viernes, 30 de septiembre de 2016

"La estrella imbécil" - Jaime Moreno Villareal, 1986

*La estrella imbécil, sin constelación (imbécil, o sea, sin báculo, sin apoyo).

Una de las frases que más me ha conmovido a primera lectura es: "this night wounds time", leída en la contratapa de un disco de King Crimson. Propicia para el sueño, la noche facilita por demás las cisiones. Sueño, cortadura, prodigio comulgan en todas las mitologías. Lesionan los filamentos de lo real. La intemporalidad y el suceso inverosímil traen consigo la efusión del mito. En estos tiempos, el sueño poderoso que se impone al pensamiento no es considerado un suceso porque desquiciaría a la vigilia. Son heridas que no cicatrizan fácilmente. El prodigio es guardado con admiración en la memoria de las generaciones, y el sueño desliza ciertas reminiscencias que harán dudar efectivamente al hombre que no sabe distinguir si ha soñado o vivido (con esa ingenuidad se expresa) aquello tan intenso que lo vulnera.



Ignoro si el vocablo alemán traum -sueño- proviene del griego trauma -herida-. El uso contemporáneo de "trauma" remite tanto a una herida física como a un padecimiento psíquico. A partir de esas acepciones se advierte la tangencia de la palabra alemana pues, de la brujería a la ciencia, se cree que los sueños revelan las heridas del espíritu y la mente.
En las lenguas romances, el vocablo para "sueño" suele proceder del latín somnus. El inglés ofrece fértiles contrastes. Dream -en lejana sintonía con traum- tenía en la antigüedad un significado muy distinto: ruido, jolgorio, música. Según el Webster, la probable influencia del antiguo escandinavo draumr -sueño- le daría el significado que guarda hasta la fecha. El ruido, el jolgorio, la música remiten de inmediato al fonéticamente próximo drum, que en sueco es trumma: pienso en el golpe del tambor que hiere el oído, embota la cabeza y acompaña el carnaval. El mismo diccionario habla de la afinidad probable que sostendría dream con troum, el antiguo vocablo del alto alemán con que se designaba el sueño. El sueco dröm es un fragmento complementario del mosaico. aventurándose aun hacia atrás se podría especular sobre algún parentesco indoeuropeo con el dormire latino (que en inglés dará vocablos como dormitory y dormant, de acuerdo, en todo caso, con una evolución muy posterior).



A su regreso del sueño encontró a sus amigos del café más viejos. ¿Será posible que de ayer a hoy haya pasado tanto tiempo? De un día para el otro tuvo que aceptar que no sólo había dormido.
¿No es demasiado razonable, preguntó a sus alumnos, el que nos conformemos con reducir a una palabra esa otra existencia? Porque el sueño, comentaría en el documento que lo llevó a la ruina, es la denominación con que la vigilia reduce al gran durmiente al orden del mundo, y niega esa otra dimensión que en tiempo ocupa más de un tercio de la vida que conocemos, y pretende confinar lo real a la lucha por el pan y sus secuelas.
Cuando lo expulsaron de su cátedra -por modorro, según decían las papeletas que circularon profesores, alumnos y mozos- se dedicó de lleno a la obra que le daría la puntilla, El fogar aeterno, una teoría de la somne residencia en el Infierno, en cuya magra edición invirtió los últimos estertores de su salud.
Su hija huyó con un estudiante a quien él creía su único discípulo, y el ama desapareció una mañana llevándose a la perrita. Supo entonces que no habría otra oportunidad para jugárselo todo.
Durante los primeros intentos no fue fácil. No faltaba la mosca, el rey sol, el lechero que llamaba con los nudillos, la algarabía de los estudiantes en la calle, las ganas de comer y de cagar. Poco a poco se hizo ausente, y sólo el deseo de escribir, que ya se apagaba, perturbó su lento internarse.
Cuando el casero mandó a la guardia allanar el apartamento, lo hallaron profunda, inexorablemente dormido. No hubo amenazas o maltrato que devolvieran su cuerpo ya casi transparente a la vigilia. Cargaron con él, y un día, como se cierra un bostezo, desapareció de la comisaría.
Qué fue de ese hombre, se preguntan los ilusionistas. Se le ha buscado con sabuesos y chivatos, con modos mánticos y espirituales, pero en vano. Como en todo grande caso, el perseguido está tan cerca que no se hace notar. ¿Recuerda usted a un desconocido que ha visto pasear por su sueño?     





