la tierra, en un pesebre, un hombre mira el cielo. Su hijo acaba de nacer. Crédulo, se dirige a su esposa.
-María, nos han enviado una señal.



Junio de 2000.


viernes, 22 de julio de 2016

"Las langostas" - "La elección de los nombres" - Ray Bradbury, "Crónicas Marcianas" (1950)

(Febrero de 2002)

Los cohetes incendiaron las rocosas praderas, transformaron la piedra en lava, la pradera en carbón, el agua en vapor, la arena y la sílice en un vidrio verde que reflejaba y multiplicaba la invasión, como espejos hechos trizas. Los cohetes vinieron como langostas y se posaron como enjambres envueltos en rosadas flores de humo. Y de los cohetes salieron de prisa los hombres armados de martillos, con las bocas orladas de clavos como animales feroces de dientes de acero, y dispuestos a dar a aquel mundo extraño una forma familiar, dispuestos a derribar todo lo insólito, escupieron los clavos en las manos activas, levantaron a martillazos las casas de madera, clavaron rápidamente los techos que suprimirían el imponente cielo estrellado e instalaron unas persianas verdes que ocultarían la noche. Y cuando los carpinteros terminaron su trabajo, llegaron las mujeres con tiestos de flores y telas de algodón y cacerolas, y el ruido de las vajillas, cubrió el silencio de Marte, que esperaba detrás de puertas y ventanas.
En seis meses surgieron doce pueblos en el planeta desierto, con una luminosa algarabía de tubos de neón y amarillos bulbos eléctricos. En total, unas noventa mil personas llegaron a Marte, y otras más en la Tierra preparaban las maletas...


(2004-2005)

Llegaron a las extrañas tierras azules y les pusieron sus nombres: ensenada Hinkston, cantera Lusting, río Black, bosque Driscoll, montaña de los Peregrinos, ciudad Wilder, nombres todos de gente y de las hazañas de gente. En el lugar donde los marcianos mataron a los primeros terrestres, había un pueblo Rojo, en recuerdo de la sangre de esos hombres. El lugar donde fue destruida la segunda expedición se llamaba Segunda Tentativa. En todos los sitios donde los hombres de los cohetes quemaban el suelo con calderos ardientes, quedaban como cenizas los nombres. Y, naturalmente, había una colina Spender y una ciudad Nathaniel York...
Los antiguos nombres marcianos eran nombres de agua, de aire y de colinas. Nombres de nieves que descendían por los canales de piedra hacia los mares vacíos. Nombres de hechiceros sepultados en ataúdes herméticos y torres y obeliscos. Y los cohetes golpearon como martillos esos nombres, rompieron los mármoles, destruyeron los mojones de arcilla que nombraban a los pueblos antiguos, y levantaron entre los escombros grandes pilones con los nuevos nombres: Pueblo Hierro, Pueblo Acero, Ciudad Aluminio, Aldea Eléctrica, Pueblo Maíz, Villa Cereal, Detroit II, y otros nombres mecánicos, y otros nombres de metales terrestres.
Y después de construir y bautizar los pueblos, construyeron y bautizaron los cementerios: colina Verde, pueblo Musgo, colina Bota, y los primeros muertos bajaron a las sepulturas...
Y cuando todo estuvo perfectamente catalogado, cuando se eliminó la enfermedad y la incertidumbre, y se inauguraron las ciudades y se suprimió la soledad, los sofisticados llegaron de la Tierra. Llegaron en grupos, de vacaciones, para comprar recuerdos de Marte, sacar fotografías o conocer el ambiente; llegaron para estudiar y aplicar leyes sociológicas; llegaron con estrellas e insignias y normas y reglamentos, trayendo consigo parte del papeleo que había invadido la Tierra como una mala hierba, y que ahora crecía en Marte casi con la misma abundancia. Comenzaron a organizar la vida de las gentes, sus bibliotecas, sus escuelas; comenzaron a empujar a las mismas personas que habían venido a Marte escapando de las escuelas, los reglamentos y los empujones.
Era por lo tanto inevitable que algunas de esas personas replicaran también con empujones...


