miércoles, 25 de enero de 2017

Tres poemas de "Trilogía" (1944/46) - Hilda Doolittle

(de "No caen las murallas")

8

Con los cuernos, el disco o la serpiente erguida
revelamos nuestra condición:

aunque estos, las dos plumas o el loto
sean, nos dicen, frívolo adorno

del intelecto;
los poetas somos inservibles,

más que eso:
nosotros, reliquias genuinas,

portadores del saber secreto,
retazos vivientes

de la banda que lleva el iniciado
dentro de los santuarios

no solo somos "inútiles",
somos "patéticos":

esta es la nueva herejía;
pero si ni siquiera entienden lo que las palabras dicen,

¿cómo se atreven a juzgar
lo que las palabras callan?

con todo, revelan las antiguas escrituras
que estamos de nuevo en el principio;

les queda un largo camino por recorrer,
caminen con cautela, diríjanse con respeto

a quienes han completado el ciclo de la oruga,
pues también antes fueron los dioses aplastados

y los ídolos y su secreto guarda 
la misma palabra humana,

o el sueño banal
o trivial; las insignias

en la cresta de la garza,
el lomo del áspid,

los enigmas y escrituras prometen, como antaño,
protección para el escriba;

este precede al sacerdote,
es nada menos que el segundo tras el Faraón.


(de "Tributo a los ángeles")

1
Hermes Trimegisto
es patrón de los alquimistas;

ingenioso, hábil y curioso,
la mente es su reino;

su metal el mercurio,
oradores, ladrones y poetas sus clientes;

por tanto roba, oh Orador,
y saquea, oh Poeta,

toma lo que la antigua iglesia
encontró en la tumba de Mitra,

vela, manuscrito y campana;
toma lo que la nueva iglesia ha despreciado

y destrozado;
recoge los fragmentos del cristal roto

y con tu fuego y aliento
funde e integra,

re-opaca, re-crea
el ópalo, el ónix, la obsidiana

esparcidos ahora en fragmentos
que los hombres pisotean.


(de "La floración de la vara")

6

Así, antes quisiera ahogarme recordando,
que tostarme en atolones tropicales

en los mares de coral; antes ahogarme
recordando, que posarme en rama de abeto o pino,

allí donde derraman las grandes estrellas
su fuerza nutricia, Arturo

o los zafiros de la Corona Boreal;
antes batir mi ala en el viento, gritando a las otras:

sugirar es tan absurdo,
tan fútil es su revoloteo

en derredor -sin fundamento
vuelan ustedes-yo busco el cielo;

sin la visión vuelan ustedes,
yo veo ante y tras de mí,

lo que dicen los hombres no-es -yo recuerdo,
recuerdo, recuerdo, ustedes han olvidado:

creen, sin haber completado la mitad,
que ha terminado su ciclo,

pero en su girar obstinado repiten -otra vez, otra vez, otra vez;
otra vez el acero afilado en la piedra;

otra vez de calaveras la pirámide;
de los muertos me compadecí,

oh blasfemia, la piedad es una piedra en el pan,
solo el amor es santo y el éxtasis de amor

que gira y gira y gira en torno a un centro
temerario, tenaz, ciego a la realidad,

que sabe que ahí están las islas de los Bienaventurados
pues aguas inmensas no podrán apagar el fuego del amor.

jueves, 5 de enero de 2017

V de DOS - Nelson Traba ("Agua de los ahogados", 2012)

Cuanta falta hace un buen suicidio o parricidio,
pero Mario Benedetti ya está muerto.
Vi a muchos frotarse las manos;
al estrafalario posmoderno también.
Este lugar es una covacha de inútiles -dijo.
Empleados de museos.
Gestores culturales.
Músicos acomodados.
Escritores acomodados.
Diseñadores gráficos haciendo flamear un diploma
de MAPA, dado que no pudieron entrar a la ORT.
Ortográficamente pulidos
los textos para el guión de una película imposible.
La industria cinematográfica, el negocio editorial,
los bestsellers, Paulo Coelho e Isabel Allende
                                                                        masticando maníes.
Este lugar es un cuchitril de pendejos
                                                           -sin sinónimos-
con innecesarios alambres en los dientes.
Tan pagados de sí, -tan nenes de papá-,
tan colegio privado, tan boliches hasta tarde,
tan sonrisas alambradas.
La cultura oficial es un chiribitil
de jurados premiándose a sí mismos.
Llamándose entre ellos
                                   -mamándose, invitándose, imitándose.
A la que marosea -sí, marosea,
no mareosea,
ni manosea,
ni mañosea,
ni maromea,
ni marotea-
le bastó mezclar la agricultura con la industria.
Al que estuvo en un aljibe lo premiaron,
¿será por las cartas que nunca llegaron?
Esta cueva está cerca del mar y hay un tsunami
preparando su ola.



