La misma letra con otra voz:
defiendo la verdadera suerte de las hojas que el viento barre hasta la muerte
hasta que despiertan, otra vez,
bajo el suelo.
Nunca la llamaré terrible.
La misma letra con otra voz:
defiendo la verdadera suerte de las hojas que el viento barre hasta la muerte
hasta que despiertan, otra vez,
bajo el suelo.
Nunca la llamaré terrible.
Morir es nacer:
me nombra el desconocido que desconfía de la matriz,
reincido en mis raíces de suelo fecundo en invierno;
y esas raíces son indescifrables como el suelo que las complementa.
Retumbo, no contengo mis hojas.
Al contrario, celebro su empuje
cuando resplandecen con la entereza de la noche y también,
cuando caen al suelo, derrocadas por su propio peso marchito
y pasan a habitar el estrato más profundo del terreno,
el de algunos difuntos y los ríos subterráneos.
Es territorio vivo la profundidad, tiene hambre,
la tiniebla remojada no tiene más fortuna que germinar.