El rascacielos es una jirafa de cemento armado
con la piel manchada de ventanas.
Una jirafa un poco aburrida
porque no han brotado palmeras de 100 metros.
Una jirafa empantanada en Andes y 18,
incapaz de cruzar la calle,
por miedo de que los autos
se le metan entre las patas y le hagan caer.
¡Qué idea de reposo daría un rascacielos
acostado en el suelo!
Con casi todas las ventanas
mirando cara al cielo.
Y desangrándose por las tuberías
del agua caliente
y de la refrigeración.
El rascacielos de Salvo
es la jirafa de cemento que completa el zoológico edificio
de Montevideo.
(1927)
lunes, 6 de julio de 2020
domingo, 5 de julio de 2020
"Rayuela": Capítulo 73 - Julio Cortázar (1963)
73
Sí, pero quién nos curará del fuego sordo,
del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette, saliendo
de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que
lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para
lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada
al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este
lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinarnos. Entonces es mejor pactar
como los gatos y los musgos, trabar amistad inmediata con las porteras de roncas
voces, con las criaturas pálidas y sufrientes que acechan en las ventanas
jugando con una rama seca. Ardiendo así sin tregua, soportando la quemadura central
que avanza como la madurez paulatina en el fruto, ser el pulso de una
hoguera en esta maraña de piedra interminable, caminar por las noches de
nuestra vida con la obediencia de la sangre en su circuito ciego.
Cuántas veces me pregunto si esto no es más
que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones
infalibles y máquinas de conformismos. Pero preguntarse si sabremos encontrar el
otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre
cibernética, ¿no será otra vez literatura? Rebelión, conformismo, angustia, alimentos
terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la contemplación o la Tatigkeit,
avena arrollada o perdices faisandées, Lascaux
o Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con tormentas en piyama y cataclismos de
living room. El solo hecho de interrogarse sobre la posible elección vicia
y enturbia lo elegible. Que sí, que no, que en ésta está... Parecería
que una elección no puede ser dialéctica, que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es
decir la transforma en otra cosa. Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al
no, ¿cuántos quizá? Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la
verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser
invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura,
piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una
tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas. En uno
de sus libros Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la
puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo
ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación
comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente
encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la
calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz. El tipo murió de un
síncope, y el tornillo desapareció apenas acudieron los vecinos. Uno de ellos lo
guarda, quizá lo saca en secreto y lo mira, vuelve a guardarlo y se va a la
fábrica sintiendo algo que no comprende, una oscura reprobación. Sólo se calma cuando
saca el tornillo y lo mira, se queda mirándolo hasta que oye pasos y tiene que
guardarlo presuroso. Morelli pensaba que el tornillo debía ser otra cosa, un dios
o algo así. Solución demasiado fácil. Quizá el error estuviera en aceptar que ese
objeto era un tornillo por el hecho de que tenía la forma de un tornillo. Picasso
toma un auto de juguete y lo convierte en el mentón de un cinocéfalo. A lo mejor el
napolitano era un idiota pero también pudo ser el inventor de un mundo. Del
tornillo a un ojo, de un ojo a una estrella... ¿Por qué entregarse a la Gran Costumbre?
Se puede elegir la tura, la invención, es decir el tornillo o el auto de
juguete. Así es cómo París nos destruye despacio, deliciosamente, triturándonos entre
flores viejas y manteles de papel con manchas de vino, con su fuego sin color
que corre al anochecer saliendo de los portales carcomidos. Nos arde un fuego
inventado, una incandescente tura, un artilugio de la raza, una ciudad que es el
Gran Tornillo, la horrible aguja con su ojo nocturno por donde corre el hilo del
Sena, máquina de torturas como puntillas, agonía en una jaula atestada de
golondrinas enfurecidas. Ardemos en nuestra obra, fabuloso honor mortal, alto
desafío del fénix. Nadie nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al
anochecer por la rue de la Huchette. Incurables, perfectamente incurables,
elegimos por tura el Gran Tornillo, nos inclinamos sobre él, entramos en él, volvemos
a inventarlo cada día, a cada mancha de vino en el mantel, a cada beso del
moho en las madrugadas de la Cour de Rohan, inventamos nuestro incendio,
ardemos de dentro afuera, quizá eso sea la elección, quizá las palabras envuelvan esto como la servilleta el pan y dentro esté la fragancia, la harina
esponjándose, el sí sin el no, o el no sin el sí, el día sin Manes, sin Ormuz o Arimán, de una vez por todas y en paz y
basta.
jueves, 2 de julio de 2020
"Los hombres huecos" - T.S. Eliot
Un centavo para el
viejo Guy
I
I
Somos los hombres huecos,
los hombres llenos de aserrín
apoyando unos en otros
las cabezas rellenas de paja ¡Pobre de mí!
