- ¿Y entonces?
- Cuando Carolina me dijo estúpido me borré. Tenía
mis razones para haberle dicho lo que le dije, pero ella no para decirme estúpido. No es, por supuesto, el
insulto que de por sí es una boludez, pero la manera en que lo dijo, entonando
cada letra, como llenándose la boca con la palabra. Estoy seguro que fue su
manera de escupirme, metafóricamente o no tanto, si me quedaba un minuto más ya
veía venir el escupitajo o el vaso de cerveza en la cara. Una de las furias,
pero vestida y con medias de encaje, después a la calle, solo, hasta me olvidé
de la campera en la ropería, tengo que volver el martes de 18 a 20 para
buscarla. Estaba como Clint cuando quería salir de Alcatraz; volví caminando
hasta casa y como me quedaba el vinito empezado de la previa no me molestó
demasiado el bajón. Adentro de la copa estaba la primera noche que pasamos
juntos en casa. Fue a buscar el libro de Levrero que le secuestré con la
intención de obligarla a ir a buscarlo algún día, tenía una etiqueta fina en la
heladera desde la tarde. Le hablé del libro, puse el Desintegration, serví dos vasos, prendí velas, surtí aceitunas y
piqué unos quesos como diciendo “vos seguís “, apagué la tele. Brindamos y la
voz de Smith hizo el resto. Me cagué en la espontaneidad, pero ante las ganas
de ponerla prima el resultado, máxime si estamos hablando de Carolina, ese sexo
con método científico… pero volviendo al tema de anoche, habíamos hablado
temprano y quedamos en vernos la semana que viene. Pues de golpe y sin avisar
va y se aparece en el boliche, a medio tanque y con la Colombes y la Amsterdam
por hemisferios cerebrales. Si era uno de esos días, no puedo asegurarlo, con
Carolina todos los días son esos días; es como servir un vaso en la oscuridad,
nunca se sabe cuándo es poco y cuándo es demasiado. De entrada enojo porque
había salido y no había avisado. Aclaremos que la relación hasta este momento excedía
a lo que Sistercio llama histeriqueus sin
iusta causa. El planteo del célebre Latino es que cuando una relación
alcanza cierto punto, cualquier bronca y/o arranque es justificable y en
ocasiones comprensible aunque se deba a una bobada. Novius bancam, garches cierrat ortum, no recuerdo el hexámetro con
certeza. En días de resaca no se grita ni se cita textualmente. Por ahora no la
voy a llamar, tengo muy claro que no se intenta hacer un asado donde hace menos
de doce horas hubo un incendio, no; además, según la escala de las peleas del
primo de Richter, el de ayer fue un sismo medianamente fuerte, ponele un tres. Para
darte referencias de la escala, son diez, siendo la menor no haberte querido ir
de una fiesta cuando ella quería. Un diez es cuando te encuentra enfiestado con
dos travestis en la cama matrimonial el día de su cumpleaños. Ojo, está claro
como el cielo un día de verano que algunas peleas fortalecen la relación (como
hay otras que las liquidan). Espero, deseo, aguardo que este incidente pasajero
comparado con el dilema resuelto exalte el bienestar compartido. Es decir, el
blanco no existe sin el negro, el universo está fundado en dualidades, oh mi
amigo. De no ser por estas hermosas paradojas andaríamos desnudos por el
cosmos, ¿acaso es concebible que exista el asado y no el tinto? Hay que
desconfiar de un universo sin borrachos que putean a la iglesia un domingo a la
mañana o sin niños que se esconden para hojear una Playboy. Mi choque con
Carolina ayer tuvo un poco de necesidad de entender el conjunto a través de la
separación de las partes; le intenté explicar que a veces las relaciones de
pareja son como París, que hay como cuarenta puentes que te llevan al mismo
lugar pero creo que no me entendió. Por eso me dijo estúpido.
"Lady Macbeth con los puñales"; Johann Heinrich Füssli; 1812. Tate Gallery, Londres.