La frase citada en el texto primero es de la autoría del artista plástico Tom Philips; primera edición de 1970, que consiste en la intervención de la novela victoriana A human document (W.H. Mallock, 1892). Philips dibuja, pinta, recorta y pega sobre las páginas de la novela (al modo de William Blake sobre sus propios cantos de inocencia y experiencia) llevando así al plano gráfico una obra verbal.
Más información aquí.

domingo, 25 de septiembre de 2016

"Los perros románticos" - selección de cuatro poemas (Roberto Bolaño, 1993)

LOS PERROS ROMÁNTICOS

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.

LAS ENFERMERAS

Una estela de enfermeras emprenden el regreso a casa. Protegido
por mis polaroid las observo ir y volver.
Ellas están protegidas por el crepúsculo.
Una estela de enfermeras y una estela de alacranes.
Van y vienen.
¿A las siete de la tarde? ¿A las ocho
de la tarde?
A veces alguna levanta la mano y me saluda. Luego alcanza
su coche, sin volverse, y desaparece
protegida por el crepúsculo corno yo por mis polaroid.
Entre ambas indefensiones está el jarrón de Poe.
El florero sin fondo que contiene todos los crepúsculos,
todos los lentes negros, todos
los hospitales.


LLUVIA

Llueve y tú dices es como si las nubes
lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras
el paso. ¿Cómo si esas nubes escuálidas lloraran?
Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,
esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?
La naturaleza oculta algunos de sus procedimientos
en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde
que consideras similar a una tarde del fin del mundo
más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo
una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida
en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien
la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos
que resuenan en el camino del acantilado importan.
Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya
en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo
del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.

LA SUERTE

Él venía de una semana de trabajo en el campo
en casa de un hijo de puta y era diciembre o enero,
no lo recuerdo, pero hacía frío y al llegar a Barcelona la nieve
comenzó a caer y él tomó el metro y llegó hasta la esquina
de la casa de su amiga y la llamó por teléfono para que
bajara y viera la nieve. Una noche hermosa, sin duda,
y su amiga lo invitó a tomar café y luego hicieron el amor
y conversaron y mucho después él se quedó dormido y soñó
que llegaba a una casa en el campo y caía la nieve
detrás de la casa, detrás de las montañas, caía la nieve
y él se encontraba atrapado en el valle y llamaba por teléfono
a su amiga y la voz fría (¡fría pero amable!) le decía
que de ese hoyo inmaculado no salía ni el mas valiente
a menos que tuviera mucha suerte.

sábado, 24 de septiembre de 2016

"Miedo y asco en Las Vegas: un viaje salvaje al corazón del sueño americano" (Hunter S. Thompson, 1971)

CAPÍTULO 8. «LOS GENIOS DE TODO EL MUNDO SE DAN LA MANO, Y UN ESCALOFRÍO DE IDENTIFICACIÓN RECORRE TODO EL CIRCULO» ART LINKLETTER (o el monólogo de la ola)

