si el sistema para tasar la libertad
sigue siendo sacar la cara por la ventana de
un auto en movimiento,
los retiros espirituales reinan un fin de
semana,
para flamear hay que andar liviano de
equipaje,
desencarnar la raíz, jugarse la vida,
canibalizar la roca,
destrozar el pan con los dientes,
andar en círculos,
no levantarme mañana,
ahogarme de risa,
cortar los cables del teléfono,
fundar una isla con linaje,
transcribir el murmullo de un arroyo,
rugir cada quebranto en los pretiles
como si recién me hubieran parido al mundo.
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