domingo, 23 de octubre de 2016

Canto ajeno V

Atravieso una calle cualquiera de Montevideo
en el aire se deshace el mapa de Italia,
escarcha sobre campo de verano,
encerrajado desciende el horizonte, las orillas sepultadas por el cielo:
el imperio de Neptuno no conoce de geopolítica.
Cada reflejo es el anterior, el mar se ensancha a cada brazada
el hielo se vuelve agua y abriga una lluvia secreta.
Embiste el martillo, clavo y madera son uno ahora;
una rueda empeñada en girar y no repetir su punto de apoyo asedia al caminante:
no llegó a tropiezo, sin coletazo ni sirenas
una mancha de sangre en el pavimento reveló el mapa del nuevo continente.



lunes, 17 de octubre de 2016

"Historia de mi vida", Giacomo Casanova (1822)

Un día en que su doncella le cortaba a la señora F. las puntas de sus largos cabellos en mi presencia, me distraía recogiendo los pequeños y bonitos mechones y los iba colocando sobre el tocador, excepto un mechoncito que me metí en el bolsillo, pensando que no se daría cuenta. Pero, en cuanto estuvimos solos, me dijo con dulzura pero un poco seria que le devolviese aquel rizo que había recogido. Me pareció que me trataba con un rigor tan cruel como injusto, pero obedecí y con aire desdeñoso arrojé el rizo sobre el tocador.
— Caballero, estáis faltándome.
— No, señora. No os costaba nada fingir que no advertíais este inocente robo.
— No me gusta fingir.
— ¿Tanto os molesta un robo tan pueril?
— No es eso. Pero ese robo demuestra unos sentimientos hacia mí que a vos, que sois hombre de confianza de mi marido, no os está permitido alimentar.

Me encerré en mi cuarto, me desvestí y me eché en la cama. Me fingí enfermo. Por la tarde fue a verme y me dejó un paquetito al darme la mano. Cuando lo abrí, a solas, descubrí que había querido reparar su avaricia regalándome unos mechones larguísimos. Con ellos me hice un cordón muy fino, en uno de cuyos extremos hice poner un lazo negro, para poder estrangularme si alguna vez el amor me llevaba a la desesperación. El resto lo corté con unas tijeras, lo reduje a un polvo muy fino y le encargué a un confitero que en mi presencia lo mezclase con una pasta de ámbar, azúcar, vainilla, cabello de ángel, alquermes y estoraque. Aguardé a que las grageas estuvieran dispuestas antes de irme. Las guardé en una preciosa bombonera de cristal de roca, y cuando la señora F. me preguntó su composición le dije que tenían algo que me obligaba a amarla.




domingo, 16 de octubre de 2016

"Espantapájaros" (Oliverio Girondo, 1932)

4

Abandoné las carambolas por el calambur, los madrigales por los mamboretás, los entreveros por los entretelones, los invertidos por los invertebrados. Dejé la sociabilidad a causa de los sociólogos, de los solistas, de los sodomitas, de los solitarios. No quise saber nada con los prostáticos. Preferí el sublimado a lo sublime. Lo edificante a lo edificado. Mi repulsión hacia los parentescos me hizo eludir los padrinazgos, los padrenuestros. Conjuré las conjuraciones más concomitantes con las conjugaciones conyugales. Fui célibe, con el mismo amor propio con que hubiese sido paraguas. A pesar de mis predilecciones, tuve que distanciarme de los contrabandistas y de los contrabajos; pero intimé, en cambio, con la flagelación, con los flamencos.

Lo irreductible me sedujo un instante. Creí, con una buena fe de voluntario, en la mineralogía y en los minotauros. ¿Por qué razón los mitos no repoblarían la aridez de nuestras circunvoluciones? Durante varios siglos, la felicidad, la fecundidad, la filosofía, la fortuna, ¿no se hospedaron en una piedra?

¡Mi ineptitud llegó a confundir a un coronel con un termómetro!

Renuncié a las sociedades de beneficencia, a los ejercicios respiratorios, a la franela. Aprendí de memoria el horario de los trenes que no tomaría nunca. Poco a poco me sedujeron el recato y el bacalao. No consentí ninguna concomitancia con la concupiscencia, con la constipación. Fui metodista, malabarista, monogamista. Amé las contradicciones, las contrariedades, los contrasentidos... y caí en el gatismo, con una violencia de gatillo.

Imagen: "Trainspotting" (Danny Boyle, 1996)