sábado, 14 de octubre de 2017

Soy de barro

Soy de barro.

Traigo la forma a la fuerza, de los pelos, a los golpes
La saranda de arena se suma de poco al litro de agua que solidifica la rareza, la delicadeza de comenzar a ser sin antes haber sido.

Monstruoso río desalmado, se deforma de hielo al principio, es útil como medio de comercio después. Inestable en perpetuo movimiento, lo reverencio como símbolo pero me representa otra cosa.

Tumbado de pie frente a la roca, el orgullo de verla terminada, vitaminas de esquirlas me rodean, ¿quién dijo hambre?

Solté, a la velocidad que me permitieron mis puños sangrantes, los golpes vencidos flechando la frente, doblando las manos. Es humana la forma, véanse en el otro, prémiense con el reflejo, aprete la mano, vea. Si lo consigo, mi tarea está completa.

El tratamiento de la lava siempre se me escapó, el trabajo en frío es más ágil porque es más lento, por ejemplo es más vanidoso el calor que me obliga al contacto corto –golpes de puño y de cincel- que el helado detenimiento del tiempo.

En ocasiones escalo intermitente, a veces hacia arriba y a veces hacia abajo. El próximo destino del siguiente paso se pierde sin ritmo y sin escala. Cuando me cruce con el próximo explorador le pediré que cargue mi roca.

Mientras el mundo miraba de cerca, con todos los ojos que le pertenecen, la elección presidencial, yo me regodeaba de cara al infinito lechoso estelar y me repetía que todo iba a estar bien, mientras las grietas empezaban a correr por mi brazo.

Enviudé de pronto a lo largo del taller vacío de vino y de tabaco y de mujer me tendí en la colchoneta mascando arcilla y queriendo escupir la forma de una corona escupí una carnaza entre negra y roja que sin radiografía supe que dentro de mí quedaba más y que a cada escupitajo crecía en centímetros cúbicos apelmazando cada vez más mis órganos funcionales y sonreí y tomé el cincel y empecé de nuevo.


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