domingo, 4 de octubre de 2015

"Barrow-on-furness" - Álvaro de Campos

Carta astral de Álvaro de Campos


V
¿Hace cuánto tiempo, Portugal, hace cuánto
vivimos separados? Pero el alma,
esta alma incierta, nunca fuerte o calma,
jamás te descuida, ni bien ni tanto.

Sueño, histérico oculto, un escondite vano...
¿Tánto? Sí, tanto relativamente,
Acabemos con esto y con todo lo demás:
el río Furness, que es el que aquí baña,
sólo irónicamente me acompaña,
que estoy parado y él corriendo tanto.

¡Vamos!, acabemos con las distinciones,
la sutileza, el intersticio, el entre,
la metafísica de las sensaciones:

¡Ah, qué ansia humana de ser río o muelle!


(¿1913?)


(Foto: Archivo de viajes)

domingo, 26 de julio de 2015

Antes de partir

Su cuerpo bajo las ruedas. Girando. Desgarrándose. ¿Quién dijo una vez que no se muere en los sueños? Fue en una película en blanco y negro, o hace tiempo en una cena con amigos. Se duerme para descansar, no para pensar en estas cosas, y mas tarde que difícil es sacarse de la cabeza la repugnancia y el miedo y la seguridad de que el ruido de los huesos que estallan y la sangre que corre por el pavimento son míos. ¿Dolor? Alerta. Otra vez ojos abiertos. Durante cinco segundos no recordó su vida hasta ese momento. Dónde estaba, quién había sido el día anterior, por qué estaba tan cansado, si son las siete de la mañana, cómo pude haberme quedado así, no me da el tiempo para bañarme si quiero desayunar, al menos afeitarme, hoy toca supervisión, Inés, la delegada de nuestro departamento, hace dos meses que no la veo, al menos afeitarme, buena imagen.
El vapor del agua caliente empañaba el espejo. Hace frío, malo para la piel al salir, la reseca, y se le había terminado el alter shave. Que pena, tiene perfume tan agradable, sugiere juventud y limpieza, buena imagen, a ver una crema de Lucía… ésta puede servir. “Para pieles sensibles…”, bien, ojalá no tenga olor a nena. No arde, buena señal. Me veo bien, a ver, disculpe señorita delegada, dígame Inés por favor González, ¿hace cuánto tiempo que nos conocemos?, dos años, es cierto Inés, siempre me olvido, el asunto es que después de la última reunión, debo decir que sus recomendaciones se han aplicado al pie de la letra, me he dado cuenta, y debo agregar que las mejoras en la administración de recursos han evolucionado favorablemente, incluso se redujo el déficit de productividad que arrastrábamos desde principio de año, compartimos la satisfacción González, a todos nos agrada que en primer término nos escuchen y nos reconozcan los esfuerzos, ¿demorás Pa? Me estoy meando, si Lu, ya salgo.
Café con leche, pan de ayer tostado con manteca. ¿Dormiste bien? Bien, mejor no les digo nada del sueño, tétrico. Parado en el medio de la calle, pensando en otra cosa. Un auto repentino, pisando a fondo, distraídos el piloto y el peatón. Un Volvo, creo, golpeado, arrastrado, grito ahogado ya sin vida. Poné azúcar en el azucarero. Hoy es viernes, me invitaron unos amigos a un toque, ¿puedo ir? No sé Lu, sabés que nos da miedo cuando vas a esos lugares, hay mucha droga, mucho loco suelto. ¿Por qué “nos”? Ya tiene diecisiete años, es más inteligente que cualquiera de sus amigas, y no porque sea mi hija, de verdad tiene carácter para enfrentarse a cualquier situación sin alterarse. Aquella vez de noche, tarde, que un vago nos pidió una moneda, yo le dije no, Laura le dijo no y él siguió insistiendo, ya nos habíamos puesto nerviosos, “mirá flaco, ya te dijimos que no teníamos ni una moneda, si tuviéramos ya te la habríamos dado para que dejes de romper las bolas” dijo ella. No jodió más. ¿No te parece? Es muy peligroso para ella. No sé, la verdad es que se está sacando notas muy buenas en todo y hace tiempo que no sale. Creo que no va a haber problema si vas con tus amigas y están todo el tiempo juntas, ¿no te parece? Bueno, vos sos el padre, pero si le llega a pasar algo vas a ser vos el responsable. No te preocupes, yo sé que la nena sabe cuidarse, ¿no nena? Sos un capo Pa. Es la banda que estaba escuchando el otro día y a vos te gustó, los Dame Refugio. Buena onda en el desayuno para variar, solo cuando pide algo y aceptamos, mal aprendida de mierda; es culpa nuestra y de nadie más. Último sorbo, último bocado. Chau Ma, chau Pa. Yo también me voy, chau amor. ¿Puedo hablar con vos un segundo antes que te vayas?