domingo, 17 de julio de 2016

"Y el pan nuestro" - Juan Carlos Onetti (1974)

Sólo conozco de ti
la sonrisa gioconda con labios separados
el misterio
mi terca obsesión de desvelarlo
y avanzar porfiado y sorprendido
tanteando tu pasado.
Sólo conozco la dulce leche de tus dientes
la leche plácida y burlona
que me separa
y para siempre
del paraíso imaginado
del imposible mañana
de paz y dicha silenciosa
de abrigo y pan compartido
de algún objeto cotidiano
que yo pudiera llamar nuestro.

Canto ajeno II

Igual podría desentrañar un relato
de cómo el hijo de Irene me paga para acechar su muerte
al borde de una cama de sanatorio.
(la alimento, escucho la historia del automóvil y el frenazo por quinta vez).
Mi memoria derrama recuerdos que no me pertenecen.
De cómo el empleado de la Remington abandona la pólvora al abrazo de plomo de cada uno de sus cartuchos
(desayuna con su mujer y sus hijos, no lo intimida el rotario celoso que le corta el aliento de un balazo).
El cielo se abalanza sobre los techos.
De como el pescador devuelve la espalda al océano
los peces boquean en su morral, codiciando el último anzuelo
cenaron gusanos, serán cena de un rey asesinado por su hermano que será cena de gusanos
(es interminable la escena, se repite a cada muerte).
El viento busca su forma entre la arboleda.
En ubicarme por las calles de Brasilia, la de las calles trazadas,
me extravié entre Sonora y Nairobi,
el centro fue el final y al contrario,
también el eje de partida fue el de llegada.
Ni brújula ni mapas pudieron ayudarme:
el desierto, al final, es uno solo;
las tempestades los alteran a diario
la cirugía furiosa del huracán engendra una cara nueva cada día;
sucede que el viento mueve cada duna,
cada grano de arena que se apila sobre otro
es hijo de una roca engendrada por una montaña
inmóvil al principio, cimentada hasta su mismo centro al suelo.
Así, el tiempo no tiene fin
cambian la fe, la técnica y el relato
pero el océano es infiel a todas sus orillas.
En el mar de leva late la lluvia que mañana es río,
un libro de mil páginas amordaza una frase repetida:
una y cien veces es igual;
igual el olor del pan nublando las calles de Marsella.
Descubro armonía en los días de litio,
en los fines de semana acechando por la mirilla de la puerta,
encontrando la gloria en la desnudez de la mente, en el pánico perfecto,
sumando las horas que estuve inmóvil, errando por los confines de los cuatro rincones de mi cuarto para terminar empantanado en el arenal fangoso de Broadway y Madison donde el hormigón de las veredas amordaza el aliento a los espinillos.

miércoles, 13 de julio de 2016

"Unión libre" - André Breton (1931)

