(...) La rayuela se juega con una
piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera,
una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de
colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar
con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del
dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para
salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela
de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la
piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, (Et tous nos amours, sollozó
Emmanuèle boca abajo), lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi
nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la
infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la
especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque
se ha salido de la infancia (Je n'oublierai pas le temps des cérises, pataleó
Emmanuèle en el suelo) se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como
ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato. Que era lo que sabía
Heráclito, metido en la mierda, y a lo mejor Emmanuèle sacándose los mocos a
manotones en el tiempo de las cerezas, o los dos pederastas que no se sabía
cómo estaban sentados en el camión celular (pero sí, la puerta se había abierto
y cerrado, entre chillidos y risitas y un toque de silbato) y que riéndose como
locos miraban a Emmanuèle en el suelo y a Oliveira que hubiera querido fumar
pero estaba sin tabaco y sin fósforos aunque no se acordaba de que el policía
le hubiera registrado los bolsillos, et tous nos amours, et tous nos amours.
Una piedrita y la punta de un zapato, eso que la Maga había sabido tan bien y
él mucho menos bien, y el Club más o menos bien y que desde la infancia en
Burzaco o en los suburbios de Montevideo mostraba la recta vía al Cielo, sin
necesidad de vedanta o de zen o de escatologías surtidas, sí, llegar al Cielo a
patadas, llegar con la piedrita (¿cargar con su cruz? Poco manejable ese
artefacto) y en la última patada proyectar la piedrita contra l'azur l'azur
l'azur l'azur, plaf vidrio roto, a la cama sin postre, niño malo, y qué
importaba si detrás del vidrio roto estaba el kibbutz, si el Cielo era nada más
que un nombre infantil de su kibbutz.
-Por todo eso -dijo Horacio-
cantemos y fumemos. Emmanuèle, arriba, vieja llorona.
-Et tous nos amours -bramó
Emmanuèle.
-Il est beau -dijo uno de los
pederastas, mirando a Horacio con ternura-. Il a l'air farouche.
El otro pederasta había sacado un tubo de
latón del bolsillo y miraba por un agujero, sonriendo y haciendo muecas. El
pederasta más joven le arrebató el tubo y se puso a mirar. "No se ve nada,
Jo", dijo. "Sí que se ve, rico", dijo Jo. "No, no, no,
no." "Sí que se ve, sí que se ve. LOOK THROUGH THE PEEPHOLE AND
YOU'LL SEE PATTERNS PRETTY AS CAN BE." "Es de noche, Jo." Jo
sacó una caja de fósforos y encendió uno delante del calidoscopio. Chillidos de
entusiasmo, patterns pretty as can be. Et tous nos amours, declamó Emmanuèle
sentándose en el piso del camión. Todo estaba tan bien, todo llegaba a su hora,
la rayuela y el calidoscopio, el pequeño pederasta mirando y mirando, oh Jo, no
veo nada, más luz, más luz, Jo. Tumbado en el banco, Horacio saludó al Oscuro,
la cabeza del Oscuro asomando en la pirámide de bosta con dos ojos como
estrellas verdes, patterns pretty as can be, el Oscuro tenía razón, un camino
al kibbutz, tal vez el único camino al kibbutz, eso no podía ser el mundo, la
gente agarraba el calidoscopio por el mal lado, entonces había que darlo vuelta
con ayuda de Emmanuèle y de Pola y de París y de la Maga y de Rocamadour,
tirarse al suelo como Emmanuèle y desde ahí empezar a mirar desde la montaña de
bosta, mirar el mundo a través del ojo del culo, and you´ll see patterns pretty
as can be, la piedrita tenía que pasar por el ojo del culo, metida a patadas
por la punta del zapato, y de la Tierra al Cielo las casillas estarían
abiertas, el laberinto se desplegaría como una cuerda de reloj rota haciendo
saltar en mil pedazos el tiempo de los empleados, y por los mocos y el semen y
el olor de Emmanuèle y la bosta del Oscuro se entraría al camino que llevaba al
kibbutz del deseo, no ya subir al Cielo (subir, palabra hipócrita, cielo,
flatus vocis), sino caminar con pasos de hombre por una tierra de hombres hacia
el kibbutz allá lejos pero en el mismo plano, como el Cielo estaba en el mismo
plano que la Tierra en la acera roñosa de los juegos, y un día quizá se
entraría en el mundo donde decir Cielo no sería un repasador manchado de grasa,
y un día alguien vería la verdadera figura del mundo, patterns pretty as can
be, y tal vez, empujando la piedra, acabaría por entrar en el kibbutz.
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