En el dormitorio. Sabés que me cae para el orto que con dos palabras me desautorices frente a Lucía y más para una cosa como esta, date cuenta que es una niña todavía, no pude salir cuando se le da la gana, yo no puedo dormir a la noche mientras ella no llega, mirá si se está acostando con cualquier enfermo que la puede drogar o emborrachar o contagiarle Dios sabe que cosa y me sube la presión que Lucía vuelva tarde o que se quede en la casa de esas amigas que son todas unas turras, unas atorrantas porque yo las escucho hablar, esa Jimena y esa que le dicen la Quiri ya andan cogiendo con los compañeros de clase y los tipos se dan cuenta de eso, no sé como pero se dan cuenta y yo no sé donde están los padres de esas chicas pero a mi me sube la presión hasta las nubes pensando en dónde está con quién y haciendo qué porque no es justo que una se desviva para criarla y ella que me dé solo angustias, pero a vos claro, siempre te dio lo mismo lo que hiciera, que los límites los ponga yo porque lo único que te importa es ser el papá canchero y yo no puedo hacerme la desconforme siempre, no aguanto porque de verdad estoy desconforme y vos que la dejás hacer lo que quiere ¿entendés? Creeme que te entiendo, pero ahora tengo que irme, se me hace tarde. Chau, portazo.
Caminando hacia la parada. Me aburre. Ya sé que a la larga todos terminamos detestando nuestras vidas siempre pensé que me llegaría mucho después y no tan sin avisar, golpeando como el asfalto en la cabeza y pulverizando cualquier sentido, cualquier palabra, financiaciones y refinanciaciones, préstamos amortizables y garantías, preguntas, respuestas, tarjetas de crédito con membresía internacional, un fin de semana en un hotel cuatro estrellas, gris como las vacaciones de un oficinista, la sangre goteando desde los oídos, silencio, estruendo, silencio otra vez, ¿un grito contenido suena hacia adentro?, la boca que se tapa ante el horror, envidiar vidas ajenas hasta no sentir mas culpa, ¿y si es una mentira y estas palabras no son mías? Mezcla uniforme de saliva, sangre y aceite sobre y bajo el pantalón, muerto viviente, una noche en una terminal de ómnibus cualquiera se parece a la muerte, ¿a qué sino?, fecha límite, contrato y contador, me bajo en la que viene.
Buenos días, buenos días, buenos días. ¿Alguien más piensa que es un día pésimo? Escritorio, formularios y baja tensión. Inés que no aparece y el informe listo, algunos errores corregidos y un anexo con información inútil pero que llena los ojos, ojos vacíos pero siempre bien pintados, no economiza esfuerzos cada mañana, ¿qué sentiría al despertar junto a ella? Difícil que suceda pero fácil de imaginar, como el latido que responde o el brazo que se mueve bajo la presión de la hipodérmica, seguro ropa interior de seda que combine con color de cabello, nunca sabré si teñido o tan negro como la noche, confusión de pensamiento y respuesta, nacimiento en la muerte o final a secas, solución total o parcial si continúa, camina y se hace notar con facilidad, así agrada y también controla, vaivén, evoluciona a voluntad, se acerca y buenos días Inés.
De pie y ella también. Única secuencia lógica la de saludo y respuesta. Me encantan tus informes porque siempre te las arreglás para sorprenderme, estos complementos… de verdad se nota que hubo trabajo, es que es grato poder colaborar con gente que se toma en serio su trabajo, halago doble, genial y hasta sonó casual, que no se note respuesta-erección ante estímulo-cercanía, no puede ser peor que un despido el invitar a cenar a la delegada o besarla entre las palabras “rendimiento” y “finanza”, de cualquier modo no dice nada relevante, situación crítica, traslado inminente a terapia intensiva y luces que se apagan y calles que pasan, es verdad, se notó desde la última supervisión ¿Atento? Sí, claro, como el ratón ante el gato o la pólvora ante el fuego, clavo mirada y ella también… ¿ojos o entrecejo?, no aparto, afirmo y parece ceder pero es una mirada no una caricia, seguir o detenerse, escuchar “funcionamiento de área”, toma notas al margen y vuelve a mirar, ¿pensará como yo? ¿Tendrá el mismo miedo a no llegar al hospital, a no tener suficiente sangre, a que se detenga el corazón y la mente? Corto y reanudo contacto, mirada perdida y nunca más encontrada, de vuelta al desierto, al lugar sin nombre, desesperar y pedir por favor, que no dure para siempre lo negro de sangre, agradecimiento y despedida, espalda y reanuda la devolución en otra parte; fin de juego, vana gloria, nueva muerte.

