domingo, 27 de agosto de 2017

Piel

Pregunto al hombre
que sumó arrugas a la frente,
la piel sin diálogo
el baile crespo
de las estaciones en plena madrugada.
Tirita la sangre embotellada
cerrada en el grillete obsceno de la agenda.
Carcome antisepsis colectiva;
se llevó por delante todo tiempo
y desenredó los nudos que curten la piel de la cara.
Me sentaría a esperar su respuesta
si no fuera mi tren el próximo.

sábado, 12 de agosto de 2017

Acerca del origen

La tinta no tiene dueño,
antes manchaba, se afirmaba rabiando al pellejo.
Cuántas camisas echamos a la basura bajo su porfiada influencia
ahora si no se limpia más barato te devolvemos la diferencia
y como el pelo que  se suelta ,
que baila, se suelta y siempre vuelve a su sitio,
a la tinta volvemos
porque de tinta somos,
no es lo mismo que la sangre,
porque la tinta se elige
y una vez elegida nos sigue siempre
como perra muerta de hambre
desde el tren de vuelta a casa
nos acompaña en la estación señalada,
buscando algo para comer,
ladrando a la luz
royendo a la noche
corriendo en círculos
muriendo por fin.


miércoles, 9 de agosto de 2017

"Heliogábalo o el anarquista coronado" - Antonin Artaud (1934)