Canto ajeno VII

Un argelino vendiendo pipas para hachís en una peatonal de Alicante,
un bañista en Rocha y su séptima esposa debajo bajo la sombrilla,
un gondolero veneciano hijo y nieto de padre y abuelo gondolero que nació para ser asaltante,
un aborigen sin nombre de un país que nunca le dijeron que se llama Borneo sin más tarea que comer y beber y revolcarse con su hembra sin saber si lo hace para reproducirse a su imagen y semejanza o si no tiene más propósito que desgajarse el grito nacido en las entrañas.


"Manfredo" - Lord Byron (1817)

Acto I, escena I. 

Manfredo se ha desvanecido.
Hablan los siete Espíritus.

[CONJURO]

I
Cuando la luna esté sobre las olas,
reluzca la luciérnaga en la hierba
y la estrella fugaz sobre el sepulcro
y el fuego fatuo brille en el pantano,
cuando recorra el cielo algún cometa,
ululen las monótonas lechuzas
y en los montes estén las hojas mudas,
mil alma estará también sobre la tuya
con un poder y un signo misteriosos.

II
Aunque duermas un sueño muy profundo,
nunca tendrás tu espíritu dormido.
Hay sombras que jamás desaparecen
e ideas que nunca consigues apartar;
en virtud de un poder que desconoces,
ya no podrás estar contigo a solas;
inmóvil, como envuelto en un sudario,
te encuentras en la cumbre de una nube;
por siempre has de vivir, como embrujado,
prendido por la magia de este hechizo.

III
No me verás pasar, pero tus ojos
han de sentir mi tránsito invisible,
como algo que estará donde tu vayas
y estuvo junto a ti; cuando te vuelvas
mirando alrededor, has de asombrarte
de que, como a tu sombra, no me encuentres,
y ese poder que aprecias y practicas
lo tendrás que encubrir ante los otros.

IV
Como una maldición te ha bautizado
una mágica voz muy armoniosa
y del aire un espíritu en su trampa
te ha forzado a caer; hay en el viento
una voz que gozar ha de impedirte,
y la noche también ha de negarte
la quietud de su bóveda estrellada;
ha de cegarte el sol hasta tal punto
que ansiarás las sombras del crepúsculo.

V
Destilé de tus lágrimas mentirosas
una esencia letal muy poderosa;
te exprimí el corazón y sangre negra
obtuve de su fuente más oscura.
Luego arranqué también esa serpiente
que había en el helecho de tu risa;
de tus labios sorbí el encantamiento
que prodigó su mal más importante,
y al probar los venenos conocidos
vi que el más destructor es el que exhalas.

VI
Por ese corazón tuyo tan frío,
por la sierpe que vive en tu sonrisa
y el abismo insondable de tu astucia,
por esa hipocresía en que te encierras,
la rara perfección con que consigues
que tu mal corazón pase por bueno,
por disfrutar al ver que otros padecen,
tu hermandad de Caín, te condenamos
a que lleves en ti tu propio infierno.  

VII
En tu frente la pócima derramo:
ella te forzará a ponerte a prueba,
morir jamás podrás ni hallar descanso;
tu destino cruel será en lo sucesivo:
ansiar la muerte al tiempo que la observas 
con íntimo terror. ¡Mira en tu entorno!:
ya ejerce el maleficio sus efectos
y te sujetan firmes sus cadenas; 
cerebro y corazón, conjuntamente,
oyeron tu sentencia. Ahora, Manfredo, 
marchítate también como esas hojas.

John Martin, "Manfredo y la bruja de los Alpes", 1837