Hora del almuerzo. Cerrar sesión, cola para bajar en ascensor, que baje y se detenga en tres pisos promedio, caminar hasta el super, cola en la rotisería, cola en la caja, esperar el cambio, nuevamente que se ponga verde la luz del semáforo, cola para subir en ascensor, que se detenga en dos pisos promedio, cola para usar el microondas de la cocina, sostener la bandeja con comida caliente hasta que se desocupe un sito en la mesada del comedor, almorzar antes de que se enfríe, cola en el dispensador de agua. Es tan fácil perder la razón si cada día que pasa ya pasó, si cada sorpresa ya es antigua como el agua, si cada paso del cuarto de hora que me queda me lleva otra vez rumbo a la calle a respirar por lo menos una bocanada de aire inmundo. Y González, ¿que tal la entrega del informe? Bien, ahora queda afinar el tema de los préstamos, ¿y el culo de la Inés? Bien, ahora queda el tema de enfiestarla, nos vemos adentro. Despreocupado, le fue bien en la lobotomía y cómo me irá a mi con los tubos en la nariz y el cuerpo en la camilla, los pies en la calle y el grito en el suelo, ¿Lucía podrá vivir sin mi?, un pico de dolor adelanta que ya no más, que no vuelve y que se va y confirma que los desquiciados son los demás, yo por lo menos persigo mi sueño aunque sea el de esta mañana, el de la caricia del pavimento en la cara, el de no saber si estoy sin moverme en mis dos pies porque no quiero salir del medio de la calle o si el impacto que me derribó fue tan tremendo, tan estallido, tan de muerto vivo que le queda aliento para preguntarse de donde salen las voces mi voz los gritos mis gritos, si de verdad puedo verme o si no estoy mas aquí.



Duda razonable

Puede ser
que la gravedad sea mentira,
la física nos mantuvo engañados,
tantos años de cabeza entre las nubes
de ojos vueltos a la niebla
que heredamos la ceguera en la sangre;
tanto que levantamos la frente
mientras alabamos la desgracia.
“Es soberbia una roca sepultada

Y la poesía suena igual al silencio”.
Tal vez
la manzana de Newton
se detuvo a la altura de la rama
el mono desciende del hombre
el mundo se creó en un mes
el sol, durante un año(o mil)
se desplaza soberbio desamparado
en torno a un planeta ridículo
que no Galilei, NO se mueve.

Hielo a cien centígrados,
la madera descorre al diamante
cuando la llama la abandona,
todo florece en invierno,
el verano desvanece la vida
la tierra, las alas, los espejos.



 

domingo, 19 de julio de 2015

Vertical

La canasta básica debería incluir un paracaídas:
un anticipo para el día del desplome.
Hace falta,
por lo menos aplazar el cimbronazo inevitable.

Es lo mismo si son diez metros
o cuatro mil pies,
la caída sigue siendo vertical,
y de arriba hacia abajo.

El miedo jurásico al impacto
no desaparece con el último aliento al ras del piso.
Propongo demorar la caída libre
del abrazo incondicional del suelo;
a una distancia adecuada de la tierra,
sobrevivir equivale a cero.

Ni las nubes duran tanto en las alturas,
El agua que hoy es nube
Mañana es río de verano

Al barrilete, su pariente cercano, lo enlaza un hilo inflexible,
engaña cuando se mueve por el viento,
no es libre, ni un símbolo),

El albatros baja en picada a pescar
Su descenso es voluntario,
Un ejemplo majestuoso
para los que tiemblan frente al precipicio
y buscan el motivo para inclinarse ante el aire.

Aconsejo entonces una tregua ante la ley de gravedad,
que sea asunto del lastre del cuerpo
multiplicándose a cada centímetro 
y que la tela decida que todavía es ilusión
el salvaje último sueño
del abrazo de cemento.