Vivo en un sitio tranquilo, donde un ruido de noche significa que va a pasar algo: te despiertas rápido, pensando ¿qué significa eso? 
Normalmente, nada. Pero a veces resulta difícil adaptarse a un trabajo urbano cuando la noche está llena de ruidos, todos ellos rutina normal. Coches, bocinas, pisadas… no hay manera de relajarse. Así que lo ahogas todo con el blanco y delicado rumor de un televisor bizco. Pones el programa de chimentos entre canales y te duermes apaciblemente… 
Ignora esa pesadilla del baño. No es más que otro repugnante refugio de la Generación del Amor, otro lisiado, otro condenado, sin remedio que es incapaz de soportar la presión. Mi abogado nunca ha sido capaz de aceptar la idea (que tan a menudo exponen drogadictos reformados y que es especialmente popular entre quienes están en libertad vigilada) de que te puedes drogar muchísimo más sin drogas que con ellas. 
Claro que en realidad tampoco yo la acepto. 
Pero viví una vez muy cerca del Dr…, en la calle…un antiguo gurú del ácido que luego pretendía haber dado ese gran salto del frenesí químico a la conciencia pre natural. Una hermosa tarde, durante las primeras embestidas de lo que pronto se convertiría en la Gran Ola del Ácido de San Francisco, paré en casa del Buen Doctor con la idea de preguntarle (dado que era ya entonces una autoridad reconocida en drogas) qué tipo de consejo le daría a un vecino que sentía una sana curiosidad por el LSD. 
Aparqué allí y subí el camino de césped, deteniéndome en ruta para saludar cortesmente a su mujer, que estaba trabajando en el jardín bajo el ala de un inmenso sombrero segador… una buena escena, pensé: el viejo está dentro preparando uno de sus fantásticos guisos-droga, y ahí vemos a su mujer en el jardín, podando zanahorias, o lo que sea… canturreando además una melodía que no conseguí identificar. 
Canturreaba, sí… Pero habrían de pasar casi diez años para que yo identificase de verdad aquella canción: como Ginsberg perdido en el "OM", estaba intentando echarme tarareando. Porque no era la señora la que estaba allí fuera en el jardín: era el buen doctor mismo… y su tarareo una frenética tentativa de impedirme entrar en su conciencia superior. 
Intenté varias veces explicarme: era sólo un vecino que venía a pedirle al doctor consejo sobre si era prudente o no engullir un poco de LSD allí en mi choza, al lado de su casa. En fin, yo tenía armas. Y me gustaba disparar… sobre todo de noche, cuando salía una gran llama azul, además de todo aquel ruido… y, sí, las balas, también. Eso no podíamos ignorarlo. Grandes bolas de plomo/aleación volando alrededor del valle a velocidades superiores a los mil doscientos treinta metros por segundo. 
Pero yo siempre disparaba a la colina más próxima, o, en caso contrario, a la oscuridad. No pretendía hacer daño; sólo me gustaban las explosiones y procuraba siempre no matar más de lo que pudiese comer. 
¿«Matar»? Me di cuenta de que nunca podría explicar claramente esa palabra a aquella criatura que trabajaba allí en su jardín. ¿Habría comido alguna vez carne aquella criatura? ¿Sería capaz de conjugar el verbo «cazar» ? ¿Comprendía el hambre? ¿O aceptaría el terrible hecho de que mis ingresos eran aquel año de una media de treinta y dos dólares semanales? 
No, no había esperanza de comunicación allí. Pronto me di cuenta de ello…pero no lo bastante como para impedir que el doctor Droga me echara canturreando a lo largo de su camino hasta mi coche y luego colina abajo. Olvida el LSD, pensé. Mira lo que le ha hecho a ese pobre cabrón. 
Así que seguí con el hash y con el ron otros seis meses o así, hasta que me trasladé a San Francisco y me vi una noche en un sitio llamado «El Auditorio Fillmore». Y eso bastó. Un terrón de azúcar gris y BUM. Mentalmente, había vuelto allí, al jardín del doctor. No por la superficie, sino por debajo de tierra…brotando a través de aquella tierra delicadamente cultivada como una especie de hongo mutante. Una víctima de la Explosión de la Droga. Un drogadicto nato de la calle, de los que se comen todo lo que les cae en las manos. Recuerdo que una noche en el Matrix entró un viajero con un gran paquete a la espalda gritando: «¿Alguien quiere un poco de L…S…D…? Tengo aquí todo el material. Sólo necesito un sitio para prepararlo». 
El encargado se le echó encima, murmurando: 
—Calma, calma, vamos a la parte de atrás.
No volví a verle después de aquella noche, pero antes de que se lo llevaran, el viajero distribuyó sus muestras, que eran inmensas ampollas blancas. Entre en el retrete de caballeros para tomar la mía. Pero primero sólo la mitad, pensé. Buena idea, aunque algo difícil de realizar, dadas las circunstancias. Tomé la primera mitad, pero derramé el resto en la manga de mi camisa roja Pendleton…Y luego, cuando me preguntaba qué hacer con aquello, vi que entraba uno de los músicos.
—¿Qué pasa? —dijo. 
—Bueno —dije—. Todo este material de mi manga es LSD.  
No dijo nada: sólo me agarró el brazo y empezó a chuparlo. Una escena muy rara. Me pregunté qué pasaría si se aventurase por allí casualmente algún corredor de bolsa joven/Trío Kingston y nos cazase en plena función. Que se joda, pensé. Con un poco de suerte, esto le destrozará la vida… pensará constantemente que detrás de alguna estrecha puerta, en todos sus bares favoritos, hay hombres de camisas rojas Pendleton corriéndose juergas increíbles con cosas que él no conocerá jamás. ¿Se atrevería a chupar una manga? Probablemente no. Calma. Finge que no lo viste...

