*La estrella imbécil, sin constelación (imbécil, o sea, sin báculo, sin apoyo).
Una de las frases que más me ha conmovido a primera lectura es: "this night wounds time", leída en la contratapa de un disco de King Crimson. Propicia para el sueño, la noche facilita por demás las cisiones. Sueño, cortadura, prodigio comulgan en todas las mitologías. Lesionan los filamentos de lo real. La intemporalidad y el suceso inverosímil traen consigo la efusión del mito. En estos tiempos, el sueño poderoso que se impone al pensamiento no es considerado un suceso porque desquiciaría a la vigilia. Son heridas que no cicatrizan fácilmente. El prodigio es guardado con admiración en la memoria de las generaciones, y el sueño desliza ciertas reminiscencias que harán dudar efectivamente al hombre que no sabe distinguir si ha soñado o vivido (con esa ingenuidad se expresa) aquello tan intenso que lo vulnera.
Ignoro si el vocablo alemán traum -sueño- proviene del griego trauma -herida-. El uso contemporáneo de "trauma" remite tanto a una herida física como a un padecimiento psíquico. A partir de esas acepciones se advierte la tangencia de la palabra alemana pues, de la brujería a la ciencia, se cree que los sueños revelan las heridas del espíritu y la mente.
En las lenguas romances, el vocablo para "sueño" suele proceder del latín somnus. El inglés ofrece fértiles contrastes. Dream -en lejana sintonía con traum- tenía en la antigüedad un significado muy distinto: ruido, jolgorio, música. Según el Webster, la probable influencia del antiguo escandinavo draumr -sueño- le daría el significado que guarda hasta la fecha. El ruido, el jolgorio, la música remiten de inmediato al fonéticamente próximo drum, que en sueco es trumma: pienso en el golpe del tambor que hiere el oído, embota la cabeza y acompaña el carnaval. El mismo diccionario habla de la afinidad probable que sostendría dream con troum, el antiguo vocablo del alto alemán con que se designaba el sueño. El sueco dröm es un fragmento complementario del mosaico. aventurándose aun hacia atrás se podría especular sobre algún parentesco indoeuropeo con el dormire latino (que en inglés dará vocablos como dormitory y dormant, de acuerdo, en todo caso, con una evolución muy posterior).
A su regreso del sueño encontró a sus amigos del café más viejos. ¿Será posible que de ayer a hoy haya pasado tanto tiempo? De un día para el otro tuvo que aceptar que no sólo había dormido.
¿No es demasiado razonable, preguntó a sus alumnos, el que nos conformemos con reducir a una palabra esa otra existencia? Porque el sueño, comentaría en el documento que lo llevó a la ruina, es la denominación con que la vigilia reduce al gran durmiente al orden del mundo, y niega esa otra dimensión que en tiempo ocupa más de un tercio de la vida que conocemos, y pretende confinar lo real a la lucha por el pan y sus secuelas.
Cuando lo expulsaron de su cátedra -por modorro, según decían las papeletas que circularon profesores, alumnos y mozos- se dedicó de lleno a la obra que le daría la puntilla, El fogar aeterno, una teoría de la somne residencia en el Infierno, en cuya magra edición invirtió los últimos estertores de su salud.
Su hija huyó con un estudiante a quien él creía su único discípulo, y el ama desapareció una mañana llevándose a la perrita. Supo entonces que no habría otra oportunidad para jugárselo todo.
Durante los primeros intentos no fue fácil. No faltaba la mosca, el rey sol, el lechero que llamaba con los nudillos, la algarabía de los estudiantes en la calle, las ganas de comer y de cagar. Poco a poco se hizo ausente, y sólo el deseo de escribir, que ya se apagaba, perturbó su lento internarse.
Cuando el casero mandó a la guardia allanar el apartamento, lo hallaron profunda, inexorablemente dormido. No hubo amenazas o maltrato que devolvieran su cuerpo ya casi transparente a la vigilia. Cargaron con él, y un día, como se cierra un bostezo, desapareció de la comisaría.