Agosto 2012


domingo, 7 de junio de 2015

"Los muertos" (finale); James Joyce (Dublineses, 1914)

     Gabriel se sintió humillado por el fracaso de su ironía y ante la evocación de esta figura de entre los muertos: un muchacho que trabajaba en el gas. Mientras él había estado lleno de recuerdos de su vida secreta en común, lleno de ternura y deseo, ella lo comparaba mentalmente con el otro. Lo asaltó una vergonzante conciencia de sí mismo. Se vio como una figura ridícula, actuando como recadero de sus tías, un nervioso y bienintencionado sentimental, alardeando de orador con los humildes, idealizando hasta su visible lujuria: el lamentable tipo fatuo que había visto momentáneamente en el espejo. Instintivamente dio la espalda a la luz, no fuera que ella pudiera ver la vergüenza que le quemaba el rostro.
       Trató de mantener su tono frío, de interrogatorio, pero cuando habló su voz era indiferente y humilde.
       -Supongo que estarías enamorada de este Michael Furey, Gretta -dijo.
       -Me sentía muy bien con él entonces -dijo ella.
       Su voz sonaba velada y triste. Gabriel, sintiendo ahora lo vano que sería tratar de llevarla más lejos de lo que se propuso, acarició una de sus manos y dijo, él también triste:
       -¿Y de qué murió tan joven, Gretta? Tuberculoso, supongo.
       -Creo que murió por mí -respondió ella.
       Un terror vago se apoderó de Gabriel ante su respuesta, como si, en el momento en que confiaba triunfar, algún ser impalpable y vengativo se abalanzara sobre él, reuniendo las fuerzas de su mundo tenue para echársele encima. Pero se sacudió libre con un esfuerzo de su raciocinio y continuó acariciándole a ella la mano. No la interrogó más porque sentía que se lo contaría ella todo por sí misma. Su mano estaba húmeda y cálida: no respondía a su caricia, pero él continuaba acariciándola tal como había acariciado su primera carta aquella mañana de primavera.
       -Era en invierno -dijo ella-, como al comienzo del invierno en que yo iba a dejar a mi abuela para venir acá al convento. Y él estaba enfermo siempre en su hospedaje de Galway y no lo dejaban salir y ya le habían escrito a su gente en Oughterard. Estaba decaído, decían, o cosa así. Nunca supe a derechas.
       Hizo una pausa para suspirar.
       -El pobre -dijo-. Me tenía mucho cariño y era tan gentil. Salíamos a caminar, tú sabes, Gabriel, como hacen en el campo. Hubiera estudiado canto de no haber sido por su salud.   Tenía muy buena voz, el pobre Michael Furey.
       -Bien, ¿y entonces? -preguntó Gabriel.
       -Y entonces, cuando vino la hora de dejar yo Galway y venir acá para el convento, él estaba mucho peor y no me dejaban ni ir a verlo, por lo que le escribí una carta diciéndole que me iba a Dublín y regresaba en el verano y que esperaba que estuviera mejor para entonces.
       Hizo una pausa para controlar su voz y luego siguió: -Entonces, la noche antes de irme, yo estaba en la casa de mi abuela en la Isla de las Monjas, haciendo las maletas, cuando oí que tiraban guijarros a la ventana. El cristal estaba tan anegado que no podía ver, por lo que corrí abajo así como estaba y salí al patio y allí estaba el pobre al final del jardín, tiritando.
       -¿Y no le dijiste que se fuera para su casa? -preguntó Gabriel.
       -Le rogué que regresara enseguida y le dije que se iba a morir con tanta lluvia. Pero él me dijo que no quería seguir viviendo. ¡Puedo ver sus ojos ahí mismo, ahí mismo! Estaba parado al final del jardín donde había un árbol.
