Morir es nacer:
me nombra el desconocido que desconfía de la matriz,
reincido en mis raíces de suelo fecundo en invierno;
y esas raíces son indescifrables como el suelo que las complementa.
Retumbo, no contengo mis hojas.
Al contrario, celebro su empuje
cuando resplandecen con la entereza de la noche y también,
cuando caen al suelo, derrocadas por su propio peso marchito
y pasan a habitar el estrato más profundo del terreno,
el de algunos difuntos y los ríos subterráneos.
Es territorio vivo la profundidad, tiene hambre,
la tiniebla remojada no tiene más fortuna que germinar.

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