domingo, 30 de julio de 2017

Canto ajeno VIII

Revuelvo palabras,
reconozco las desfalcadas en sermones, coloquios y minutas:
me resta redoblar la mano anterior:
poemas parecidos a la noche,
y digo noche por semejante a tantos
iguales, simétricos, invariables.
Cada número de serie es único,
semejante a los espejos,
cada cara también a la anterior,
disímiles, cambiantes, impares. 


martes, 18 de julio de 2017

Me interné en un trópico desconocido

Me interné en un trópico desconocido
una segunda mortaja de ramas sin flores
caminos de hormigas en el barro
helechos gigantes desmiembro con mis hombros.
La tierra se va partiendo a cada paso,
desde el continente emigro a un islote náufrago,      
camino con pausa para no irritar a las alimañas durmientes:
soy intruso en este terreno,
adivino las miradas del tigre entre el follaje
planeando maniobras de asalto, hijas del hambre de la mandíbula.
Un rayo de sol se filtra entre las ramas más altas,
avanzo un paso, vuelvo la vista, se renueva el lienzo.
Una serpiente enlazada en su rama
silba su siesta de silencio.
Nudos de pulpa verde crecen hasta la cima de los eucaliptus:
todo aquí se nutre de agua,
de nada más que del agua;
de donde vengo la sed es la norma,
de donde vengo nos nutrimos de sed.
Los jadeos del aire caliente
ondean las hojas más livianas
el calor insoportable
la vegetación lujuriosa
los insectos me rayan la cara
la humedad, las capas de hojas muertas sobre hojas muertas
que insisten en ser suelo nuevo,
la yedra desprende un olor que espanta a los pájaros jóvenes
insisto a fuerza de pasos penetrar en la selva retinta
revienta la tierra de tanta raíz,
estoy de paso, me repito, estoy de paso
revivo de a una palabra a la vez
mi lengua montaraz empuja,
se empeña en demostrar,
empuja para hacer brotar mi discurso como un río profundo
como el vapor al agua ardiendo;
caminando alcanzo el límite de la arboleda y de mi paciencia.
Bajo a la ciudad,
y cuanto sea posible bajo un poco más,
hasta la última puerta, y bajo la escalera siguiente,
y los trenes hacen temblar mi cabeza con su entusiasmo mecánico,
sobre mis sienes zumban turbinas que extraen el aire dopado,
cargado de electrolitos y azufre,
bajo un poco más en un ascensor trabado en combate
con la ley de gravedad,
peleando a muerte lo más abajo que pueda llegar
y por los azulejos
desbordaban los ríos subterráneos.


A la altura de la cara

I can see for miles
THE WHO

A la altura de la cara
tan cerca como los ojos,
cerca
tanto que contemplamos
en primer, en segundo
y en los planos que se te ocurran
la semilla
que ató las raíces en el ramaje.
Apostamos con el mazo a la vista,
reconocimos con cuidado cada surco
cada señal, cada marca en el cemento.
Las gotas estallando en la ventana
fue lo primero que vimos
cuando emparedamos los párpados
entrevimos vistazos observamos
castigamos con la vigilia
los lomos de los libros
de papel, piedra o arena.
Pupílea presencia permaneció,
las pieles dinamitando
resguardando los espías encubiertos
que divisan la absoluta imperfección.
Sin que me veas,
veo hasta el reverso de tus arterias,
la inmensidad de los cimientos en el aire
la lujuria lastimada por el silencio
tierra firme orbitando la guerra.
Así diviso resguardo seguro
de las manos en vela
y sigo, no puedo detener
las monedas del teatro de los días
cayendo desde el infierno a la ciudad
incendiando la llanura,
comprando hasta las galas.
Intentamos olvidar el descaro de los espejos
y no pudimos, no se puede
borrar como por descuido
la médula del fuego
lo sagrado de la niebla
la risa de la ropa en el suelo
los consejos que llegan desde otra orilla
resonando, saturando de ojos los oídos.



Diferencia

Difference.
Differance.
Diferencia.