       -¿Y se fue? -preguntó Gabriel.
       -Sí, se fue. Y cuando yo no llevaba más que una semana en el convento se murió y lo enterraron en Oughterard, de donde era su familia. ¡Ay, el día que supe que, que se había muerto!
       Se detuvo, ahogada en llanto, y, sobrecogida por la emoción, se tiró en la cama bocabajo, a sollozar sobre la colcha. Gabriel sostuvo su mano durante un rato, sin saber qué hacer, y luego, temeroso de entrometerse en su pena, la dejó caer gentilmente y se fue, quedo, a la ventana.
       Ella dormía profundamente.
       Gabriel, apoyado en un codo, miró por un rato y sin resentimiento su pelo revuelto y su boca entreabierta, oyendo su respiración profunda. De manera que ella tuvo un amor así en la vida: un hombre había muerto por su causa. Apenas le dolía ahora pensar en la pobre parte que él, su marido, había jugado en su vida. La miró mientras dormía como si ella y él nunca hubieran sido marido y mujer. Sus ojos curiosos se posaron un gran rato en su cara y su pelo: y, mientras pensaba cómo habría sido ella entonces, por el tiempo de su primera belleza lozana, una extraña y amistosa lástima por ella penetró en su alma. No quería decirse a sí mismo que ya no era bella, pero sabía que su cara no era la cara por la que Michael Furey desafió la muerte.
       Quizás ella no le hizo a él todo el cuento. Sus ojos se movieron a la silla sobre la que ella había tirado algunas de sus ropas. Un cordón del corpiño colgaba hasta el piso. Una bota se mantenía en pie, su caña fláccida caída; su compañera yacía recostada a su lado. Se extrañó ante sus emociones en tropel de una hora atrás. ¿De dónde provenían? De la cena de su tía, de su misma arenga idiota, del vino y del baile, de aquella alegría fabricada al dar las buenas noches en el pasillo, del placer de caminar junto al río bajo la nieve. ¡Pobre tía Julia! Ella, también, sería muy pronto una sombra junto a la sombra de Patrick Morkan y su caballo. Había atrapado al vuelo aquel aspecto abotargado de su rostro mientras cantaba Ataviada para el casorio. Pronto, quizá, se sentaría en aquella misma sala, vestido de luto, el negro sombrero de seda sobre las rodillas, las cortinas bajas y la tía Kate sentada a su lado, llorando y soplándose la nariz mientras le contaba de qué manera había muerto Julia. Buscaría él en su cabeza algunas palabras de consuelo, pero no encontraría más que las usuales, inútiles y torpes. Sí, sí: ocurrirá muy pronto.
       El aire del cuarto le helaba la espalda. Se estiró con cuidado bajo las sábanas y se echó al lado de su esposa. Uno a uno se iban convirtiendo ambos en sombras. Mejor pasar audaz al otro mundo en el apogeo de una pasión que marchitarse consumido funestamente por la vida. Pensó cómo la mujer que descansaba a su lado había evocado en su corazón, durante años, la imagen de los ojos de su amante el día que él le dijo que no quería seguir viviendo.
       Lágrimas generosas colmaron los ojos de Gabriel. Nunca había sentido aquello por ninguna mujer, pero supo que ese sentimiento tenía que ser amor. A sus ojos las lágrimas crecieron en la oscuridad parcial del cuarto y se imaginó que veía una figura de hombre, joven, de pie bajo un árbol anegado. Había otras formas próximas. Su alma se había acercado a esa región donde moran las huestes de los muertos. Estaba consciente, pero no podía aprehender sus aviesas y tenues presencias. Su propia identidad se esfumaba a un mundo impalpable y gris: el sólido mundo en que estos muertos se criaron y vivieron se disolvía consumiéndose.

