ALTURA Y PELOS
¿Quién
no tiene su vestido azul?
¿Quién
no almuerza y no toma el tranvía,
con
su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
¡Yo
que tan sólo he nacido!
¡Yo
que tan sólo he nacido!
¿Quién
no escribe una carta?
¿Quién
no habla de un asunto muy importante,
muriendo
de costumbre y llorando de oído?
¡Yo
que solamente he nacido!
¡Yo
que solamente he nacido!
¿Quién
no se llama Carlos o cualquier otra cosa?
¿Quién
al gato no dice gato gato?
¡Ay,
yo que sólo he nacido solamente!
¡Ay!,
¡yo que sólo he nacido solamente!
YUNTAS
Completamente.
Además, ¡vida!
Completamente.
Además, ¡muerte!
Completamente.
Además, ¡todo!
Completamente.
Además, ¡nada!
Completamente.
Además, ¡mundo!
Completamente.
Además, ¡polvo!
Completamente.
Además, ¡Dios!
Completamente.
Además, ¡nadie!
Completamente.
Además, ¡nunca!
Completamente.
Además, ¡siempre!
Completamente.
Además, ¡oro!
Completamente.
Además, ¡humo!
Completamente.
Además, ¡lágrimas!
Completamente.
Además, ¡risas!...
¡Completamente!
TERREMOTO
¿Hablando
de la leña, callo el fuego?
¿Barriendo
el suelo, olvido el fósil?
Razonando,
¿mi
trenza, mi corona de carne?
(¡Contesta,
amado Hermeregildo, el brusco;
pregunta,
Luis, el lento!)
¡Encima,
abajo, con tamaña altura!
¡Madera,
tras el reino de las fibras!
¡Isabel,
con horizonte de entrada!
¡Lejos,
al lado, astutos Atanacios!
¡Todo,
la parte!
Unto
a ciegas en luz mis calcetines,
en
riesgo, la gran paz de este peligro,
y
mis cometas, en la miel pensada,
el
cuerpo, en miel llorada.
¡Pregunta,
Luis; responde, Hermenegildo!
¡Abajo,
arriba, al lado, lejos!
¡Isabel,
fuego, diplomas de los muertos!
¡Horizonte,
Atanacio, parte, todo!
¡Miel
de miel, llanto de frente!
¡Reino
de la madera,
corte
oblicuo a la línea del camello,
fibra
de mi corona de carne!
Hasta el día en que vuelva de esta
piedra…
Hasta
el día en que vuelva, de esta piedra
nacerá
mi talón definitivo,
con
su juego de crímenes, su yedra,
su
obstinación dramática, su olivo.
Hasta
el día en que vuelva, prosiguiendo,
con
franca rectitud de cojo amargo,
de
pozo en pozo, mi periplo, entiendo
que
el hombre ha de ser bueno, sin embargo.
Hasta
el día en que vuelva y hasta que ande
el
animal que soy, entre sus jueces,
nuestro
bravo meñique será grande,
digno,
infinito dedo entre los dedos.
Los mineros salieron de la mina
Los
mineros salieron de la mina
remontando
sus ruinas venideras,
fajaron
su salud con estampidos
y,
elaborando su función mental
cerraron
con sus voces
el
socavón, en forma de síntoma profundo.
¡Era
de ver sus polvos corrosivos!
¡Era
de oír sus óxidos de altura!
Cuñas
de boca, yunques de boca, aparatos de boca (¡Es formidable!)
El
orden de sus túmulos,
sus
inducciones plásticas, sus respuestas corales,
agolpáronse
al pie de ígneos percances
y
airente amarillura conocieron los trístidos y tristes,
imbuidos
del
metal que se acaba, del metaloide pálido y pequeño.
Craneados
de labor,
y
calzados de cuero de vizcacha,
calzados
de senderos infinitos,
y
los ojos de físico llorar,
creadores
de la profundidad,
saben,
a cielo intermitente de escalera,
bajar
mirando para arriba,
saben
subir mirando para abajo.
¡Loor
al antiguo juego de su naturaleza,
a
sus insomnes órganos, a su saliva rústica!
¡Temple,
filo y punta, a sus pestañas!
¡Crezcan
la yerba, el liquen y la rana en sus adverbios!
¡Felpa
de hierro a sus nupciales sábanas!
¡Mujeres
hasta abajo, sus mujeres!
¡Mucha
felicidad para los suyos!
¡Son
algo portentoso, los mineros
remontando
sus ruinas venideras,
elaborando
su función mental
y
abriendo con sus voces
el
socavón, en forma de síntoma profundo!
¡Loor
a su naturaleza amarillenta,
a
su linterna mágica,
a
sus cubos y rombos, a sus percances plásticos,
a
sus ojazos de seis nervios ópticos
y
a sus hijos que juegan en la iglesia
y
a sus tácitos padres infantiles!
¡Salud,
oh creadores de la profundidad…! (Es formidable.)