Mi mujer con cabellera de llamaradas de leño
con pensamientos de centellas de calor
con talle de reloj de arena
mi mujer con talle de nutria entre los dientes de un tigre
mi mujer con boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última magnitud
con dientes de huella de ratón blanco sobre la tierra blanca
con lengua de ámbar y vidrio frotados
mi mujer con lengua de hostia apuñalada
con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
con lengua de piedra increíble
mi mujer con pestañas de palotes escritos por un niño
con cejas de borde de nido de golondrina
mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernadero y de cristales empañados
mi mujer con hombros de champaña
y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
mi mujer con muñecas de cerillas
mi mujer con dedos de azar y de as de corazón
con dedos de heno segado
mi mujer con axilas de marta y de bellotas
de noche de San Juan
de ligustro y de nido de escalarias
con brazos de espuma de mar y de esclusa
y de combinación de trigo y molino
mi mujer con piernas de cohete
con movimientos de relojería y desesperación
mi mujer con pantorrillas de médula de saúco
mi mujer con pies de iniciales
con pies de manojos de llaves con pies de pájaros en el momento de beber
mi mujer con cuello de cebada sin pulir
mi mujer con garganta de Valle de Oro
de cita en el lecho mismo del torrente
con senos nocturnos
mi mujer con senos de montículo marino
mi mujer con senos de crisol de rubíes
con senos de espectro de la rosa bajo el rocío
mi mujer con vientre de apertura de abanico de los días
con vientre de garra gigante
mi mujer con espalda de pájaro que huye en vuelo vertical
con espalda de azogue
con espalda de luz
con nuca de canto rodado y de tiza mojada
y de caída de un vaso en el que acaban de beber
mi mujer con caderas de barquilla
con caderas de lustro y de plumas de flecha
y de canutos de pluma de pavo real blanco
de balanza insensible
mi mujer con nalgas de greda y amianto
mi mujer con nalgas de lomo de cisne
mi mujer con nalgas de primavera
con sexo de gladiolo
mi mujer con sexo de yacimiento aurífero y de ornitorrinco
mi mujer con sexo de alga y de viejos bombones
mi mujer con sexo de espejo
mi mujer con ojos llenos de lágrimas
con ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
mi mujer con ojos de pradera
mi mujer con ojos de agua para beber en prisión
mi mujer con ojos de bosque eternamente bajo el hacha
con ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego.


domingo, 10 de julio de 2016

"Carta al señor legislador de la ley sobre estupefacientes" - Antonin Artaud (1925)


Señor legislador de la ley de 1916 aprobada por decreto de julio de 1917 sobre estupefacientes: usted es un castrado.
Su ley sólo sirve para fastidiar la farmacia del mundo sin beneficio alguno para el nivel toxicómano de la nación,
porque:
1º) La cantidad de toxicómanos que se proveen en las farmacias es insignificante;
2º) Los auténticos toxicómanos no se proveen en las farmacias;
3º) Los toxicómanos que se proveen en las farmacias son todos enfermos;
4º) La cantidad de toxicómanos enfermos es insignificante en comparación con la de los toxicómanos voluptuosos;
5º) Las reglamentaciones farmacéuticas de la droga jamás reprimirán a los toxicómanos voluptuosos y organizados;
6º) Nunca dejará de haber traficantes;
7º) Nunca dejará de haber toxicómanos por vicio, por pasión;
8º) Los toxicómanos enfermos tienen un derecho imprescriptible sobre la sociedad y es que los dejen en paz.
Es por sobre todas las cosas un asunto de conciencia.
La ley de estupefacientes deja en manos del inspector-usurpador de la salud pública el derecho de disponer del sufrimiento de los hombres; es una arrogancia peculiar de la medicina moderna pretender imponer sus reglas a la conciencia de cada uno. Todos los berridos oficiales de la ley no tienen poder para actuar frente a este hecho de conciencia: a saber que soy mucho más dueño de mi sufrimiento que de mi muerte. Todo hombre es juez, y único juez, del grado de sufrimiento físico, o también de vacuidad mental que pueda verdaderamente tolerar.
Lucidez o no, hay una lucidez que nunca ninguna enfermedad me podrá arrebatar, es la lucidez que me dicta el sentimiento de mi vida física. Y si yo he perdido mi lucidez la medicina no tiene nada más que hacer que darme las sustancias que me permitan recuperar el uso de esta lucidez.
Señores dictadores de la escuela farmacéutica de Francia ustedes son unos sucios pedantes y hay algo que debieran considerar mejor: el opio es esa imprescriptible y suprema sustancia que permite reenviar a la vida de su alma a aquellos que han tenido la desgracia de haberla perdido.
Hay un mal contra el cual el opio es irreemplazable y este mal se llama Angustia, en su variante mental, médica, psicológica, lógica o farmacéutica, como a ustedes les guste.
La Angustia que hace a los locos.
La Angustia que hace a los suicidas.
La Angustia que hace a los condenados.
La Angustia que la medicina desconoce.
La Angustia que su doctor no entiende.
La Angustia que arranca la vida.
La Angustia que corta el cordón umbilical de la vida.
Por su infame ustedes dejan en manos de gente en la que no tengo ninguna confianza, castrados en medicina, farmacéuticos de mierda, jueces fraudulentos, parteras, doctores, inspectores doctorales, el derecho a disponer de mi angustia, de una angustia que en mí es tan mortal como las agujas de todas las brújulas del infierno.
¡Convulsiones del cuerpo o del alma, no existe sismógrafo humano que permita a quien me mire, llegar a una evaluación de mi sufrimiento más exacta que aquella fulminante de mi espíritu!
Toda la incierta ciencia de los hombres no es superior al conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser. Soy el único juez de lo que hay en mí.
Regresen a sus cuevas, médicos parásitos, y usted también señor Legislador Moutonnier que usted no delira por amor de los hombres sino por tradición de imbecilidad. Su ignorancia total de ese que es un hombre, sólo es equiparable a su idiotez pretendiendo limitarlo. Deseo que su ley caiga sobre su padre, su madre, su mujer y sus hijos y toda su posteridad. Mientras tanto yo aguanto su ley.
Suyo, A. Artaud.