       Leves toques en el vidrio lo hicieron volverse hacia la ventana. De nuevo nevaba. Soñoliento vio cómo los copos, de plata y de sombras, caían oblicuos hacia las luces. Había llegado la hora de variar su rumbo al poniente. Sí, los diarios estaban en lo cierto: nevaba en toda Irlanda. Caía nieve en cada zona de la oscura planicie central y en las colinas calvas, caía suave sobre el mégano de Allen y, más al oeste, suave caía sobre las sombrías, sediciosas aguas de Shannon. Caía, así, en todo el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey, muerto. Reposaba, espesa, al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y sobre las espinas yermas. Su alma caía lenta en la duermevela al oír caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos.


domingo, 31 de mayo de 2015

La bronca de Carolina - Toma 2

- ¿Y entonces?
- Cuando Carolina me dijo estúpido me borré. Tenía mis razones para haberle dicho lo que le dije, pero ella no para decirme estúpido. No es, por supuesto, el insulto que de por sí es una boludez, pero la manera en que lo dijo, entonando cada letra, como llenándose la boca con la palabra. Estoy seguro que fue su manera de escupirme, metafóricamente o no tanto, si me quedaba un minuto más ya veía venir el escupitajo o el vaso de cerveza en la cara. Una de las furias, pero vestida y con medias de encaje, después a la calle, solo, hasta me olvidé de la campera en la ropería, tengo que volver el martes de 18 a 20 para buscarla. Estaba como Clint cuando quería salir de Alcatraz; volví caminando hasta casa y como me quedaba el vinito empezado de la previa no me molestó demasiado el bajón. Adentro de la copa estaba la primera noche que pasamos juntos en casa. Fue a buscar el libro de Levrero que le secuestré con la intención de obligarla a ir a buscarlo algún día, tenía una etiqueta fina en la heladera desde la tarde. Le hablé del libro, puse el Desintegration, serví dos vasos, prendí velas, surtí aceitunas y piqué unos quesos como diciendo “vos seguís “, apagué la tele. Brindamos y la voz de Smith hizo el resto. Me cagué en la espontaneidad, pero ante las ganas de ponerla prima el resultado, máxime si estamos hablando de Carolina, ese sexo con método científico… pero volviendo al tema de anoche, habíamos hablado temprano y quedamos en vernos la semana que viene. Pues de golpe y sin avisar va y se aparece en el boliche, a medio tanque y con la Colombes y la Amsterdam por hemisferios cerebrales. Si era uno de esos días, no puedo asegurarlo, con Carolina todos los días son esos días; es como servir un vaso en la oscuridad, nunca se sabe cuándo es poco y cuándo es demasiado. De entrada enojo porque había salido y no había avisado. Aclaremos que la relación hasta este momento excedía a lo que Sistercio llama histeriqueus sin iusta causa. El planteo del célebre Latino es que cuando una relación alcanza cierto punto, cualquier bronca y/o arranque es justificable y en ocasiones comprensible aunque se deba a una bobada. Novius bancam, garches cierrat ortum, no recuerdo el hexámetro con certeza. En días de resaca no se grita ni se cita textualmente. Por ahora no la voy a llamar, tengo muy claro que no se intenta hacer un asado donde hace menos de doce horas hubo un incendio, no; además, según la escala de las peleas del primo de Richter, el de ayer fue un sismo medianamente fuerte, ponele un tres. Para darte referencias de la escala, son diez, siendo la menor no haberte querido ir de una fiesta cuando ella quería. Un diez es cuando te encuentra enfiestado con dos travestis en la cama matrimonial el día de su cumpleaños. Ojo, está claro como el cielo un día de verano que algunas peleas fortalecen la relación (como hay otras que las liquidan). Espero, deseo, aguardo que este incidente pasajero comparado con el dilema resuelto exalte el bienestar compartido. Es decir, el blanco no existe sin el negro, el universo está fundado en dualidades, oh mi amigo. De no ser por estas hermosas paradojas andaríamos desnudos por el cosmos, ¿acaso es concebible que exista el asado y no el tinto? Hay que desconfiar de un universo sin borrachos que putean a la iglesia un domingo a la mañana o sin niños que se esconden para hojear una Playboy. Mi choque con Carolina ayer tuvo un poco de necesidad de entender el conjunto a través de la separación de las partes; le intenté explicar que a veces las relaciones de pareja son como París, que hay como cuarenta puentes que te llevan al mismo lugar pero creo que no me entendió. Por eso me dijo estúpido.

                         "Lady Macbeth con los puñales"; Johann Heinrich Füssli; 1812. Tate Gallery, Londres.

