lunes, 6 de julio de 2020

"El rascacielos de Salvo" - Alfredo Mario Ferreiro

El rascacielos es una jirafa de cemento armado
con la piel manchada de ventanas.
Una jirafa un poco aburrida
porque no han brotado palmeras de 100 metros.
Una jirafa empantanada en Andes y 18,
incapaz de cruzar la calle,
por miedo de que los autos
se le metan entre las patas y le hagan caer.
¡Qué idea de reposo daría un rascacielos
acostado en el suelo!
Con casi todas las ventanas
mirando cara al cielo.
Y desangrándose por las tuberías
del agua caliente 
y de la refrigeración.
El rascacielos de Salvo 
es la jirafa de cemento que completa el zoológico edificio 
de Montevideo.

(1927)





domingo, 5 de julio de 2020

"Rayuela": Capítulo 73 - Julio Cortázar (1963)

73

Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinarnos. Entonces es mejor pactar como los gatos y los musgos, trabar amistad inmediata con las porteras de roncas voces, con las criaturas pálidas y sufrientes que acechan en las ventanas jugando con una rama seca. Ardiendo así sin tregua, soportando la quemadura central que avanza como la madurez paulatina en el fruto, ser el pulso de una hoguera en esta maraña de piedra interminable, caminar por las noches de nuestra vida con la obediencia de la sangre en su circuito ciego.
Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos. Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura? Rebelión, conformismo, angustia, alimentos terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la contemplación o la Tatigkeit, avena arrollada o perdices faisandées, Lascaux o Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con tormentas en piyama y cataclismos de living room. El solo hecho de interrogarse sobre la posible elección vicia y enturbia lo elegible. Que sí, que no, que en ésta está... Parecería que una elección no puede ser dialéctica, que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es decir la transforma en otra cosa. Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al no, ¿cuántos quizá? Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas. En uno de sus libros Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz. El tipo murió de un síncope, y el tornillo desapareció apenas acudieron los vecinos. Uno de ellos lo guarda, quizá lo saca en secreto y lo mira, vuelve a guardarlo y se va a la fábrica sintiendo algo que no comprende, una oscura reprobación. Sólo se calma cuando saca el tornillo y lo mira, se queda mirándolo hasta que oye pasos y tiene que guardarlo presuroso. Morelli pensaba que el tornillo debía ser otra cosa, un dios o algo así. Solución demasiado fácil. Quizá el error estuviera en aceptar que ese objeto era un tornillo por el hecho de que tenía la forma de un tornillo. Picasso toma un auto de juguete y lo convierte en el mentón de un cinocéfalo. A lo mejor el napolitano era un idiota pero también pudo ser el inventor de un mundo. Del tornillo a un ojo, de un ojo a una estrella... ¿Por qué entregarse a la Gran Costumbre? Se puede elegir la tura, la invención, es decir el tornillo o el auto de juguete. Así es cómo París nos destruye despacio, deliciosamente, triturándonos entre flores viejas y manteles de papel con manchas de vino, con su fuego sin color que corre al anochecer saliendo de los portales carcomidos. Nos arde un fuego inventado, una incandescente tura, un artilugio de la raza, una ciudad que es el Gran Tornillo, la horrible aguja con su ojo nocturno por donde corre el hilo del Sena, máquina de torturas como puntillas, agonía en una jaula atestada de golondrinas enfurecidas. Ardemos en nuestra obra, fabuloso honor mortal, alto desafío del fénix. Nadie nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette. Incurables, perfectamente incurables, elegimos por tura el Gran Tornillo, nos inclinamos sobre él, entramos en él, volvemos a inventarlo cada día, a cada mancha de vino en el mantel, a cada beso del moho en las madrugadas de la Cour de Rohan, inventamos nuestro incendio, ardemos de dentro afuera, quizá eso sea la elección, quizá las palabras envuelvan esto como la servilleta el pan y dentro esté la fragancia, la harina esponjándose, el sí sin el no, o el no sin el sí, el día sin Manes, sin Ormuz o Arimán, de una vez por todas y en paz y basta.

jueves, 2 de julio de 2020

"Los hombres huecos" - T.S. Eliot

Un centavo para el viejo Guy

I

Somos los hombres huecos,
los hombres llenos de aserrín
apoyando unos en otros
las cabezas rellenas de paja ¡Pobre de mí!
Nuestras ásperas voces, cuando
susurramos juntos
quedas y sin sentido
como viento en hierba seca
o el trotar de las ratas sobre vidrio roto
en nuestros sótanos secos.