Lenguaje universal de la igualdad.

domingo, 16 de julio de 2017

"Para acabar con el juicio de Dios" (fragmentos) - Antonin Artaud (1947)

"Para acabar con el juicio de dios" fue escrito por Antonin Artaud a pedido de Fernand Pouey para ser transmitido por la radio nacional francesa junto a otros textos de distintos poetas a modo de conmemorar la todavía reciente finalización de la segunda guerra mundial. El propio Artaud, María Casares, Roger Blin y Paule Thévenin lo grabaron el 28 de noviembre de 1947, pero la emisión, programada para el 2 de febrero de 1948 fue prohibida por el director de la radio, Wladimir Porche, escandalizado por la violencia del texto. Fernand Pouey logró que se formara una especie de tribunal (integrado, entre otras personalidades, por Jean Cocteau, Pául Eluard, René Char entre otros) encargado de dar su parecer sobre el poema. El fallo fue totalmente favorable pero aún así, el director de la radio mantuvo su veto). 

PARA ACABAR CON EL JUICIO DE DIOS

Ayer me enteré,
(se puede creer, o tal vez sólo
es un rumor falso, que me detengo en uno de
esos sucios chismes que circulan entre
fregaderos y letrinas cuando se tiran las
comidas que una vez más han sido engullidas),
ayer me enteré
de una de las prácticas oficiales más impresionantes de las escuelas
públicas americanas y que sin duda hacen que ese
país se crea a la cabeza del progreso.
Parece que entre los exámenes o pruebas que debe soportar
un niño que entra por primera vez a una escuela
pública, se verifica la llamada prueba del líquido seminal
o del esperma
que consistiría en pedirle al pequeño recién llegado un poco
de su esperma para introducirlo en un frasco
y conservarlo así preparado para cualquier tentativa de fecundación
artificial que pudiera llevarse a cabo en el futuro.
Pues los americanos descubren día a día
que carecen de brazos y de niños
es decir no de obreros
sino de soldados
y quieren a toda costa y por todos los
medios posibles hacer y fabricar soldados
con vistas a las guerras planetarias
que ulteriormente pudieran acaecer
y que estarían destinadas a mostrar por las
virtudes aplastantes de la fuerza
la excelencia de los productos americanos y
de los frutos del sudor americano en todos
los campos de la actividad y del dinamismo
posible de la fuerza.
Porque hay que producir, hay que, por todos
los medios de la actividad viable, reemplazar
la naturaleza dondequiera que pueda ser reemplazada,
hay que encontrar un campo mayor para
la inercia humana,
es preciso que el obrero tenga de qué ocuparse,
es preciso que se creen nuevos campos de actividad
donde se alzará por fin el reino de todos
los falsos productos fabricados,
de todos los innobles sucedáneos sintéticos,
donde la hermosa, la legítima naturaleza no tendrá
nada qué hacer,
y deberá ceder su lugar de una vez por todas y vergonzosamente
a los triunfales productos de la sustitución,
allí, el esperma de todas las usinas de fecundación artificial
hará maravillas para producir armadas y acorazados.
No más frutas, no más árboles, no más plantas
farmacéuticas o no y en consecuencia
no más alimentos,
sino productos de la síntesis a saciedad...
sino productos de síntesis, a saciedad,
en los vapores,
en los humores especiales de la atmósfera,
en los ejes particulares de las atmósferas
arrebatadas a la potencia de una naturaleza
que de la guerra sólo conoció el miedo.
Y viva la guerra, ¿no es cierto?
Porque, fue así, ¿verdad?, que los americanos prepararon
y preparan la guerra paso a paso.
Para defender esta fabricación
insensata de las competencias que
surgirían de inmediato en todas partes,
se necesitan soldados, armadas, aviones,
acorazados.

Parecería
que por esta razón los gobiernos
de América tuvieron el desparpajo de pensar en ese esperma.
Puesto que, nosotros, los nacidos
capitalistas, tenemos más de un enemigo
que nos vigila, hijo mío,
y entre esos enemigos,
la Rusia de Stalin
que tampoco carece de brazos armados.

Todo eso está muy bien,
pero yo no sabía que los americanos fueran un pueblo
tan guerrero.
Cuando se combate se reciben heridas
vi a muchos americanos en
la guerra pero siempre tenían delante de
ellos inconmensurables armadas de tanques,
de aviones, de acorazados que les servían como
escudo.
Vi pelear a las máquinas
y sólo divisé muy atrás, en el infinito, a los
hombres que las conducían.