Hunter S. Thompson y Bill Murray (ubicación desconocida, circa 1980)

Extraños recuerdos en esta inquietante noche de Las Vegas. ¿Cinco años después? ¿Seis? Parece toda una vida, o al menos una Era Básica: el tipo de punto culminante que no se repite. San Francisco a mitad de los sesenta fueron una época y un lugar muy especiales para quienes los vivieron. Quizá significase algo, quizá no, a la larga…pero ninguna explicación, ninguna combinación de palabras o música o recuerdos puede rozar esa sensación de saber que tú estabas allí y vivo en aquel rincón del tiempo y del mundo. Significase lo que significase…
La historia es algo difícil de conocer, debido a todos esos cuentos pagados, pero aun sin estar seguro de la «Historia» parece muy razonable pensar que de vez en cuando la energía de toda una generación se lanza al frente en un largo y magnífico fogonazo, por razones que no entiende nadie, en realidad, en el momento… y que nunca explican, retrospectivamente, lo que de verdad sucedió. 
Mi recuerdo básico de esa época parece anclarse en una o cinco o quizá cuarenta noches (o mañanas muy temprano) que salí del Fillmore medio loco y, en vez de irme a casa, enfilaba el gran Lightning 650 por el puente de la Bahía a ciento sesenta por hora ataviado con unos pantalones cortos y una zamarra de pastor… y cruzaba zumbando el túnel de Treasure Island bajo las luces de Oakland y Berkeley y Richmond, sin saber a ciencia cierta qué vía tomar cuando llegase al otro lado (el coche se calaba siempre en la barrera de peaje, yo iba demasiado pasado para encontrar el punto muerto mientras buscaba cambio)…pero absolutamente seguro de que fuese en la dirección que fuese, encontraría un sitio donde habría gente tan volada y cargada como yo: de esto no había duda…
Había locura en todas direcciones, a cualquier hora. Si no al otro lado de la Bahía, por Golden Gate arriba, o hacia abajo, de 101 a Los Altos o La Honda… en todas partes saltaban chispas. Había una fantástica sensación universal de que hiciésemos lo que hiciésemos era correcto, de que estábamos ganando… Y esto, creo yo, fue el motivo… aquella sensación de victoria inevitable sobre las fuerzas de lo Viejo y lo Malo. No en un sentido malvado o militar; no necesitábamos eso. Nuestra energía prevalecería sin más. No tenía ningún sentido luchar…ni por parte nuestra ni por la de ellos. Teníamos todo el impulso; íbamos en la cresta de una ola alta y maravillosa… 
Así que, en fin, menos de cinco años después, podías subir a un empinado cerro en Las Vegas y mirar al Oeste, y si tenías vista suficiente, podías ver casi la línea que señalaba el nivel de máximo alcance de las aguas… aquel sitio donde el oleaje había roto al fin y había empezado a retroceder.


Johnny Depp como Raoul Duke en la adaptación de Terry Gillian (1998)

domingo, 18 de septiembre de 2016

Invasión

I
Desde aquí es todo tan semejante
que basta cambiar el nombre de una
o dos cosas
para llamarlo casa
Eterno parecido de lo que está
y lo que se avecina.
No sólo el álgebra duplica
también la poesía, el hambre, la pena.
la carne, el deleite, la fortuna.

II
Digo que no es fantasía:
que existe uno en los demás
que el extranjero no soy yo
que una mitad es nada sin otra.
El mundo se copia a sí mismo
ser es estar
la parte es el todo y a la inversa,
la llave es también la puerta.
¿Qué hacemos con una palabra sin una voz?
Ir es venir,
sin olvido no hay memoria,
perfección inmensa la del día y la noche,
no habrá hogar sin distancia
ni libertad sin encierro.
Invadir es imitar el espejo.

III
El que monologa.
El que cuenta una historia.
El que despierta para verte dormir.
El que todavía ve fantasmas en la noche.
El que se ríe de la magia.
El que nunca llega a destino.
Ese es el otro.

IV
Fui yo quien dijo
“¡No teman! Lo ajeno es mentira:
el tiempo se aserra en vano
si no rozamos en vuelo
el costado del miedo,
la hermosa certeza
del urgente salto al vacío.”
Y lo juré.
Pero estoy mintiendo,
también tengo miedo
también mis manos tiemblan.
No hay fiestas eternas,
todo lo tapa la tierra,
todo se funde
y yo no soy mas yo.
Soy otromismo.

V
Si es verdad
y las verdades son dos,
¿dónde empieza cada una?
Y si no sé como empezó,
¿cómo puedo empezar otra vez?
Inútil imitación del espejo,
devuelve infinita copia
encantadora insuficiencia
Pero, ¿qué más le puedo pedir?
basta con la interminable paz
del soberano duplicado.