PARTE III: LA ANARQUÍA

(...) Así pues, mientras lo utilizan como títere, un títere vaciado de rey, mientras lo manipulan como un miembro –y las exhibiciones diarias en el templo forman parte de esas manipulaciones-, mientras todo el mundo trabaja para él, todo el mundo, es decir Julia Mesa, su abuela, Julia Semia, su madre, y los dos eunucos de ésta, de Julia Semia- mira: Gannys el previsor, el sagaz, Eutiquio el grotesco; y, muy cerca de Julia Semia, Julia Mamea, la hermana de esta última, que al tiempo que finge trabar para él en realidad trabaja para su hijo, el pequeño Alejandro Severo (para poner en lugar de Heliogábalo a un joven emperador, con una verga pura y una cabeza de cordero rizado); mientras todo el mundo trabaja para él, también Heliogábalo trabaja para sí mismo, pero de una manera que habría asombrado mucho a los historiadores de la época, si se hubiesen arriesgado a mirar más de cerca. Pueden llevarlo todos los días al templo; y cubierto por la tiara solar que lleva un cuerno de carnero, hacerlo evolucionar según los ritos como una estatua que no dice una palabra; Heliogábalo, ayudado por Gannys, ha puesto en claro toda la intriga, y se propone aprovecharla.
Pero aprovecharla como un rey. Con grandeza y magnificencia, con una conciencia verdaderamente real de os poderes que le corresponden al rey que él extrae detrás de los ritos.
Y en esos ritos está su nombre:
EL – GABAL
Y toda la innumerable serie de los aspectos escritos de su nombre que corresponden a pronunciaciones graduadas, a ráfagas fulgurantes, a formas en abanicos, a las figuras negras, blancas, amarillas, rojas de la Alta persona de Dios.
Y a su vez esas figuras responden a colores y a razas de estrellas ordenadas por grupos en el Zodíaco de Ram.
Y las cuatro grandes razas humanas responden como ecos orgánicos a las divisiones del Zodíaco de Ram inspirado por Dios.
Y todos esos estados divergentes, todas esas formas furtivas, todos esos nombres surgen a su vez en cascadas en el nombre contraído de
HELIOGABALUS
ELAGABALUS
EL – GABAL
Treinta pueblos soñaron, dieron vueltas en torno de la riqueza de este nombre, cuya pronunciación engendra en todos los sentidos, como una rosa de los vientos, las imágenes de treinta fuerzas.
Gannys, su preceptor, que se mueve a la sombra de las piedras vivas y los esmaltes, le ha enseñado el sentido de los ritos, la fuerza eruptiva de los nombres.
Los nombres no se pronuncian desde lo alto de la cabeza; se forman en los pulmones y así suben a la cabeza. Pero la orden que proviene de la cabeza sólo en los pulmones es un nombre.
Y se forma con
GABAL
cosa plástica y formadora. Palabra que adquiere forma y da la forma.
Y en
EL – GABAL
está
GABAL
que forma el nombre.
Pero en
GABAL
está
GIBIL (en antiguo dialecto acadio).
Gibil, el fuego que destruye y deforma, pero prepara el renacimiento del Fénix rojo, surgido del fuego y que es el emblema de la mujer, de la mujer por las menstruaciones-rojo-fuego.
Y en
EL – GABALUS
está
EL
que quiere decir dios y que se escribe con H o sin ella; pero que fundido con Gabal da
HELAH – GABAL.
Y la tierra de Elam a corta distancia de la bactriana, es la tierra de Dios.
Pero en
GABAL
también está
BAAL
o
BEL
o
BEL – GI
Dios caldeo, dios del fuego que pronunciado, escrito y silabado en sentido inverso, da
GIBIL
(Kibil) el fuego, en antiguo dilecto arameo.
Y también,
GABAL
que significa la Montaña, en dialecto arameo-caldeo.
Pero sobre todo está,
BEL
dios supremo, dios reductor, por el cual todo se reduce al principio, dios unitario, eliminador.
Heliogábalo reúne en sí mismo la potencia de todos esos nombres, en los que puede verse que una sola cosa, la que primero acude a nuestro entendimiento, el sol, no interviene.
Fueron los griegos quienes introdujeron Helios en el nombre de Heliogábalo y lo confundieron con
EL,
dios supremo, dios de las alturas. Ya que si el Sol interviene en su nombre, es a la manera de un sitio elevado, que se identifica con un cono, cosa en punta, porque en principio, toda montaña puede figurarse por medio de un cono o una punta, y el sol, por su luz, está en la punta del mundo creado.
El mundo de arriba y el Mundo de abajo se reúnen en la estrella de seis puntas, sello mágico de Salomón, y ambos terminan en punta, lo visible como lo invisible, lo creado como lo increado.
Ese dios formador y deformador que contiene todos los nombres de los dioses, todas las formas que han adoptado.
Desde
SATURNO ISWARA,
el sol, principio ígneo, principio macho,
hasta
RHEA, PRACRITI,
la luna, principio húmedo y femenino, que se hallan entre los dos polos opuestos de la manifestación formal: lo masculino y lo femenino.
