que la
acuarela se derrame
y le frena
el paso
entre cuatro
míseros lingotes.
Luna diurna
cielo blanco
recortado
nube recta
recobrada.
¿Siempre es
así?
¿De arriba
hacia abajo?
El horizonte
amparado en cruces
como un
cementerio de acero.
¿Quién
conocerá los sueños
de las
cúpulas de las catedrales?
Las palomas
son santos alados
que se cagan
en los transeúntes.
El palacio
Salvo
siempre guarda
para sí una porción de la noche
durante el
día,
y las
ventanas de la torre del puerto
reflejan el
mismo atardecer cada día.
La cuerda de
tambores,
única melodía
percutiente
se repite a
sí misma
sin que se
repitan los intérpretes,
quienes aguardan
que cambie
la luz del semáforo
para avanzar
en vanguardia desmembrada
a un sueño
que no será
susurro.