Frente al pueblo que hace comer a sus
caballos, a sus bueyes y a sus asnos las últimas toneladas
de morfina legítima que poseen
para reemplazarla por sucedáneos de humo,
prefiero al pueblo que come a ras de la tierra
el delirio de donde nació,
hablo de los Tarahumaras que comen el Peyote
a ras del suelo mientras nace
y que mata al sol para instalar el reino
de la noche negra,
que desintegra la cruz para que los espacios
del espacio no puedan encontrarse y cruzarse
nunca más.
Van a escuchar ahora la danza
del TUTUGURI.

TUTUGURI
El rito del sol negro.

Y abajo, al pie del declive amargo,
cruelmente desesperado del corazón,
se abre el círculo de las seis cruces,
muy abajo
como encastrado en la tierra madre,
desencastrado del abrazo inmundo de la madre
que babea,

la tierra de carbón negro
es el único lugar húmedo
en esta grieta de roca.
El rito consiste en que el nuevo sol pase por siete puntos
antes de estallar en el orificio de la tierra.
Hay seis hombres,
uno por cada sol
y un séptimo hombre
vestido de negro y de carne roja
que es el sol
violento.

Este séptimo hombre
es un caballo,
un caballo con un hombre que lo acompaña.

Pero el caballo
es el sol
no el hombre.

Al ritmo desgarrante de un tambor y de una trompeta larga,
extraña,
los seis hombres
que estaban acostados,
enroscados a ras de la tierra
brotan sucesivamente como
girasoles
no soles
sino suelos que giran,
lotos de agua,
y cada brote
se corresponde con el gong cada vez más sombrío
y contenido
del tambor
hasta que de pronto se ve llegar a todo galope,
con una velocidad de vértigo,
al último sol,
al primer hombre,
al caballo negro y sobre él
un hombre desnudo
absolutamente desnudo
y casto.
(sobre su lomo)

Después de saltar, avanzan describiendo
recodos circulares
y el caballo de carne sangrante se enloquece
y caracolea sin cesar
en la cima de su risco
hasta que los seis hombres
terminan de rodear
las seis cruces.

La tensión mayor del rito es precisamente

LA ABOLICIÓN DE LA CRUZ.

Cuando terminan de girar
arrancan
las cruces de la tierra
y el hombre desnudo
sobre el caballo
enarbola
una inmensa herradura

empapada en la sangre de una cuchillada.

(...)

CONCLUSIÓN

—Señor Artaud, ¿para qué le sirvió esta radiodifusión?

—En principio para denunciar cierto número de porquerías sociales oficialmente consagradas y reconocidas:

 1º la explotación del esperma infantil, cedido benévolamente por niños, con vistas a una fecundación artificial de fetos que aún no han nacido y que nacerán dentro de un siglo o más.

 2° denunciar en ese mismo pueblo americano que ocupa toda la superficie del antiguo continente Indio, una resurrección del imperialismo guerrero de la antigua América que hizo que el pueblo indígena anterior a Colón fuera vilipendiado por toda la humanidad precedente.

—Señor Artaud, usted está diciendo cosas muy insólitas.

—Sí, digo algo insólito, digo que los Indios anteriores a Colón eran, contra todo lo que se pueda creer, un pueblo extrañamente civilizado, que conoció una forma de civilización basada en el principio exclusivo de la crueldad.  ¿Sabe usted qué es con exactitud la crueldad? 

—De ese modo no, no lo sé.

—La crueldad consiste en extirpar por la sangre y hasta la sangre a dios, al azar bestial de la inconsciente animalidad humana en cualquier parte donde se lo pueda encontrar. El hombre, cuando no se lo reprime,  es un animal erótico, lleva adentro un temblor inspirado, una especie de pulsación productora de bichos innumerables que constituyen la forma que los antiguos pueblos terrestres atribuían universalmente a Dios. Ello representaba lo que se denomina un espíritu. Ese espíritu procedente de los indios de América prevalece, en la actualidad, bajo aspectos científicos que revelan una infecciosa influencia mórbida, un estado acusado de vicio, pero de un vicio que abunda en enfermedades porque, pueden reírse todo lo que quieran, lo que se dio en llamar microbios es Dios: ¿saben ustedes con qué hacen sus átomos los rusos y los americanos? Los hacen con los microbios de Dios.