Extraído de "El ombligo de los limbos", 1925.


sábado, 9 de julio de 2016

Andar en el ritmo del mundo

Andar en el ritmo del mundo
golpeando la sarna en la piel,
raspo con piedra mi ritmo
raspo con piedra el papel.

Los callos con carne se raspan
la carne con callo también,
el golpe con tajo, con sangre
el tajo con sangre con miel.

Desgajo la carne del hueso
deshago con ritmo el cuartel,
migajas de piel voy dejando
jirones de pelo también.

Cargo en la carne el carbón la cadena
cargo en el callo al patrón y la reja.
¡Patrón! El carbón no quema la pena
quema la vena Nevada condena.

No vengas con cuentos Alejo
no vengas con peros después
me leo en los diarios del lunes
me meo en tu fin de mes.

No vino el pastor, ni el cristo ni el buda
desgasto el zapato, la punta del pie,
alborota la sangre sin viento
va yendo sin tiempo el infiel

Vengo inventando ritmo en los días
solo tenía que dejar de comer,
vengan santos, vengan en mi ayuda
quiero aire y terminar de leer.

Hay ritmo en los pasos del mundo
Ernesto quedó sin comer,
en el ojo el tiro, en la mesa la bota
las botas de cada cuartel.

Al ritmo del paso del mundo
pateando una lluvia a la vez,
llegaron santos con visnús y orishas
desbordó el río sin vuelta a llover.

Yo sólo soy un pedazo de tierra,
no me confunda, señor, por favor;
yo sólo soy uno más en la tierra,
yo sólo soy uno más bajo el sol.

El bardo inglés cantaba cinco
yo canto diez mil al mes,
a otros cantaba el nolano
otros lo hicieron arder.

El ritmo con palabras del mundo
cáncer del hueso se come la piel,
los escribas se olvidan del ritmo
los quemo de uno a la vez.

Finjo la risa la fiesta los lentes
finjo el ritmo contando hasta cien
galopa caballo cuatralbo
embolsa tu parte, dejá de joder.

 

"Proverbios del Infierno" - William Blake



En tiempo de siembra, aprende; en tiempo de cosecha, enseña; en invierno, goza.
Conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos.
El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría.
La Prudencia es una vieja solterona rica y fea cortejada por la Incapacidad.
Aquel que desea pero no obra, engendra pestilencia.
El gusano perdona al arado que lo corta.
Sumerge en el río a quien ama el agua.
El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.
Aquel cuyo rostro no irradie luz, jamás se convertirá en estrella
La Eternidad está enamorada de las obras del tiempo.

