incrustado como anida en la memoria
que los atributos de los dioses rehúyen
los altares
y prefieren el litoral barroso de los
ríos,
y ansían el refugio de las grietas de
los siglos,
renovadas
según las froten los soles del día o de
la noche;
no reniegan de la tierra negra que me
rodea
ni de los cambios de forma permanentes.
Las encinas frenan el paso a los
ciclones,
alzan una fortaleza de madera y
hojamenta viva,
pero la tormenta no abandona su impronta
de tormenta
y los peces no saben que habitan el
agua.
Oigo al viento arquear los muros de
hormigón y bronce,
nadie previó esa racha de viento legendario
nadie previó el viento,
estoy en una tumba dentro de otra tumba,
cuando desmorone la sepultura me abatirá
un nuevo encierro
sin paredes.
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