—Usted delira, señor Artaud, usted está loco.

—No deliro, no estoy loco. Afirmo que se reinventaron los microbios para imponer una nueva idea de dios, encontraron un nuevo recurso para destacar a dios y atraparlo justo en su nocividad microbiana: se trata de clavarlo en el corazón, donde los hombres más lo aman,  bajo la forma de la sexualidad enfermiza, en esa siniestra apariencia de crueldad mórbida que reviste cuando, como ahora, se complace en convulsionar  y enloquecer a la humanidad. Utiliza el espíritu de pureza de una conciencia que permaneció cándida como la mía para asfixiarla con todas las falsas apariencias que derrama universalmente en los espacios, de esta manera Artaud el momo puede representar el papel de alucinado.

—¿Qué quiere decir, señor Artaud?

—Quiero decir que encontré la forma de terminar de una vez por todas con ese impostor y también que si nadie cree ya en dios todo el mundo cree cada vez más en el hombre. Ahora es preciso castrar al hombre.

—¿Qué? ¿Cómo? Lo mire por donde lo mire, usted está loco, loco de remate.

—Llevándolo por última vez a la mesa de autopsias para rehacerle su anatomía. El hombre está enfermo porque está mal construido.  Átenme si quieren, pero tenemos que desnudar al hombre para rasparle ese microbio que lo pica mortalmente dios y con dios sus órganos porque no hay nada más inútil que un órgano. Cuando ustedes le hayan hecho un cuerpo sin órganos lo habrán liberado  de todos sus automatismos y lo habrán devuelto a su verdadera libertad. Entonces podrán enseñarle a danzar al revés como en el delirio de los bailes populares y ese revés será su verdadero lugar.





Audio original y subtítulos en español de la obra "Pour en finir avec le judgement de Dieu" (1946) de Antonin Artaud (1896-1948) realizados para la cátedra Lucero de Filosofía y Estética, Universidad Nacional de las Artes, Área Transdepartamental de Artes Multimediales.

Traducción y subtítulos: Agustin Genoud

domingo, 2 de julio de 2017

Ezra Pound - dos poemas de "Lustra" (1913-1915)

ENCARGO

Vayan, canciones mías, al solitario y al insatisfecho,
vayan también al neurótico, vayan al esclavo de las convenciones,
llévenles mi desprecio hacia sus opresores,
vayan como una inmensa ola de agua fresca,
lleven mi desprecio hacia los opresores.

Hablen contra la opresión inconsciente,
hablen contra la tiranía de quienes no tienen imaginación,
hablen contra las ataduras.
Vayan a la burguesa que muere de hastío,
vayan a las mujeres de los suburbios.
vayan a las horriblemente casadas,
vayan a aquellas que disimulan su fracaso,
vayan a las mal acompañadas
vayan a la esposa comprada,
vayan a la mujer impuesta.

Vayan a los que tienen delicada lujuria,
vayan a aquellos cuyos delicados deseos se frustraron,
vayan como una plaga sobre la estupidez del mundo;
vayan con vuestro filo sobre esto,
endurezcan las finas cuerdas,
lleven confianza a las algas y los tentáculos del alma.

Vayan de manera amistosa,
vayan hablando claro.
Ansíen encontrar nuevos males y un nuevo bien,
opónganse a todo modo de opresión.
Vayan a los acartonados por la mediana edad,
a los que han perdido interés por todo.

Vayan a los adolescentes ahogados por su familia
-¡qué espantoso es
ver a tres generaciones bajo el mismo techo!-
Es como un árbol viejo con brotes
y con ramas podridas que se caen.

Salgan, y desafíen toda opinión,
vayan contra esa servidumbre vegetal de la sangre;
contra toda clase de propiedad intelectual.