La abeja laboriosa no tiene tiempo para la tristeza.
El reloj cuenta las horas de la necesidad, pero ningún reloj puede contar las horas de la sabiduría.
Los únicos alimentos sanos se obtienen sin red ni cepo.
Usa número, pesa y medida en un año de escasez.
Ningún pájaro se eleva demasiado alto, si vuela con sus propias alas.
Un cuerpo muerto no venga las injurias.
El acto más sublime consiste en colocar otro delante de ti.
Si el necio persistiera en su estupidez se volvería sabio.
Villanía, máscara de la astucia. Vergüenza, máscara del orgullo.
Las prisiones están construidas con piedras de la Ley, los burdeles con ladrillos de la Religión.
El orgullo del pavo real es la gloria de Dios. La lujuria del macho cabrío es la gracia de Dios.
La cólera del león es la sabiduría de Dios.
La desnudez de la mujer es la obra de Dios.
Exceso de pena, ríe. Exceso de alegría, llora.

El rugido de los leones, el aullido de los lobos, la cólera del tormentoso mar y la destructora espada son porciones de eternidad, demasiado grandes para el ojo del hombre.
La zorra cautiva no acusa al cepo, sino a sí misma.
La alegría, fecunda; el dolor engendra.
Deja al hombre vestir la piel del león y la mujer el vellón de la oveja.
El pájaro, un nido; la araña, una tela; el hombre, la amistad.
El necio egoísta y sonriente, y el necio triste y torvo serán tenidos por sabios y se tornarán medida.
Evidencia de hoy, imaginación de ayer.
La rata, el ratón, la zorra y el conejo miran las raíces; el león, el tigre, el caballo, el elefante, miran los frutos.
La cisterna contiene; la fuente rebosa.
Un pensamiento llena la inmensidad.
Estáte siempre pronto a decir tu opinión, y el ruin te evitará.
Todo lo creíble es una imagen de la verdad.
Nunca perdió tanto tiempo el águila como cuando escuchó las lecciones del cuervo.
La zorra se provee a sí misma; pero Dios provee al león.



Piensa por la mañana. Obra al mediodía. Come por la tarde. Duerme por la noche.
Aquel que ha permitido que abuses de él, te conoce.
Como el arado obedece las palabras, Dios recompensa las plegarias.
Los tigres de la ira son más sabios que los caballos del saber.
Espera veneno del agua estancada.
Nunca sabrás lo que es suficiente a condición de que sepas lo que es más que suficiente.
Escucha el reproche de los necios: es un título real.
Los ojos de fuego, la nariz de aire, la boca de agua, la barba de tierra.
El débil en valor es fuerte en astucia.
El manzano nunca pregunta al haya cómo crecer, ni el león al caballo cómo alcanzar su presa.
El que agradece lo que recibe, obtiene abundante cosecha.
Si otros no hubiesen sido necios, nosotros lo seríamos.
El alma llena del dulce gozo no puede ser manchada.

En un águila miras una porción de genio. ¡Alza la cabeza!
Así como la oruga elige las hojas más hermosas para poner sus huevos, el sacerdote deposita su maldición sobre los mejores goces.
Crear una pequeña flor es trabajo de siglos...
La maldición vigoriza; la bendición relaja.
El mejor vino es el más viejo, la mejor agua es la más nueva.
¡Las plegarias no aran! ¡Las alabanzas no cosechan!
¡Las alegrías no ríen! ¡Las tristezas no lloran!
La cabeza es lo Sublime; el corazón, el Pathos; los órganos genitales, la Belleza; los pies y manos, la Proporción.
Como el aire al pájaro o el agua al pez, así es el desprecio al despreciable.
La coneja desearía que todo fuese negro; el búho que todo fuese blanco.
Exuberancia es Belleza.
El león sería astuto si tomara consejo de la zorra.
El progreso traza los caminos rectos; pero los caminos tortuosos sin Progreso son los caminos del Genio.

Antes asesinar a un niño en su cuna que alimentar deseos irrealizables.
Donde el hombre ausente, la naturaleza es estéril.
La Verdad nunca puede ser dicha de manera que pueda ser comprendida sin ser creída.
¡Suficiente! O demasiado.

W. Blake: 1757-1827