La bronca de Carolina - Toma 1

- Cuando Carolina me dijo estúpido me borré. Tenía mis razones para haberle dicho lo que le dije, pero ella no para decirme estúpido. No es, por supuesto, el insulto que de por sí es una boludez, pero la manera en que lo dijo, entonando cada letra, como llenándose la boca con la palabra. Estoy seguro que fue su manera de escupirme.
-Lo que de cierta manera hizo, metafóricamente hablando.
-No creas que tan metafóricamente, si me quedaba un minuto más ya veía venir el escupitajo o el vaso de cerveza en la cara. Una de las furias, pero vestida y con medias de encaje.
- Después lo perdí de vista, Licenciado.
-Hasta me olvidé de la campera en la ropería, tengo que volver el martes de 18 a 20 para buscarla. Estaba como Clint cuando quería salir de Alcatraz; volví caminando hasta casa y como me quedaba el vinito empezado de la previa no me molestó demasiado el bajón.
-¿Filosófico, como siempre?
-No, etílico esta vez. Ahora que lo pienso en sobrio, hasta cuando empezamos a salir estábamos tomados, es como un círculo que se cierra.
-Nunca contaste esa.
-Fue una noche en casa. Ella fue a buscar el libro de Levrero que le secuestré con la intención de obligarla a ir a buscarlo algún día.
-Sutil…
-Tenía una de etiqueta fina en la heladera desde la tarde. Le hablé del libro, puse el Desintegration, serví dos vasos, prendí velas, surtí aceitunas y piqué unos quesos como diciendo “vos seguís “, apagué la tele. Brindamos y la voz de Smith hizo el resto. Una velada ideal.
-Nada espontánea, pero ideal.
-Me cago en la espontaneidad si tengo ganas de ponerla. Máxime si estamos hablando de Carolina.
-Describí en tres palabras su lenguaje carnal.
-Inteligente, preciso, metódico. Sabio.
-Comprendo, Milord. Aunque por asociación también podría significar fríos, impasibles, reservados.
-Nada más lejos de la verdad; pero volviendo al tema de anoche, habíamos hablado temprano y quedamos en vernos la semana que viene. Pues de golpe y sin avisar va y se aparece en el boliche, a medio tanque y con la Colombes y la Amsterdam por hemisferios cerebrales.
-¿Era uno de esos días?
-Con Carolina todos los días son esos días; es como servir un vaso en la oscuridad, nunca se sabe cuándo es poco y cuándo es demasiado. De entrada enojo porque había salido y no había avisado.
-¿Pero cómo? ¿Acaso la seriedad de vuestra relación excede a lo que Sistercio llama histeriqueus sin iusta causa?
-No me es familiar el concepto…
-Lo que plantea el célebre Latino es que cuando una relación alcanza cierto punto, cualquier bronca y/o arranque es justificable y en ocasiones comprensible aunque se deba a una insignificancia. Novius bancam, garches cierrat ortum, no recuerdo el hexámetro con certeza. En días de resaca no se grita ni se cita textualmente.
-Lo nuestro estaba a medio camino de todo; ¿me prestás el libro?
-Es solo para iniciados. ¿La vas a llamar? Remember que no se intenta hacer un asado donde hubo un incendio.
-Seguramente que hoy no. Además, en la escala de las peleas del primo de Richter, el de ayer fue un sismo medianamente fuerte, un tres.
-No conozco la escala, dame referencias para ubicarme.
-Son diez, siendo la menor no haberte querido ir de una fiesta cuando ella quería. Un diez es cuando te encuentra enfiestado con dos travestis en la cama matrimonial el día de su cumpleaños.
-Clarísmo. Como el cielo un día de verano. Ojo que algunas peleas fortalecen la relación.
-Otras las liquidan. Me gusta pensar que la de ayer no fue el caso.
-En el caso que esto se solucione, este breve impass será recordado como un incidente pasajero que, comparado con el dilema resuelto realzará el bienestar compartido.
-Querés decir que el blanco no existe sin el negro.
-El universo está fundado en dualidades, amigo Antenor.
-Y complementos.
-De no ser por estas hermosas paradojas, estaríamos desprovistos de sentido, desnudos en el cosmos.
-Es como concebir un mundo sin asado con tinto.
-Sin Terminator y sin Duro de matar.
-Sin haber leído una Playboy a escondidas.
-Sin haberse mamado y puteado a la iglesia.
-O sin haber convertido un ceda el paso en un ceda el faso.
-Entonces, ¿por qué la pelea?
-Ahí estaba yo, meta sensatez y sentimientos tratando de transformar en fértil un encuentro destinado al combate y usó sin piedad un que soy yo para vos. Dudé un segundo en definir lo indefinible y fue suficiente para desatar la crisis.
-Una cuestión sin respuesta.
-Como existir…la cosa era formularla en tiempo y forma. Me cobró la indecisión con multas y recargos; es que mientras armaba un croquis de la relación lo tomó como un no sé que decir porque me chupa un huevo y la cosa explotó con ráfagas de más que una amistad y campos minados de (…). No es tan fácil ser un canalla en estos días en que cualquiera completa el círculo compadre, no se golpea y acaricia con la misma mano y menos cuando un segundo es demasiado tiempo, casos sobran y este fue uno ejemplar con poca luz y a las dos de la mañana…

      "Orestes acosado por las Erinias"; (William Adolphe Bouguereau, 1862)