UN PACTO

Hagamos un pacto, Walt Whitman:
te he detestado lo suficiente.
Vengo a ti como un niño que ha crecido
y que tuviera un padre cabeza dura;
ahora ya tengo edad de hacer nuevos amigos.
Fuiste tú quien cortó los nuevos troncos
y ahora es el momento de tallarlos.
Tenemos igual savia y la misma raíz,
vamos a hacer un trato entre nosotros.


COMISSION

Go, my songs, to the lonely and the unsatisfied,
go also to the nerve-racked, go to the enslaved-by-convention,
bear to them my contempt for their oppressors.
go as a great wave of cool water,
bear my contempt of oppressors.

Speak against unconscious oppression,
speak against the tyranny of the unimaginative,
speak against bonds.
go to the bourgeoise who is dying of her ennuis,
go to the women in suburbs.
go to the hideously wedded,
go to them whose failure is concealed,
go to the unluckily mated,
go to the bought wife,
go to the woman entailed.

Go to those who have delicate lust,
go to those whose delicate desires are thwarted,
go like a blight upon the dulness of the world;
go with your edge against this,
strengthen the subtle cords,
bring confidence upon the algae and the tentacles of the soul.
Go in a friendly manner,
go with an open speech.
be eager to find new evils and new good,
be against all forms of oppression.
go to those who are thickened with middle age,
to those who have lost their interest.

Go to the adolescent who are smothered in family-
oh how hideous it is
to see three generations of one house gathered together!
It is like an old tree with shoots,
and with some branches rotted and falling.

Go out and defy opinion,
go against this vegetable bondage of the blood.
Be against all sorts of mortmain.

A PACT

I make a pact with you, Walt Whitman -
I have detested you long enough.
I come to you as a grown child
who has had a pig-headed father;
I am old enough now to make friends.
It was you that broke the new wood,
now is a time for carving.
We have one sap and one root -
let there be commerce between us.



"Balada del ausente" - Juan Carlos Onetti

Entonces no me des un motivo por favor
no le des conciencia a la nostalgia,
la desesperación y el juego.
Pensarte y no verte
sufrir en ti y no alzar mi grito
rumiar a solas, gracias a ti, por mi culpa,
en lo único que puede ser
enteramente pensado
llamar sin voz porque Dios dispuso
que si Él tiene compromisos
si Dios mismo le impide contestar
con dos dedos el saludo
cotidiano, nocturno, inevitable
es necesario aceptar la soledad,
confortarse hermanado
con el olor a perro, en esos días húmedos del sur,
en cualquier regreso
en cualquier hora cambiable del crepúsculo
tu silencio
y el paso indiferente de Dios que no ve ni saluda
que no responde al sombrero enlutado golpeando
las rodillas
que teme a Dios y se preocupa
por lo que opine, condene, rezongue, imponga.
No me des conciencia, grito, necesidad ni orden.
Estoy desnudo y lejos, lo que me dejaron
giro hacia el mundo y su secreto de musgo,
hacia la claridad dolorosa del mundo,
desnudo, sólo, desarmado
bamboleo mi cuerpo enmagrecido
tropiezo y avanzo
me acerco tal vez a una frontera
a un odio inútil, a su creciente miseria
y tampoco es consuelo
esa dulce ilusión de paz y de combate
porque la lejanía
no es ya, se disuelve en la espera
graciosa, incomprensible, de ayudarme
a vivir y esperar.
Ningún otro país y para siempre.
Mi pie izquierdo en la barra de bronce
fundido con ella.
El mozo que comprende, ayuda a esperar, cree lo que ignora.
Se aceptan todas las apuestas:
eternidad, infierno, aventura, estupidez
pero soy mayor
ya ni siquiera creo,
en romper espejos
en la noche
y lamerme la sangre de los dedos
como si la hubiera traído desde allí
como si la salobre mentira se espesara
como si la sangre, pequeño dolor filoso,
me aproximara a lo que resta vivo, blando y ágil.
Muerto por la distancia y el tiempo
y yo la, lo pierdo, doy mi vida,
a cambio de vejeces y ambiciones ajenas
cada día más antiguas, suciamente deseosas y extrañas.
Volver y no lo haré, dejar y no puedo.
Apoyar el zapato en el barrote de bronce
y esperar sin prisa su vejez, su ajenidad, su diminuto no ser.
La paz y después, dichosamente, en seguida, nada.
Ahí estaré. El tiempo no tocará mi pelo, no inventará arrugas,
no me inflará las mejillas
ahí estaré esperando una cita imposible, un encuentro que no se cumplirá.