Nuestras ásperas voces, cuando
susurramos juntos
quedas y sin sentido
como viento en hierba seca
o el trotar de las ratas sobre vidrio roto
en nuestros sótanos secos.
Contorno sin forma, sombra sin color;
fuerza en detención, ademán inmóvil.
Aquellos que han cruzado
con los ojos fijos al otro Reino de la muerte
nos recuerdan —si acaso— no como
violentas almas perdidas, apenas como
los hombres huecos
los hombres llenos de aserrín.
II
Ojos que no me atrevo a mirar en sueños
en el reino del sueño de la muerte
ellos no aparecen:
Ahí, esos ojos son
rayos de luz en una columna rota,
ahí hay un árbol meciéndose
y las voces son
en el canto del viento
más distantes y solemnes
que una estrella agonizante.
No dejen que me aproxime
al Reino del sueño de la muerte
permítanme que use también disfraces convenientes
pelaje de ratas, piel de cuervo, palos en cruz
en un descampado,
meciéndome como se mece el viento
No más allá –
No ese encuentro último
en el reino crepuscular.
III
Esta es la tierra muerta,
la tierra del cactus,
aquí se erigen imágenes de piedra,
aquí reciben las súplicas
de las manos de un hombre muerto,
bajo el parpadeo de una estrella agonizante.
¿Es esto así
en el otro Reino de la muerte
despertar a solas
en la hora en que temblamos de ternura?
Labios que quisieran besar
formulan oraciones en piedra rota.
IV
Los ojos no están aquí
No hay ojos aquí
En este valle de estrellas moribundas
En este valle vacío
Esta quijada rota de nuestros reinos perdidos.
En este el último lugar de reunión
vamos juntos a tientas
y evitamos hablar
congregados en la playa del tumefacto río.
Ciegos, a menos que
reaparezcan los ojos
como la perpetua estrella
la rosa multifolia
del reino crepuscular de la muerte
única esperanza
de los hombres vacíos.
V
Aquí vamos dando vueltas al nopal,
al nopal, al nopal.
Aquí vamos dando vueltas al nopal
a las cinco de la mañana.
Entre la idea
y la realidad
entre el movimiento
y el acto
cae la Sombra
porque Tuyo es el Reino.
Entre la concepción
y la creación
entre la emoción
y la respuesta
cae la Sombra
la vida es muy larga.
Entre el deseo
y el espasmo
entre la potencia
y la existencia
entre la esencia
y el descenso
cae la Sombra.
Porque tuyo es el reino.
Porque tuyo es
la vida es
porque tuyo es el
así es como acaba el mundo
así es como acaba el mundo
así es como acaba el mundo
no con un estallido sino con un quejido.
(Traducción de Rodrigo Arriagada Zubieta)
The Hollow
Men
A penny for the Old Guy
I
We are the
hollow men
we are the
stuffed men
leaning
together
headpiece
filled with straw. Alas!
Our dried
voices, when
we whisper
together
are quiet
and meaningless
as wind in
dry grass
or rats’
feet over broken glass
in our dry
cellar.
Shape
without form, shade without colour,
paralysed
force, gesture without motion;
those who
have crossed
with direct
eyes, to death’s other kingdom
remember us
—if at all— not as lost
violent
souls, but only
as the
hollow men
the stuffed
men.
II
Eyes I dare
not meet in dreams
in death’s
dream kingdom
these do
not appear:
there, the
eyes are
sunlight on
a broken column
there, is a
tree swinging
and voices
are
in the
wind’s singing
more
distant and more solemn
than a
fading star.
Let me be
no nearer
in death’s
dream kingdom
let me also
wear
such
deliberate disguises
rat’s coat,
crowskin, crossed staves
in a field
behaving as
the wind behaves
no nearer –
Not that
final meeting
in the
twilight kingdom
III
This is the
dead land
this is
cactus land
here the
stone images
are raised,
here they receive
the
supplication of a dead man’s hand
under the
twinkle of a fading star.
