La misma voz con otra letra,
la misma sangre, las mismas rejas corriendo por las venas
poemas que hablan de poemas
el rito del verso del otro,
la colosal hermandad del agua.
Yo me arriesgo y cruzo la calle
sumerjo los pies en la vereda y silbo solo, una osamenta me sostiene
vuelvo a la imagen del pan sin intentarlo, cargo con una especie de hijo horrible,
pregunto de nuevo con la misma voz:
¿Por quién daré la vida?
¿Cómo terminan mis manos cada día?
¿Los dedos lloviznados en tinta distraída,
o sitiados en tierra y sangre?
¿Perdimos tanto cuando perdimos la guerra?
¿Y el miedo?
¿Y qué hay sobre la guerra, y los hijos de los soldados,
y los hijos de sus hijos?
¿Qué pasó cuando olvidé que pasaba el tiempo?
¿Valió anteponer el tema al ritmo?
Se secarán los ríos y no sabré
-elegiré no saber-
como cierra un poema interminable.

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