César Vallejo - seis poemas de "Trilce" (1922)

VI

El traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera;
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.

A hora que no hay quien vaya a las aguas,
en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las cosas
del velador de tanto qué será de mí.
todas no están mías
a mi lado.

Quedaron de su propiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.

Y si supiera si ha de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma. Qué mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichosa
de probar que sí sabe, que sí puede
¡CÓMO NO VA A PODER!
azular y planchar todos los caos.

XXX

Quemadura del segundo
en toda la tierna cabecilla del deseo,
picadura de ají vagoroso,
a las dos de la tarde inmoral.

Guante de los bordes borde a borde.
Olorosa verdad tocada en vivo, al conectar
la antena del sexo
con lo que estamos siendo sin saberlo.

Lavaza de máxima ablución.
Calderas viajeras
que se chocan y salpican de fresca sombra
unánime, el color, la fracción, la dura vida,
                           la dura vida eterna.
No temamos. La muerte es así.

El sexo sangre de la amada que se queja
dulzorada, de portar tánto
por tan punto ridículo.
Y el circuito
entre nuestro pobre día y la noche grande,
a las dos de la tarde inmoral.

XXXIV

Se acabó el extraño, con quien, tarde
la noche, regresabas parla y parla.
Ya no habrá quien me aguarde,
dispuesto mi lugar, bueno lo malo.

Se acabó la calurosa tarde;
tu gran bahía y tu clamor; la charla
con tu madre acabada
que nos brindaba un té lleno de tarde.

Se acabó todo al fin: las vacaciones,
tu obediencia de pechos, tu manera
de pedirme que no me vaya fuera.

Y se acabó el diminutivo, para
mi mayoría en el dolor sin fin,
y nuestro haber nacido así sin causa.


LVI

Todos los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivir; y tomo el desayuno,
sin probar ni gota de él, todas las mañanas.
Sin saber si he logrado, o más nunca,
algo que brinca del sabor
o es sólo corazón y que ya vuelto, lamentará
hasta dónde esto es lo menos.

El niño crecería ahíto de felicidad
                                    oh albas,
ante el pesar de los padres de no poder dejarnos
de arrancar de sus sueños de amor a este mundo;
ante ellos que, como Dios, de tanto amor
se comprendieron hasta creadores
y nos quisieron hasta hacernos daño.

Flecos de invisible trama,
dientes que huronean desde la neutra emoción,
                                    pilares
libres de base y coronación,
en la gran boca que ha perdido el habla.

Fósforo y fósforo en la oscuridad,
lágrima y lágrima en la polvareda.

LXVI

Dobla el dos de Noviembre.

Estas sillas son buenas acojidas.
La rama del presentimiento
va, viene, sube, ondea sudorosa,
fatigada en esta sala.
Dobla triste el dos de Noviembre.

Difuntos, qué bajo cortan vuestros dientes
abolidos, repasando ciegos nervios,
sin recordar la dura fibra
que cantores obreros redondos remiendan
con cáñamo inacabable, de innumerables nudos
latientes de encrucijada.

Vosotros, difuntos, de las nítidas rodillas
puras a fuerza de entregaros,
cómo aserráis el otro corazón
con vuestras blancas coronas, ralas
de cordialidad. Sí. Vosotros, difuntos.

Dobla triste el dos de Noviembre.
Y la rama del presentimiento
se la muerde un carro que simplemente
rueda por la calle.

LXXVII

Graniza tánto, como para que yo recuerde
y acreciente las perlas
que he recogido del hocico mismo
de cada tempestad.

No se vaya a secar esta lluvia.
A menos que me fuese dado
caer ahora para ella, o que me enterrasen
mojado en el agua
que surtiera de todos los fuegos.

¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?
Temo me quede con algún flanco seco;
temo que ella se vaya, sin haberme probado
en las sequías de increíbles cuerdas vocales,
por las que,
para dar armonía,
hay siempre que subir ¡nunca bajar!
¿No subimos acaso para abajo?


Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!