(Leído por
primera vez en el Ateneo de Santiago, 1914).
Y he aquí
que una buena mañana, después de una noche de preciosos sueños y delicadas
pesadillas, el poeta se levanta y grita a la madre Natura: Non serviam.
Con toda la
fuerza de sus pulmones, un eco traductor y optimista repite en las lejanías:«No
te serviré».
La madre
Natura iba ya a fulminar al joven poeta rebelde, cuando éste, quitándose el
sombrero y haciendo un gracioso gesto, exclamó: «Eres una viejecita
encantadora».
Ese non
serviam quedó grabado en una mañana de la historia del mundo. No era un grito
caprichoso, no era un acto de rebeldía superficial. Era el resultado de toda
una evolución, la suma de múltiples experiencias.
El poeta, en
plena conciencia de su pasado y de su futuro, lanzaba al mundo la declaración
de su independencia frente a la Naturaleza.
Ya no quiere
servirla más en calidad de esclavo.
El poeta
dice a sus hermanos: «Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar al mundo
en sus aspectos, no hemos creado nada. ¿Qué ha salido de nosotros que no
estuviera antes parado ante nosotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros
pies o nuestras manos?
»Hemos
cantado a la Naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos creado
realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en tiempos pasados, cuando era
joven y llena de impulsos creadores.
»Hemos
aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades
que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear
realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora
propias. Flora y fauna que sólo el poeta puede crear, por ese don especial que
le dio la misma madre Naturaleza a él y únicamente a él».
Non serviam.
No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo. Te servirás de mí; está
bien. No quiero y no puedo evitarlo; pero yo también me serviré de ti. Yo
tendré mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis
ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis estrellas.
Y ya no
podrás decirme: «Ese árbol está mal, no me gusta ese cielo.... los míos son
mejores».
Yo te
responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los tuyos y que no
tienen por qué parecerse. Ya no podrás aplastar a nadie con tus pretensiones
exageradas de vieja chocha y regalona. Ya nos escapamos de tu trampa.
Adiós,
viejecita encantadora; adiós, madre y madrastra, no reniego ni te maldigo por
los años de esclavitud a tu servicio. Ellos fueron la más preciosa enseñanza.
Lo único que deseo es no olvidar nunca tus lecciones, pero ya tengo edad para
andar solo por estos mundos. Por los tuyos y por los míos.
Una nueva
era comienza. Al abrir sus puertas de jaspe, hinco una rodilla en tierra y te
saludo muy respetuosamente.
ARTE POÉTICA
(De “El
espejo de agua”, 1916)
Que el verso sea como una llave
que abra mil
puertas.
Una hoja
cae; algo pasa volando;
Cuanto miren
los ojos creado sea,
Y el alma
del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo,
cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo
cuelga,
como
recuerdo, en los museos;
mas no por
eso tenemos menos fuerza:
el vigor
verdadero
reside en la
cabeza.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
hacedla
florecer en el poema;
Sólo para nosotros
viven todas
las cosas bajo el Sol.
El Poeta es un pequeño Dios.
"Paysage", 1925.
Boceto de Sara Malvar sobre el poema reproducido en el catálogo de la exposición en el Théatre Edouard VII.
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