de buscarles
y huirles sin remedio.
¿No les
comprendo? ¿O acaso les comprendo
demasiado?
Antes que en estas formas
evidentes,
de brusca carne y hueso,
súbitamente
rotas por un resorte débil
si alguien
apasionado les allega,
muertos en
la leyenda les comprendo
mejor. Y
regreso de ellos a los vivos,
fortalecido
amigo solitario,
como quien
va del manantial latente
al río que
sin pulso desemboca.
No comprendo
a los ríos. Con prisa errante pasan
desde la
fuente al mar, en ocio atareado.
Llenos de su
importancia, bien fabril o agrícola;
la fuente,
que es promesa, el mar sólo la cumple,
el
multiforme mar, incierto y sempiterno.
Como en
fuente lejana, en el futuro
duermen las
formas posibles de la vida
en un sueño
sin sueños, nulas e inconscientes,
prontas a
reflejar la idea de los dioses.
Y entre los
seres que serán un día
sueñas tu
sueño, mi imposible amigo.
No comprendo
a los hombres. Mas algo en mí responde
que te
comprendería, lo mismo que comprendo
los
animales, las hojas y las piedras,
compañeros
de siempre silenciosos y fieles.
Todo es
cuestión de tiempo en esta vida,
un tiempo
cuyo ritmo no se acuerda,
por largo y
vasto, al otro pobre ritmo
de nuestro
tiempo humano corto y débil.
Si el tiempo
de los hombres y el tiempo de los dioses
fuera uno,
esta nota que en mí inaugura el ritmo,
unida con la
tuya se acordaría en cadencia,
no callando
sin eco entre el mudo auditorio.
Mas no me
cuido de ser desconocido
en medio de
estos cuerpos casi contemporáneos,
vivos de
modo diferente al de mi cuerpo
de tierra
loca que pugna por ser ala
y alcanzar
aquel muro del espacio
separando
mis años de los tuyos futuros.
Sólo quiero
mi brazo sobre otro brazo amigo,
que otros
ojos compartan lo que miran los míos.
aunque tú no
sabrás con cuánto amor hoy busco
por ese
abismo blanco del tiempo venidero
la sombra de
tu alma, para aprender de ella
a ordenar mi
pasión según nueva medida.
Ahora,
cuando me catalogan ya los hombres
bajo sus
clasificaciones y sus fechas,
disgusto a
unos por frío y a los otros por raro,
y en mi
temblor humano hallan reminiscencias
muertas.
Nunca han de comprender que si mi lengua
el mundo
cantó un día, fue amor quien la inspiraba.
Yo no podré
decirte cuánto llevo luchando
para que mi
palabra no se muera
silenciosa
conmigo, y vaya como un eco
a ti, como
tormenta que ha pasado
y un son
vago recuerda por el aire tranquilo.
Tú no
conocerás cómo domo mi miedo
para hacer
de mi voz mi valentía,
dando al
olvido inútiles desastres
que pululan
en torno y pisotean
nuestra vida
con estúpido gozo,
la vida que
serás y que yo casi he sido.
Porque
presiento en este alejamiento humano
cuan míos
habrán de ser los hombres venideros,
cómo esta
soledad será poblada un día.
Aunque sin
mí, de camaradas puros a tu imagen.
Si renuncio
a la vida es para hallarla luego
conforme a
mi deseo, en tu memoria.
Cuando en
hora tardía, aún leyendo
bajo la
lámpara luego me interrumpo
para
escuchar la lluvia, pesada tal borracho
que orina en
la tiniebla helada de la calle,
algo débil
en mí susurra entonces:
los
elementos libres que aprisiona mi cuerpo
¿fueron
sobre la tierra convocados
por esto
sólo? ¿Hay más? Y si lo hay ¿adonde
hallarlo? No
conozco otro mundo si no es éste,
y sin ti es
triste a veces. Ámame con nostalgia,
como a una
sombra, como yo he amado
la verdad
del poeta bajo nombres ya idos.
Cuando en
días venideros, libre el hombre
del mundo
primitivo a que hemos vuelto
de tiniebla
y de horror, lleve el destino
tu mano
hacia el volumen donde yazcan
olvidados
mis versos, y lo abras,
yo sé que
sentirás mi voz llegarte,
no de la
letra vieja, mas del fondo
vivo en tu
entraña, con un afán sin nombre
que tú
dominarás. Escúchame y comprende.
En sus
limbos mi alma quizá recuerde algo,
y entonces
en ti mismo mis sueños y deseos
tendrán
razón al fin, y habré vivido.
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