Contorno sin forma, sombra sin color;
fuerza en detención, ademán inmóvil.

Aquellos que han cruzado
con los ojos fijos al otro Reino de la muerte
nos recuerdan —si acaso— no como
violentas almas perdidas, apenas como
los hombres huecos
los hombres llenos de aserrín.

II

Ojos que no me atrevo a mirar en sueños
en el reino del sueño de la muerte
ellos no aparecen:
Ahí, esos ojos son
rayos de luz en una columna rota,
ahí hay un árbol meciéndose
y las voces son
en el canto del viento
más distantes y solemnes
que una estrella agonizante.

No dejen que me aproxime
al Reino del sueño de la muerte
permítanme que use también disfraces convenientes
pelaje de ratas, piel de cuervo, palos en cruz
en un descampado,
meciéndome como se mece el viento
No más allá –

No ese encuentro último
en el reino crepuscular.

III

Esta es la tierra muerta,
la tierra del cactus,
aquí se erigen imágenes de piedra,
aquí reciben las súplicas
de las manos de un hombre muerto,
bajo el parpadeo de una estrella agonizante.

¿Es esto así
en el otro Reino de la muerte
despertar a solas
en la hora en que temblamos de ternura?
Labios que quisieran besar
formulan oraciones en piedra rota.

IV

Los ojos no están aquí
No hay ojos aquí
En este valle de estrellas moribundas
En este valle vacío
Esta quijada rota de nuestros reinos perdidos.

En este el último lugar de reunión
vamos juntos a tientas
y evitamos hablar
congregados en la playa del tumefacto río.

Ciegos, a menos que
reaparezcan los ojos
como la perpetua estrella
la rosa multifolia
del reino crepuscular de la muerte
única esperanza
de los hombres vacíos.

V

Aquí vamos dando vueltas al nopal,
al nopal, al nopal.
Aquí vamos dando vueltas al nopal
a las cinco de la mañana.

Entre la idea
y la realidad
entre el movimiento
y el acto
cae la Sombra
porque Tuyo es el Reino.

Entre la concepción
y la creación
entre la emoción
y la respuesta
cae la Sombra
la vida es muy larga.

Entre el deseo
y el espasmo
entre la potencia
y la existencia
entre la esencia
y el descenso
cae la Sombra.

Porque tuyo es el reino.

Porque tuyo es
la vida es
porque tuyo es el

así es como acaba el mundo
así es como acaba el mundo
así es como acaba el mundo
no con un estallido sino con un quejido.

(Traducción de Rodrigo Arriagada Zubieta)

The Hollow Men

A penny for the Old Guy

I

We are the hollow men
we are the stuffed men
leaning together
headpiece filled with straw. Alas!
Our dried voices, when
we whisper together
are quiet and meaningless
as wind in dry grass
or rats’ feet over broken glass
in our dry cellar.

Shape without form, shade without colour,
paralysed force, gesture without motion;

those who have crossed
with direct eyes, to death’s other kingdom
remember us —if at all— not as lost
violent souls, but only
as the hollow men
the stuffed men.

II

Eyes I dare not meet in dreams
in death’s dream kingdom
these do not appear:
there, the eyes are
sunlight on a broken column
there, is a tree swinging
and voices are
in the wind’s singing
more distant and more solemn
than a fading star.

Let me be no nearer
in death’s dream kingdom
let me also wear
such deliberate disguises
rat’s coat, crowskin, crossed staves
in a field
behaving as the wind behaves
no nearer –

Not that final meeting
in the twilight kingdom

III

This is the dead land
this is cactus land
here the stone images
are raised, here they receive
the supplication of a dead man’s hand
under the twinkle of a fading star.