Ya no tiene por qué sorprendernos que Saturno sea el sol, como Apolo es el sol, cuando sabemos que dios que desciende, varía sus formas y sus potencias, con las formas de su acción.
Y sabemos que
RA
el sol
para los egipcios es un gavilán, pero también un becerro o un hombre, y el becerro colocado antes que el hombre, según el uso que de él se hace.
Pero ese
RA   
se convierte en
BEL – SCHAMASCH
en Caldea.
Y es el “juez” que desempata las costumbres de los caldeos.
Y
APOLO
fuerza en acción del sol, sin perder su nombre, se duplica con una sombra, con una especie de apodo, que siempre se le queda pegado.
Así es como han podido llamarlo
APOLO LOXIAS
APOLO LIBISTINOS
APOLO DELIOS
APOLO FEBUS
APOLO FANES, y Apolo Fanes, es Apolo contragolpe, doble
 golpe, o doble simiente.
APOLO LICIAS
APOLO LICOFAS, y Apolo Licofas, es Apolo el lobo, que devora todo,
hasta las tinieblas.
Y Apolo que, formado de substancia, se mueve en la órbita de la substancia, también se llama:
APOLO ARGIROTONUS
Y a veces Apolo se llama
APOLO SMINTEUS, y señala el exceso, lo extremo, el punto
fulminante, el absceso maduro.
Finalmente está
APOLO PITIO, que, macho, ignora a la pitia hembra; y no tiene nada
que ver con los oráculos. Este es el Apolo que asfixia, que   domina a la Serpiente Pitón.
El vaho del Caos despide brumas que serpentean alrededor de la tierra, formando la figura de un dragón.
Y Apolo, el principio ígneo, se alza de un salto y llega a las esferas, desde donde atraviesa con sus flechas los anillos de la Serpiente Pitón.
Heliogábalo extrae de estas altas ideas y de estos nombres, que le pertenecen, la conciencia y el orgullo de un rey; pero su organismo de niño extrae de ellos una confusión y una angustia que no se detendrán.
Heliogábalo llegó al período anárquico de la alta religión solar, e históricamente llegó en un período de anarquía.
Esto no impidió su identificación ritual, su esfuerzo de identificación con dios. Esto no impidió que en su ataque a fondo contra la anarquía politeísta romana, se comportase como el verdadero sacerdote de un culto unitario, como la personificación de un dios único: el sol.
Ya que si para Julia Mesa, Elagabalus no es más que un miembro, una especie de estatua pintada que sirve para alucinar soldados, para Heliogábalo, Elagabalus es el miembro eréctil, humano y divino a la vez. El miembro eréctil y el miembro fuerte. El miembro-fuerza que se reparte y que uno comparte, que sólo compartido se utiliza.
El miembro eréctil es el sol, el cono de la reproducción sobre la tierra, como Elagabalus, el sol de la tierra, es el cono de la reproducción en el cielo.
Luego es preciso convertirse en sol, meterse dentro del mismo Elagabalus, cambiar de manera de existir.
En lo que concierne a esta identificación de Heliogábalo con su dios, a veces los arqueólogos nos informan que Heliogábalo se toma por su dios, otras que se oculta detrás de su dios y se distingue de él.
Pero un hombre no es un dios, y si Cristo es un dios hecho hombre, fue como hombre, según se dice, que murió, y no como dios. Y ¿por qué no se creería Elagabalus un dios hecho hombre, y por qué se le impediría al emperador Heliogábalo que ponga al dios delante del hombre y que aplaste al hombre bajo el Dios?
Durante toda su vida, Heliogábalo es víctima de esta imantación de los contrarios, de ese doble descuartizamiento.
De un lado,
EL DIOS,
Del otro lado,
EL HOMBRE,
Y en el hombre, el rey humano y el rey solar.
Y en el rey humano, el hombre coronado y descoronado.
Si Heliogábalo introduce la anarquía en Roma, si se muestra como el fermento que precipita un estado latente de anarquía, la primera anarquía está en él , y le destroza el organismo, arroja a su espíritu en una especie de locura precoz que tiene un nombre en la terminología médica de hoy.
Heliogábalo es el hombre y la mujer.
Y la religión del sol es la religión del hombre, pero que nada puede sin la mujer, su doble, en que él se refleja.
La religión del UNO que se corta en DOS para actuar.
Para SER.
La religión de la separación inicial del UNO.
UNO y DOS reunidos en el primer andrógino.
Que es EL, el hombre.
Y EL, la mujer.
Al mismo tiempo.
Reunidos en UNO.
En Heliogábalo existe el doble combate:
1.     Del UNO que se divide permaneciendo UNO. Del hombre que se vuelve
mujer y permanece hombre eternamente.
2° Del Rey Solar cuyo hombre acepta de mala gana ser el yo humano. Que escupe sobre el hombre y termina por arrojarlo a la cloaca.
Porque un hombre no es un rey, y para él y como rey, rey solitario, dios encarnado, vivir en este mundo es una caída y una extraña destitución.

Heliogábalo absorbe a su dios; se come a su dios como el cristiano se come al suyo; y en su organismo separa sus principios; en las dobles cavidades de su carne despliega ese combate de principios (...).