Ida y vuelta
en hoja,
revés del
lado curvo,
pintura sin
color, solo volumen,
recurso
limitado y multiplicable por mil,
solo hace
falta el aire.
Respirando,
del agua al
viento
y de vuelta.
De pie veo la
luz, me descolla
y estiro la
mano sin mover las piernas
y se escapa,
no hay
nombre para tanto vacío
hace falta
inventarle uno
solo para
acercarlo.
Se escapa,
es abrir la
boca
y olvidarme
de lo que iba a decir.
Hablá de una
vez,
inventá palabras,
decí algo,
mové el músculo húmedo,
negá el
parentesco vegetal
dala vuelta,
revolvé el nudo de piel,
reventá el
silencio contra los dientes,
ingresá al
panteón de los conversadores
sin suelo,
ni maceta, ni vueltas hacia el sol,
devastá sin
freno la nada inapresable de las rocas
volá de
nuevo a la estratósfera embotellada de la palabra pronunciada por enésima vez.
Amontoná
decibeles encubiertos,
transformá
proteína en movimiento,
masticá la
voz,
degustá el
efecto.
Hincá la
lengua en los dientes
no solo para
hincar la lengua en los dientes
Saboreá como
la primera vez que mordiste sandía
no te limpies
la comisura, comé como demente
volcando
baba sin esconder la bilis
o el suave
ardor de la dulzura.
¿Te miraste
en el espejo mientras hablabas?
¿Oíste tu
propia voz leyendo tu propio poema?
¿Lo oíste
leído por alguien más?
Vení, pero
envuelto en llamas,
enroscado,
balbuceante, trastocado
encontrando a
cada grito el voltaje que no corre por los cables,
hay uno que
se pudre en las antenas.
Volcá el
vaso.
Rompé el
vidrio antes que suenen las alarmas,
que cierto
fuego arde mejor bajo el agua.