Is it like this
in death’s other kingdom
waking alone
at the hour when we are
trembling with tenderness
lips that would kiss
form prayers to broken stone.

IV

The eyes are not here
there are no eyes here
in this valley of dying stars
in this hollow valley
this broken jaw of our lost kingdoms.

In this last of meeting places
we grope together
and avoid speech
gathered on this beach of this tumid river

Sightless, unless
the eyes reappear
as the perpetual star
multifoliate rose
of death’s twilight kingdom
the hope only
of empty men.

V

Here we go round the prickly pear
prickly pear prickly pear
here we go round the prickly pear
at five o’clock in the morning.

Between the idea
and the reality
between the motion
and the act
falls the Shadow.

For Thine is the Kingdom.

Between the conception
and the creation
between the emotion
and the response
falls the Shadow.

Life is very long.

Between the desire
and the spasm
between the potency
and the existence
between the essence
and the descent
falls the Shadow.

For Thine is the Kingdom.

For Thine is
life is
for Thine is the.

This is the way the world ends
this is the way the world ends
this is the way the world ends
not with a bang but with a whimper.


Divididos, "Los hombres huecos", de "40 dibujos ahí en el piso", 1989.

miércoles, 1 de julio de 2020

"El pastor triste" - William Butler Years

Hubo un hombre a quien la Pena nombró su amigo,
y él, soñando con su alta camarada,
caminaba con pasos lentos por las resplandecientes
y rumorosas arenas por donde el viento agita el oleaje:
y alto le pedía a las estrellas que se inclinaran
desde sus pálidos tronos para confortarlo, pero ellas,
cómplices entre sí, siempre se reían y cantaban,
y entonces el hombre a quien la Pena nombró su amigo
gritaba al viento, ¡Mar Sombrío, escucha mi más penosa historia!
El mar siguió barriendo sobre la arena y gritó su antiguo y calmo grito,
vagando en sueños de colina en colina.
Él abandonó la persecución de su gloria
y, en el lejano y gentil descanso de un valle,
le contó toda su historia a las relucientes gotas del rocío.
Pero ellas nada escucharon, porque siempre están escuchando
el sonido de su propio goteo.
Entonces el hombre a quien la Pena nombró su amigo,
buscó de nuevo la costa y encontró una caracola,
y pensó: mi difícil historia he de contarle
con mis propias palabras, y ella, con su eco, enviará
su tristeza a través del hueco de su perlado corazón;
y mi propio cuento otra vez cantará para mí,
y mis propias susurrantes palabras serán mi alivio.
y ay... mi antigua carga ha de partir.
Entonces cantó suavemente cerca del perlado borde;
pero aquel triste y solitario habitante de los mares agitados
tornó su canto en un gemido inarticulado
entre su confuso tumulto, olvidándolo todo.

De "Crossways" (1889).



“The sad shepherd”

There was a man whom Sorrow named his friend,
and he, of his high comrade Sorrow dreaming,
went walking with slow steps along the gleaming
and humming sands, where windy surges wend:
and he called loudly to the stars to bend
from their pale thrones and comfort him, but they
among themselves laugh on and sing alway:
and then the man whom Sorrow named his friend
cried out, Dim sea, hear my most piteous story!
The sea swept on and cried her old cry still,
rolling along in dreams from hill to hill.
He fled the persecution of her glory
and, in a far-off, gentle valley stopping,
cried all his story to the dewdrops glistening.
But naught they heard, for they are always listening,
the dewdrops, for the sound of their own dropping.
And then the man whom Sorrow named his friend
sought once again the shore, and found a shell,
and thought, I will my heavy story tell
till my own words, re-echoing, shall send
their sadness through a hollow, pearly heart;
and my own tale again for me shall sing,
and my own whispering words be comforting,
and lo! my ancient burden may depart.
Then he sang softly nigh the pearly rim;
but the sad dweller by the sea-ways lone
changed all he sang to inarticulate moan
among her wildering whirls, forgetting him.