Is it like
this
in death’s
other kingdom
waking
alone
at the hour
when we are
trembling
with tenderness
lips that
would kiss
form
prayers to broken stone.
IV
The eyes
are not here
there are
no eyes here
in this
valley of dying stars
in this
hollow valley
this broken
jaw of our lost kingdoms.
In this
last of meeting places
we grope
together
and avoid
speech
gathered on
this beach of this tumid river
Sightless,
unless
the eyes
reappear
as the
perpetual star
multifoliate
rose
of death’s
twilight kingdom
the hope
only
of empty
men.
V
Here we go
round the prickly pear
prickly
pear prickly pear
here we go
round the prickly pear
at five
o’clock in the morning.
Between the
idea
and the
reality
between the
motion
and the act
falls the
Shadow.
For Thine
is the Kingdom.
Between the
conception
and the
creation
between the
emotion
and the
response
falls the
Shadow.
Life is
very long.
Between the
desire
and the
spasm
between the
potency
and the
existence
between the
essence
and the
descent
falls the
Shadow.
For Thine
is the Kingdom.
For Thine
is
life is
for Thine
is the.
This is the
way the world ends
this is the
way the world ends
this is the
way the world ends
not with a
bang but with a whimper.
Divididos, "Los hombres huecos", de "40 dibujos ahí en el piso", 1989.
miércoles, 1 de julio de 2020
"El pastor triste" - William Butler Years
Hubo un hombre a quien la Pena nombró su amigo,
y él, soñando con su alta camarada,
caminaba con pasos lentos por las resplandecientes
y rumorosas arenas por donde el viento agita el oleaje:
y alto le pedía a las estrellas que se inclinaran
desde sus pálidos tronos para confortarlo, pero ellas,
cómplices entre sí, siempre se reían y cantaban,
y entonces el hombre a quien la Pena nombró su amigo
gritaba al viento, ¡Mar Sombrío, escucha mi más penosa
historia!
El mar siguió barriendo sobre la arena y gritó su antiguo y
calmo grito,
vagando en sueños de colina en colina.
Él abandonó la persecución de su gloria
y, en el lejano y gentil descanso de un valle,
le contó toda su historia a las relucientes gotas del rocío.
Pero ellas nada escucharon, porque siempre están escuchando
el sonido de su propio goteo.
Entonces el hombre a quien la Pena nombró su amigo,
buscó de nuevo la costa y encontró una caracola,
y pensó: mi difícil historia he de contarle
con mis propias palabras, y ella, con su eco, enviará
su tristeza a través del hueco de su perlado corazón;
y mi propio cuento otra vez cantará para mí,
y mis propias susurrantes palabras serán mi alivio.
y ay... mi antigua carga ha de partir.
Entonces cantó suavemente cerca del perlado borde;
pero aquel triste y solitario habitante de los mares
agitados
tornó su canto en un gemido inarticulado
entre su confuso tumulto, olvidándolo todo.
De "Crossways" (1889).
Traducción de Pedro Peña (http://williambutleryeatsencastellano.blogspot.com/2015/01/p-margin-bottom-0.html)
“The sad shepherd”
There was a
man whom Sorrow named his friend,
and he, of
his high comrade Sorrow dreaming,
went walking
with slow steps along the gleaming
and humming
sands, where windy surges wend:
and he
called loudly to the stars to bend
from their
pale thrones and comfort him, but they
among
themselves laugh on and sing alway:
and then
the man whom Sorrow named his friend
cried out,
Dim sea, hear my most piteous story!
The sea
swept on and cried her old cry still,
rolling
along in dreams from hill to hill.
He fled the
persecution of her glory
and, in a
far-off, gentle valley stopping,
cried all
his story to the dewdrops glistening.
But naught
they heard, for they are always listening,
the
dewdrops, for the sound of their own dropping.
And then
the man whom Sorrow named his friend
sought once
again the shore, and found a shell,
and thought,
I will my heavy story tell
till my own
words, re-echoing, shall send
their
sadness through a hollow, pearly heart;
and my own
tale again for me shall sing,
and my own
whispering words be comforting,
and lo! my
ancient burden may depart.
Then he
sang softly nigh the pearly rim;
but the sad
dweller by the sea-ways lone
changed all
he sang to inarticulate moan
among her
wildering whirls, forgetting him.
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