"Tilcara" - Germán "Churqui" Choquevilca (de "Los pasos del viento", 1984)


Cáliz de luz, fecundo sueño agrario,
doncella con alforjas de esmeralda.
A tus plantas un río de salitre,
otro río de cuarzo a tus espaldas.
Y allá a lo lejos, entre vos y el cielo,
la hidrográfica senda del Huichaira.
Pupila del ocaso interminable,
sueño indio, sepulcro de la raza.
Desde la noche oscura del Incario
hasta el alba naciente del mañana,
custodiarán el sol de tus umbrales
y los eñestos cardones del Pucara.

Matriz del viento, origen de la sombra,
ofertorio otoñal de las calandrias,
duerme la siesta del maíz fecundo
sobre el tálamo gris de tus pisadas
hasta que el hombre de la mano ruda
abra en surcos la paz de tus entrañas.

Abre tus brazos al rosal latino,
no levantes ni cercos ni murallas.

Que tus mollares le den sombra y abrigo
al criollo, al europeo y al aimara,
y que lleven tu nombre por el mundo,
muchacha azul, princesa americana.

Cuando el verano te devuelve el río
y tus noches se enciendan de guitarras,
un cortejo de brillos escondidos
prenderán de tu nombre un pentagrama.
Y desde el verde lampazar nocturno,
un coro anfibio entonará tu nombre:

Tilcara.




Senderos

Senderos en el chañar,
tu huella se ha de borrar,
perdiéndose la de volver.

El monte da sin pedir,
el monstruo pide sin dar,
con el cañón, con el fiscal.

Pero allá, donde duerme el sol,
soñarás la huella que se fue.

Vivir, camino a seguir,
es como el río que va.
Tu sueño está
y vos también.

Pero allá, donde duerme el sol,
soñarás la huella que se fue.

Silbando el viento borró,
sombra de aquel haz de luz.
Vengo de ayer, no soy ayer.

Pero allá, donde duerme el sol,
soñarás la huella que se fue.


Jujuy

De mirar hacia allá
todo se congela.
Amanecer sin despertar,
todo ese paisaje ya no está.

Aire y luz, allá en Jujuy.
Hoy parcelas, Pucará.
Arquitectos de antifaz,
los antiguos ya no están.

No están,
no están,
no están.

Forestal de ciudad,
bosques de hormigón.
Vista desde el piso mil,
también te podés tirar.

No están,
no están,
no están.

domingo, 11 de septiembre de 2016

"Poema de un próximo libro" - Felisberto Hernández (de "La Envenenada", 1931)

He ido a la memoria a juntar hechos
Alrededor de los hechos han crecido pensamientos.
Esos pensamientos tienen muchas palabras.
Son pocos los que he podido arrancar.
Aquí se encontrarán.
Hace poco tiempo la vida se me detuvo en una mujer.
Tiene una manera de ser rubia: es rubia nada más que como ella.

Tiene ojos azules: pero son de un nuevo azul.
Yo no quería detenerme: pero acortaba los pasos.
Yo alargaba los pasos: pero tardaba mucho en darlos.
Yo miraba el suelo firme y me dirigía hacia
otro lado: el camino tenía una curva muy disimula-
da y yo volvía hacia ella.
Un día ella caminaba a mi lado.
El sol le daba de frente.
Para poder mirarse hacía una gran guiñada.
El otro ojo muy abierto parecía haber visto
la alegría.
Esta historia la quiero mucho.
Más bien volveré a la memoria y arrancaré
los hechos.

Hoy he vuelto a la memoria,
No he podido arrancar ningún hecho.
Junto a ellos ha crecido mucha otra cosa.
Aquí no se encontró.

Ella tiene un sombrerito negro.
Sus alas son muy angostas.
Debajo de él acomoda sus cabellos.
Parece un nido dado vuelta.

La vida es maravillosa.
Hoy nos envolvió de otra manera.
Nos llevó por otros lugares.
Plantemos nuevos hechos.

Hoy estábamos cansados.
La vida nos llevó a la memoria.
Descansamos a la sombra de los hechos de antes.
Estaban cargados de palabras extrañas.

Espero un momento oportuno para preguntarle una.
Ella también espera y no me ha preguntado nada.
Ella suspira.
Yo disimulo los suspiros.

Estamos muy contentos.
Sin embargo no nos hemos preguntado nada.