Qué fue de ese hombre, se preguntan los ilusionistas. Se le ha buscado con sabuesos y chivatos, con modos mánticos y espirituales, pero en vano. Como en todo grande caso, el perseguido está tan cerca que no se hace notar. ¿Recuerda usted a un desconocido que ha visto pasear por su sueño?
Ignoro si el vocablo alemán traum -sueño- proviene del griego trauma -herida-. El uso contemporáneo de "trauma" remite tanto a una herida física como a un padecimiento psíquico. A partir de esas acepciones se advierte la tangencia de la palabra alemana pues, de la brujería a la ciencia, se cree que los sueños revelan las heridas del espíritu y la mente.
En las lenguas romances, el vocablo para "sueño" suele proceder del latín somnus. El inglés ofrece fértiles contrastes. Dream -en lejana sintonía con traum- tenía en la antigüedad un significado muy distinto: ruido, jolgorio, música. Según el Webster, la probable influencia del antiguo escandinavo draumr -sueño- le daría el significado que guarda hasta la fecha. El ruido, el jolgorio, la música remiten de inmediato al fonéticamente próximo drum, que en sueco es trumma: pienso en el golpe del tambor que hiere el oído, embota la cabeza y acompaña el carnaval. El mismo diccionario habla de la afinidad probable que sostendría dream con troum, el antiguo vocablo del alto alemán con que se designaba el sueño. El sueco dröm es un fragmento complementario del mosaico. aventurándose aun hacia atrás se podría especular sobre algún parentesco indoeuropeo con el dormire latino (que en inglés dará vocablos como dormitory y dormant, de acuerdo, en todo caso, con una evolución muy posterior).
A su regreso del sueño encontró a sus amigos del café más viejos. ¿Será posible que de ayer a hoy haya pasado tanto tiempo? De un día para el otro tuvo que aceptar que no sólo había dormido.
¿No es demasiado razonable, preguntó a sus alumnos, el que nos conformemos con reducir a una palabra esa otra existencia? Porque el sueño, comentaría en el documento que lo llevó a la ruina, es la denominación con que la vigilia reduce al gran durmiente al orden del mundo, y niega esa otra dimensión que en tiempo ocupa más de un tercio de la vida que conocemos, y pretende confinar lo real a la lucha por el pan y sus secuelas.
Cuando lo expulsaron de su cátedra -por modorro, según decían las papeletas que circularon profesores, alumnos y mozos- se dedicó de lleno a la obra que le daría la puntilla, El fogar aeterno, una teoría de la somne residencia en el Infierno, en cuya magra edición invirtió los últimos estertores de su salud.
Su hija huyó con un estudiante a quien él creía su único discípulo, y el ama desapareció una mañana llevándose a la perrita. Supo entonces que no habría otra oportunidad para jugárselo todo.
Durante los primeros intentos no fue fácil. No faltaba la mosca, el rey sol, el lechero que llamaba con los nudillos, la algarabía de los estudiantes en la calle, las ganas de comer y de cagar. Poco a poco se hizo ausente, y sólo el deseo de escribir, que ya se apagaba, perturbó su lento internarse.
Cuando el casero mandó a la guardia allanar el apartamento, lo hallaron profunda, inexorablemente dormido. No hubo amenazas o maltrato que devolvieran su cuerpo ya casi transparente a la vigilia. Cargaron con él, y un día, como se cierra un bostezo, desapareció de la comisaría.
Qué fue de ese hombre, se preguntan los ilusionistas. Se le ha buscado con sabuesos y chivatos, con modos mánticos y espirituales, pero en vano. Como en todo grande caso, el perseguido está tan cerca que no se hace notar. ¿Recuerda usted a un desconocido que ha visto pasear por su sueño?
La frase citada en el texto primero es de la autoría del artista plástico Tom Philips; primera edición de 1970, que consiste en la intervención de la novela victoriana A human document (W.H. Mallock, 1892). Philips dibuja, pinta, recorta y pega sobre las páginas de la novela (al modo de William Blake sobre sus propios cantos de inocencia y experiencia) llevando así al plano gráfico una obra verbal.
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